El cine documental chileno ha incrementado sus producciones en los últimos años. Y si los largometrajes son difíciles de estrenar de manera regular, más complicado lo tienen estas producciones que nos cuentan hechos reales o próximos a la realidad, que obligan al espectador a tomar partido, a la reflexión y al análisis.
Hoy es sin duda Patricio Guzmán el documentalista chileno con mayor proyección internacional. Su última obra NOSTAGIA DE LA LUZ cosecha aplausos, buenas críticas y premios. A este indiscutible número uno del documental hay que añadir el nombre del realizador Germán Berger-Hertz que, con su segundo largometraje MI VIDA CON CARLOS acumula premios allí donde se exhibe e impregna de emociones a los espectadores que hasta ahora han tenido la suerte de ver la película.
En 83 minutos, Germán Bergher-Hertz relata la búsqueda personal de la memoria de su padre, fusilado junto a una veintena de personas en las proximidades de Calama, el l8 de octubre de 1973.
El padre del director de este documental, de profesión periodista y militante comunista, es una de las tantas víctimas de la llamada Caravana de la Muerte y su nombre se inscribe en la lista de torturados, ejecutados y desaparecidos durante el gobierno de Augusto Pinochet.
Asumir la tarea de poner voz e imágenes a la historia de una persona tan cercana no fue fácil ni para Germán Berger-Hertz, ni para su familia. Así lo reconoció en el debate posterior a la proyección del documental, en la Casa de América de Madrid, y donde el público se conmovió, aplaudió e intercambió opiniones con el realizador chileno residente en Barcelona.
Dos años duró la tarea de producir, rodar, montar y acabar el documental MI VIDA CON CARLOS.
Según el director Berger-Hertz, la idea de acometer este reto tan personal, que obligó a él y a su familia a romper muros de silencios y de dolor de más de tres décadas, surgió cuando nació su hija. Fue entonces cuando creyó necesario transmitir a ella quien era su abuelo, cuales eran sus orígenes y romper con una cadena de rabia, dolor e impotencia de muchos años.
El documental es un legado para la nieta de un opositor asesinado por la dictadura y, a la vez, un homenaje a las miles de víctimas de ese régimen. Un documento para que las generaciones actuales y futuras no olviden un episodio trágico que vivió Chile y que no debe repetirse.
Emociona al espectador ver la serenidad de la familia de Carlos Berger, su mujer Carmen Hertz, abogada y conocida activista por los derechos humanos, o de los hermanos de Carlos, cuando recuerdan la niñez, la juventud y el trabajo profesional y político de esta víctima de la dictadura. El recuerdo ante las cámaras de acontecimientos que yacían ocultos en la memoria de cada uno de ellos teje una madeja de complicidad, afecto y amor que siempre se mantuvo en ellos pero que nunca se manifestó abiertamente.
Las imágenes de un Carlos Berger joven zambulléndose en una playa de Quintero fueron para su hijo Germán un regalo inesperado. Aparecieron en medio de unas cajas perdidas en casa de un familiar y su inclusión en la película resulta de gran valor testimonial.
Para su hijo, ver a su padre en movimiento es recuperar lo que su memoria infantil no había retenido. Pero la tragedia de esta familia no acaba con la muerte de Carlos Berger.
Sus padres, que se refugiaron en Chile a finales de los años treinta se suicidaron, incapaces de superar el dolor por la pérdida de su hijo.
Este documental, como muchos que se producen hoy, tiene pocas probabilidades de ser proyectados como cualquier largometraje comercial.
Germán Berger-Hertz lo exhibió en el Museo de la Memoria, en Santiago, y también fue comprado por la Televisión Nacional de Chile. El misterio es saber cuándo y cómo se programará. Merece ser exhibida a hora de máxima audiencia.