Menudo chasco. La Real Academia Española de la Historia- no confundir con la de la Lengua- está estos días en boca de todos. Y no precisamente por lo que se espera de ella: un trabajo en el que prevalece el rigor y la objetividad científica. en el tratamiento de hechos y personajes…sino por todo lo contrario.
Vamos por parte.
El rey Felipe V, allá por abril de 1738, aprobó los estatutos de la Academia de la Historia que entre sus primeros cometidos estuvo la elaboración de un Diccionario Histórico Crítico de España.
El objetivo de esta obra era “desterrar las fábulas introducidas por la ignorancia y la malicia” y para que a los acontecimientos se les diera “la más exacta cronología”. Para conseguir que esta propuesta se hiciera realidad se crearon comisiones integradas por ilustres académicos que se encargaron de recopilar por secciones el pasado de España: geografía, origen de España, reyes, costumbres, rentas, comercios, personajes notables, entre otros. Todo el material recogido fue posteriormente sometido a revisión científica “para separar lo verdadero de lo falso”.
Posteriormente a esta laboriosa tarea, la Academia intentó una segunda empresa: publicar un Diccionario Geográfico de España.
Sin embargo, la misión quedó reducida a la mínima expresión por falta de dinero y solo se publicaron dos tomos correspondientes a lo que hoy se conoce como País Vasco.
El fallido intento no desalentó a los académicos y así fue como plantearon hacer un Diccionario Biográfico de España. Tres siglos después, en 1999, por decisión del gobierno español de José María Aznar, con el apoyo del rey Juan Carlos y con el aporte de varios Ministerios, comenzó el trabajo académico que hace unos días se presentó a bombo y platillo.
Diez años de trabajo, más de seis millones y medio de euros y la participación de cinco mil 500 autores han hecho posible que se tenga al alcance de todos los interesados un Diccionario Biográfico de España que abarca 25 siglos y que cuenta con unas 50 mil voces. Hasta aquí, todo bien, pero…
Alguien abrió la página de esta monumental y carísima obra y descubrió que Francisco Franco no fue un dictador y que su gobierno fue “autoritario, pero no totalitario”. Y las perlas no acaban ahí.
El Diccionario que avala la ilustre Real Academia de Historia dice de Franco, como si de El Cid se tratara, lo siguiente: “…pronto se hizo famoso por el frío valor que sobre el campo desplegaba.” Y también sobre Franco, el Generalísimo, el Caudillo, y la guerra civil, episodio de la historia reciente de España que aún provoca divisiones, se lee: “Una guerra larga de tres años le permitió derrotar a un enemigo que en un principio contaba con fuerza superior. Para ello, faltando posibles mercados (?) y contando con la hostilidad de Francia y de Rusia, hubo de establecer estrechos compromisos con Italia y Alemania…”
Bueno, a estas alturas, no sorprende que el autor del texto, el medievalista y reconocido franquista, Luis Suarez, califique a los republicanos de “rojos”, “comunistas” y otras expresiones peyorativas.
También se cita como ejemplo de salida de tono para un Diccionario Biográfico de altura como éste, las páginas dedicadas a José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.
Para muestra, este jardín florido : “ Un día de Navidades de 1917 a 1918 vio impresas en la nieve, las huellas de un carmelita descalzo que provocaron en él una fuerte conmoción interior ,que le llevó a intensificar su vida espiritual…Al sentir esos primeros presagios de una llamada divina tomó la decisión de hacerse sacerdote”.
Con semejantes opiniones vertidas en esta obra monumental, escrita por eruditos para salir al paso de las inexactitudes de Wikipedia, según se dijo en el acto de presentación del Diccionario, la polémica no ha tardado en estallar.
La andanada de críticas va dirigida especialmente contra el actual director de la Real Academia de la Historia, Gonzalo Anes, al que se responsabiliza del incumplimiento de los principios que rigen a la vetusta institución.
El se defiende. Asegura que los colaboradores que han participado en la elaboración del Diccionario son personas cualificadas, investigadores de reconocido prestigio y que él no censura a nadie porque es firme defensor de la libertad de expresión. El error del director de la Academia, en cuanto al caso de la reseña biográfica de Francisco Franco y de Escrivá de Balaguer (dos ejemplos concretos, pero se citan muchos más) es haber encomendado temas relacionados con la historia contemporánea a un experto en la Edad Media .Y peor aún, a una persona vinculada a la Fundación Francisco Franco y al Opus Dei. En el mundo académico todos se conocen y ese inocente despiste no se lo cree nadie.
Para atajar lo que se le ha venido encima, Gonzalo Anes convocó a los académicos a una asamblea, para resolver el entuerto. Tras sesión a puerta cerrada se acordó no tocar los tomos del diccionario ya publicados, rectificar las futuras ediciones e introducir los cambios correspondientes en la edición digital.
Algunos académicos se sienten avergonzados por lo ocurrido. Reconocen que varios expertos que trabajaron en la obra no cumplieron con las recomendaciones de no opinar, no exagerar ni menguar, ser neutrales y no caer en la subjetividad.
También coinciden en que no se acertó en la elección de colaboradores en determinados temas lo que ha puesto en entredicho el prestigio de la institución. El Gobierno ha exigido “que la rectificación sea inmediata, cuando además el rigor y la verdad histórica han herido la sensibilidad, la memoria y las convicciones de tantos ciudadanos”.
Ante la sede de la Real Academia de la Historia, en el llamado barrio de las Letras de Madrid, se han manifestado familiares de víctimas del franquismo y organizaciones que se oponen a la impunidad.
Los gritos que se escucharon y las pancartas que allí se vieron- LA ACADEMIA DE LA VERGUENZA, HISTORIA REAL, YA, POR LA MEMORIA HISTORICA- dan cuenta de que la metedura de pata ha trascendido a la calle y traerá consecuencias para la insigne institución.
Desde ya se habla de controlar el dinero que se otorga a la investigación de las academias y de reformar el ingreso de sus miembros.
En el caso de la ahora cuestionada Academia de Historia y a diferencia de otras, para cubrir una vacante se presenta sólo un candidato que es elegido por unanimidad y asunto concluido. Las mujeres siguen siendo pocas. Solo tres. Y quince académicos superan los 80 años.
Sectores cercanos a la Academia admiten que ésta sigue siendo feudal, burguesa, elitista y anacrónica.
* Condoro: (chilenismo) falsedad, mentira, fábula, tergiversación maliciosa de la realidad.