Abrigo la esperanza que el electo Presidente de Perú, Ollanta Humala, más allá de su historial político, en especial por su pasado golpista y su amenaza de hacer tabla rasa de la democracia que lo llevó al poder para perpetuarse en el – como lo han hecho otros seudo demócratas en América Latina -, aprovechará la oportunidad histórica que le ha dado su pueblo para dirigir los destinos de la nación.
Pese a su exacerbado nacionalismo, expresado entre otras formas en declaraciones y actitudes hostiles hacia nuestro país, me asiste la confianza que “otra cosa es con guitarra”.
La realidad mundial y latinoamericana, no permite darse gustos personales cuando se obtiene el poder de una nación, y menos cuando la victoria es estrecha.
Fue un triunfo legítimo, sobre una candidata que también fue afectada por el pasado, en este caso familiar.
Los peruanos han depositado su esperanza en un hombre que se empeñó, en épocas pasadas, a crear incertidumbre y desestabilización por sus desmedidas ansias de poder, pero que hoy, a través de la expresión en las urnas, se le ha entregado la misión de profundizar el desarrollo económico con más justicia social y equidad.
Al participar en elecciones democráticas y con un discurso distinto – no lo creo exclusivamente acomodaticio – el mandatario electo ha puesto en el centro de su plataforma política la concertación y la inclusión social como elementos fundamentales para gobernar durante los próximos cinco años.
Hoy Perú, pese a las elevadas tasas de crecimientos de su PIB en los últimos años, continúa teniendo un tercio de su población, en especial en la selva y la sierra, en situaciones de extrema pobreza y marginalidad, que impulsa a sus habitantes a buscar mejores derroteros para su existencia, como sucede, por ejemplo, con la alta emigración hacia Chile.
En el Perú actual, junto a los pobres y marginados existe también una clase media pujante que ha ido ganando sus espacios y que espera poder seguir haciéndolo en beneficio de su propio bienestar y del país en general.
El nombramiento de sus más cercanos colaboradores dará la pauta de lo que será capaz el gobierno de Humala a partir del próximo mes de julio.
En este punto, nuevamente apuesto por las palabras del Presidente electo, que una concertación – expresión política que puede sonar agotada en Chile – reuniendo a fuerzas de centro e izquierda, permitirán a Perú, como sucedió en nuestro país, disminuir o erradicar la pobreza, dotarlo de un estado de derecho potente, donde el respeto a la dignidad humana pase a ser fundamental y donde la inclusión social, como sucedió en Chile entre 1990 y 2010, beneficie a quienes más lo necesitan.
En el plano internacional, Humala abogará por una integración más amplia.
Aquella que se preocupa de lo económico, pero también lo social, educacional y el bienestar de los latinoamericanos. El nuevo gobierno profundizará acuerdos para hacer más fuerte a la UNASUR, en desmedro de pactos subregionales como el Acuerdo del Pacífico firmado hace algunos meses por los gobiernos de centro y de derecha de México, Colombia, Chile y el Perú de Alan García.
Este acuerdo, que básicamente plantea la liberalización del comercio de bienes y servicios y apunta a una integración bursátil, no será el ejemplo de la integración que abrazará el nuevo mandatario.
¿Y su relación con Chile? Si bien no mejorará más de los que hoy existe a nivel de gobierno, es indudable que tampoco sufrirá un deterioro importante, en especial por los vínculos comerciales y las importantes inversiones de empresas chilenas en ese país que dan empleos a miles de ciudadanos peruanos.
Aunque sean pocos los días transcurridos desde su elección, sería mezquino no escuchar las últimas palabras del Presidente electo. Su discurso es distinto y con un buen equipo puede hacer realidad el lema de su campaña: gana Perú.
Espero, de verdad, que pueda aprovechar la oportunidad histórica que su pueblo le ha entregado.