A finales de junio partirá hacia la Franja de Gaza la Segunda Flotilla de la Libertad, compuesta por doce barcos con cargamento humanitario y cerca de dos mil activistas a bordo con el objetivo de romper el bloqueo que Israel impone desde septiembre de 2007 sobre este territorio administrado por la Autoridad Nacional Palestina.
En el caso de España, que aportará un barco a la Flotilla, los promotores, organizados en torno a la plataforma “Rumbo a Gaza”, han preparado la expedición durante todo el invierno, con centenares de charlas y actividades para concienciar a la ciudadanía sobre la injusticia histórica que Israel comete con el pueblo palestino.
En el buque español, además de los activistas y de periodistas de los principales medios, irán dos cargos públicos, el eurodiputado Willy Meyer y la diputada autonómica valenciana Marina Albiol, ambos de Izquierda Unida, al igual que el ex senador Joan Josep Nuet. Entre los activistas no puedo dejar de citar a mi estimado compañero Salva Lacruz, de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Valencia.
Desde “Rumbo a Gaza” han solicitado a Naciones Unidas protección para la Flotilla, ya que el 31 de mayo de 2010 el ejército israelí asaltó, en aguas internacionales, a la primera Flotilla de la Libertad y asesinó a nueve activistas (ocho ciudadanos turcos y uno estadounidense) en el buque “Mavi Marmara”, hirió a otros 50 y secuestró al resto de las más de 700 personas que participaban en la expedición, apropiándose de todas sus pertenencias y del cargamento de los barcos.
Y todo ello con la acostumbrada indiferencia cómplice de la “comunidad internacional” (es decir, las potencias capitalistas occidentales) y la lacerante impunidad con la que el gobierno israelí vulnera a diario las normas internacionales más elementales y los derechos humanos.
Una prueba más de la “posición” de la “comunidad internacional” es la oposición expresada recientemente por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, a la Segunda Flotilla y su llamamiento a los gobiernos a que no cooperen con esta iniciativa.
Entre las cerca de dos mil personas que navegarán en los buques de la Segunda Flotilla de la Libertad, procedentes de los cinco continentes, habrá muchos ciudadanos israelíes. Y una pasajera excepcional, Hedy Epstein, nacida en 1924 en Friburgo (Alemania) en el seno de una familia judía. Con sólo 14 años llegó a Gran Bretaña en los meses previos al inicio de la II Guerra Mundial. Fue una de los diez mil niños que se libraron del Holocausto gracias a aquella iniciativa. Sus padres y otros miembros de su familia fueron deportados a Auschwitz entre agosto y septiembre de 1942, donde fueron asesinados por los nazis.
Norman Finkelstein y otros intelectuales nos han hablado, con mucho valor y rigor intelectual, de cómo el Estado de Israel se ha apropiado de la Memoria del Holocausto para extender un manto de impunidad e indiferencia sobre su trato ignominioso hacia el pueblo palestino.
En los últimos años, numerosas organizaciones de defensa de los derechos humanos y de ayuda humanitaria han alertado sobre la gravísima situación de la población de la Franja de Gaza producto del bloqueo israelí, que la ha convertido en una “cárcel” para sus casi dos millones de habitantes, en su mayoría descendientes de los refugiados palestinos de la Nakba de 1948.
El bloqueo israelí ha elevado la tasa de desempleo al 40%, ha suspendido hasta el 90% la actividad industrial y ha causado un gravísimo perjuicio a una población que depende enormemente de la ayuda humanitaria internacional. Precisamente, la Flotilla pretende llevar a Gaza todo lo que prohíbe Israel: cemento, hierro, medicinas, productos sanitarios, material educativo y escolar.
La Flotilla emprenderá su ruta en el año de la primavera de los pueblos árabes, cuyas movilizaciones ejemplares han logrado derrocar a los tiranos de países como Túnez o Egipto, aliados incondicionales de las potencias occidentales en el “tablero” del Magreb. En Palestina, estos vientos han permitido un gobierno de unidad nacional entre la OLP y Hamás que significa un aliento de esperanza.
La Flotilla partirá rumbo a Gaza, pero también rumbo a Ítaca, al territorio imaginario de las causas justas que dan sentido a la existencia de millones de personas en todo el planeta.
La Flotilla pretende ayudar al pueblo palestino, pero también salvar la dignidad del conjunto de la humanidad, hoy maltratada en Gaza y Cisjordania (con el infame muro), como 70 años atrás lo fue en Mathausen, Treblinka o Auschwitz.