Con casi cinco millones de cesantes, España se pone a la cabeza de los países de Europa en cuanto a pérdida de puestos de trabajo a consecuencias de la crisis económica.
La población inactiva o desempleada alcanza la temida cifra del 20 por ciento El paro, en boca de todos los políticos semanas antes de elecciones municipales y de algunas comunidades que se celebran este mayo en España, se ceba entre las más jóvenes. Y los que tienen la suerte de tener un trabajo no llegan a percibir mil euros y sobreviven con contratos precarios.
La tasa de desempleo juvenil se ha disparado, según el último informe oficial, al 45 por ciento, lo que equivale a unos 860 mil personas menores de 25 años y preparados para introducirse en el mercado laboral. Se trata del nivel más alto desde 1994. Y otro dato más: el 90 por ciento de los que se quedan sin trabajo son menores de 35 años.
Lo que sorprende, además de los escasos efectos que han tenido la reforma laboral para incentivar a los empresarios a crear puestos de trabajo, es que los jóvenes españoles se muestren reacios hasta ahora a reaccionar para que se respeten su derecho a ganarse la vida e independizarse de sus tutores. La fama de “pasotas” de los jóvenes españoles a la hora de involucrarse resulta para muchos inexplicable. Hay que decir que pasota se llama a la persona que se despreocupa de cualquier asunto, y se muestra indiferente ante los retos morales, profesionales o políticos.
Los primeros indicadores de que algo se mueve para sacar de la inamovilidad a estos jóvenes españoles con destino laboral incierto ha sido la manifestación convocada el pasado 7 de abril a través de las redes sociales por la Plataforma Juventud Sin Futuro, integrada mayoritariamente por universitarios. Unas tres mil personas respondieron al llamado y salieron a las calles céntricas de Madrid para exigir un lugar en alicaído engranaje del modelo económico. Para los organizadores de esta protesta las soluciones individuales no sirven. Hay que buscar soluciones colectivas para revertir la situación.
Sin casa, sin futuro, sin trabajo, los manifestantes dieron rienda suelta y en orden a su frustración. No obstante, llama la atención que con las sobradas razones que validan la existencia de esta Plataforma Juventud Sin Futuro, la respuesta de quienes son víctimas de una crisis de la que no son responsables ha sido hasta ahora fría. Y esa es una cuestión a la que habría que encontrar respuestas. El pasotimo o “el no estar ni ahí”, a pesar de la que está cayendo para los millones de españoles, resulta inquietante.
Lo curioso es que dos nonagenarios se han puesto a la cabeza de los que lanzan proclamas para que los jóvenes sin trabajo, sin futuro, salgan de su caparazón y muestren sus garras al poder. El activista francés Stéphane Hessel, de 93 años, y con una larga trayectoria en la lucha contra el nazismo,es record de ventas en Francia con su libro de tan solo 60 páginas titulado ¡INDIGNAOS!. En su obra, Hessel pide a los jóvenes que se movilicen de forma no violenta. Por su parte, el escritor español José Luis Sampedro, también de 93 años, es autor del libro REACCIONA en el que se puede leer: “El sistema necesita un cambio profundo que los jóvenes entiendan y deberán acometer mejor que los mayores, atrapados aún en el pasado…” Y con un optimismo a prueba de balas, Sampedro sentencia: “Aunque sus líderes sigan en el puesto de mando y al timón, aunque desde allí sigan dando órdenes anacrónicas, los jóvenes puestos al remo pueden dirigir la nave”.
Mayo, un mes caliente según episodios acontecidos a lo largo de la historia de Europa, nos podrá dar señales si los pasotas se ponen una vez por todas en acción.