El 24 de Abril de este año el Segundo Juzgado de Letras de Quillota señaló que la condicionalidad extrema que aplicó un colegio privado de la ciudad a un alumno nuevo portador de un Trastorno por Déficit Atencional vulneraba el artículo 4 del Decreto Exento N°112 del ministerio de Educación (Mineduc), el cual establece que los reglamentos de los colegios que apliquen los programas del Ministerio para primero y segundo medio deben establecer evaluaciones especiales para niños con déficit atencional u otras condiciones. Por constituir este hecho un acto discriminatorio, esgrimió el juzgado, también aplicó la Ley Antidiscriminación (conocida como Ley Zamudio) y multó al colegio en 20 UTM (unos 870 mil pesos).
Esta situación pone en el tapete un conflicto de larga data entre la comunidad de alumnos con necesidades educativas especiales ( NEE) , sus padres y los colegios, conflicto que es habitualmente mal abordado, favoreciendo que deban ser los tribunales quienes han de dirimir tal conflicto por la vía judicial, instalando en el imaginario del país la existencia de víctimas y victimarios, lo cual no sólo estigmatiza a quienes aparecen como victimarios y no soluciona el problema de fondo sino que contribuye a perpetuar conceptos muy erróneos acerca del conflicto .
En primer lugar, el Trastorno por Déficit Atencional NO es una “condición que causa discapacidad en los menores para que pueden desarrollar todo su potencial como estudiantes”.
Es una condición del desarrollo muy heterogénea cuyas características cognitivas y emocionales inadecuadamente abordadas crean barreras a su derecho a una educación de calidad, impidiendo que su potencial intelectual pueda ser colocado al servicio de los aprendizajes formales escolares. Es una condición heterogénea, mal llamada por la comunidad médica “ Trastorno por Déficit Atencional con Hiperactividad” o – peor aún - “Trastorno Hipercinético”.
Los niños con Trastorno por Déficit de Atención constituyen un 15% de la población infanto juvenil. De este total, la mayoría (un 12%) no es hiperactivo, es inquieto situacional, lo cual pone el énfasis en lo contextual como desencadenante de inquietud excesiva.
Deben denominarse Trastorno por Déficit de Atención sin Hiperactividad y no “pasivos” como suele decirse. De este 12%, la gran mayoría presenta Trastornos Específicos del Aprendizaje, los que no son hasta la fecha adecuadamente identificados y oportunamente abordados, no con tratamientos, sino con medidas de apoyo que involucran a todos los actores educativos: familia, escuela y profesionales de apoyo.
Es desolador comprobar que todavía hoy los profesionales que tienen el deber de diagnosticar a estos niños no saben identificar los trastornos de aprendizaje cuando no son severos. Desolador porque, aun siendo leves, ellos comienzan a escribir lentamente la crónica de un fracaso escolar anunciado.
El primer capítulo se empieza a escribir en 5° básico y el epílogo puede ser la deserción escolar o un triste peregrinar por distintos establecimientos buscando la comprensión de un sistema centrado excesivamente en el logro académico. Lo que desconsuela es que todos estos chicos y chicas que escriben esta crónica de un fracaso anunciado son chicos sanos y muy talentosos, pero a los 15 la mayoría ya ha perdido la fe en “ el sistema”. Una bomba de tiempo.
La solución está lejos de los tribunales, debería hallarse en los mismos establecimientos educacionales, donde todavía hoy las medidas de apoyo a estos alumnos se reducen a “darle más tiempo en las pruebas, evaluarlos de manera oral” y otras medidas que se aplican – cuando se aplican – sin mucha convicción porque no hay un diagnóstico explicativo riguroso.
La posible solución está a nivel de las universidades donde se forma a los educadores y profesionales de apoyo y donde, lamentablemente, la mayoría de las asignaturas son dictadas por profesores universitarios expertos en teorías de la educación pero sin la suficiente experiencia de aula, sin una casuística que les haya otorgado la necesaria experticia.
La verdadera solución se esconde en la necesidad de crear en todos los establecimientos educacionales sólidos equipos multidisciplinarios encargados de llevar a cabo un diagnóstico integral, explicativo, que en vez de continuar siendo el consabido “ rótulo”, se planta como la mejor plataforma para diseñar el programa de apoyo preciso, respetuoso del alumno como ser integral, erguido entre la Tierra ( sus debilidades) y el Cielo ( sus talentos y su misterio).
No es posible que muchos establecimientos educacionales sigan improvisando, aplicando medidas como dádivas en vez de entender que ser un alumno con TDA es simplemente ser un alumno como todos pero distinto…como todos. Todos los niños y jóvenes claman con justa razón por cambios en las metodologías pedagógicas que transformen en realidad la manoseada INCLUSIÓN.
Finalmente, la solución pasa por instalar el diálogo fructífero que busca consenso con un objetivo: el bien común ( cautelar los derechos del alumno y los derechos de la comunidad escolar) y que podría evitar que en tribunales se dirima una situación que podría solucionarse al interior del establecimiento cuando hay voluntad y argumentos.
Una breves palabras para el TDA con Hiperactividad: constituyen un 3 a 5% de los niños, una condición marcada por el trastorno de conducta que pone a prueba todos los recursos humanos de paciencia y tolerancia de una escuela; la mitad o más de estos niños presenta severas dificultades para aprender que los coloca en la condición de niños con necesidades educativas especiales permanentes; una cantidad algo menor aprende con facilidad pero presenta tan severos problemas conductuales que sus profesores se transforman en héroes anónimos intentando serenarlos para que puedan aprender.
En síntesis, las peores medidas para apoyar a estos chicos son la mirada de superficie, la aplicación de apoyos sin un programa que los sustente y el no saber anticipar que la crónica de un fracaso anunciado se va precipitando y puede acabar en tribunales, el lugar donde se dirimen conflictos cuando no hay claridad respecto al problema de fondo.