26 ene 2015

La selección en la educación

Diversas  – y airadas – reacciones ha tenido la  aprobación, en el marco de la jornada final de votación de las indicaciones al proyecto sobre fin al lucro, copago y selección, de una de las enmiendas que establece que los liceos “emblemáticos” deberán dejar de seleccionar en un plazo máximo de 5 años.

Algunos colegios -como por ejemplo el Instituto Nacional- van a poder seleccionar sólo un  30% de alumnos aventajados desde  el punto de vista del rendimiento académico, “pero el 70% van a ser niños comunes y corrientes de distintas comunas de Chile, que van a tener la posibilidad única en su vida de salir adelante, de romper la pobreza, de terminar con este círculo vicioso de que el futuro de un niño está determinado por el dinero que tiene la familia”, en palabras de Fulvio Rossi, presidente de las comisiones unidas de Hacienda y Educación.

Muchos se indignan, empleando de preferencia  el insulto y la procacidad como “argumentos”, pero pocos se detienen a reflexionar acerca de la esencia de  un tema  que parece resumir  la tragedia de las desigualdades  educativas en Chile.

Por ejemplo, ¿qué significa sostener  esta dicotomía  entre 30% de alumnos aventajados y 70% de niños comunes y corrientes?  ¿Existen niños con intelectos de primera, segunda o tercera categoría? ¿Es efectivo que los institutanos son muchachos intelectualmente superiores  al resto de sus pares?  ¿Son realmente  diferentes  a aquellos “ comunes y corrientes”  que  más de algún lector de la sección Política del diario La Tercera no duda en calificar como vagos, volados y mediocres?

El conocimiento del desarrollo del cerebro  humano es un buen escenario para la reflexión.  El 97% de los niños  nace con  un cerebro espléndido, dotado de sorprendentes talentos en estado  latente, los cuales, al igual que una semilla,  habrán de aguardar la mano del ambiente para germinar.

¿Qué  ocurre  durante el desarrollo de esos cerebros que, apenas una década después, ese 97% parece haber  quedado reducido a un puñado escaso de “mentes brillantes” ingresando a los liceos emblemáticos?

¿Acaso la  mayoría  optó por  la vagancia, la mediocridad y las drogas?  Nada más erróneo  y  peligroso si se sostiene como  verdad irrefutable. Por el contrario, es preciso  ver este fenómeno  como multifactorial, ampliar la mirada  y, en lo posible,  observar  el fenómeno educacional  desde  nuevas ópticas.

En primer lugar, la selección académica para ingresar a liceos emblemáticos es la misma que rige las pruebas de selección universitaria e incluso los criterios SIMCE: se consideran sólo  los desempeños académicos en  Matemáticas, Lenguaje y Ciencias.  No debería sorprender que los egresados de  liceos emblemáticos elijan mayoritariamente las carreras de Derecho, Ingenierías y Medicina.

¡Pero  el cerebro humano posee al nacer más de  diez espléndidos talentos que aguardan la mano del ambiente para germinar!  Un paseo por cualquier escuela  urbana o rural chilena nos permitiría  encontrar sorprendentes músicos,  artistas visuales, deportistas, precoces líderes, pequeños filósofos,  bailarines,  actores, expertos en informática, diseñadores, humoristas.

Esos chicos y chicas no  están aspirando a ingresar a un liceo emblemático; ellos  piden  cambios en la  concepción de  educación,  cambios que signifiquen  mayores espacios para la expresión y creación artística, oportunidades para el liderazgo,  recursos para desarrollar sus aptitudes deportivas.

Sin duda alguna que  probablemente no estarán en el privilegiado 30% de  candidatos a institutanos, pero ¡ también son  mentes brillantes aguardando  una educación  nueva!

Muchos de estos chicos y chicas vivirán el temprano  desaliento y la desmotivación en un sistema  escolar  para el cual  sólo  cuenta la nota de Matemáticas o de Lenguaje; que reduce no sólo las horas de  Música y de Educación Física, sino que  amordaza al profesor  en una concepción curricular de su asignatura  donde no hay espacio para la creatividad.

¿Se ha discutido en el Congreso con igual interés  la desmedrada situación de los liceos artísticos?  ¿Hay espacio en la  despiadada JEC para el desarrollo de  talentos a través de  talleres y academias?

Otros chicos,  con talentos y vocación por las Humanidades o las Ciencias,  verán agostarse  tempranamente  sus  ilusiones  en manos de  profesores  con escasa calidad docente, dedicados  a “ pasar la materia”, sin habilidades para  motivar y despertar el amor por el saber;  profesores   desencantados, sin vocación, oprimidos por las  precarias condiciones económicas en que viven y que inoculan su desencanto y frustración en los alumnos.

Bastan pocos años  de mala enseñanza  para que  un niño  se convenza de  que “no sirve para los estudios”, ingresando  a la peligrosa espiral del desencanto y la búsqueda de gratificaciones inmediatas.

Finalmente,  se olvida que  detrás de  cada  alumno  con méritos suficientes para ingresar  a un liceo emblemático hay una familia “atípica”,  caracterizada por  creer  todavía  en el valor de la cultura, del saber, de  los libros y de las lecturas; por interesarse  de modo genuino por  sus hijos dedicándoles  un tiempo de calidad,  y por  mostrarles  que todavía   es  posible  llegar  a  ser mejor  a través de  la educación formal, cuando esta educación es el resultado de  un trabajo articulado entre familia y escuela.  Un tipo de familia que parece condenada a la extinción.

Chile merece un sistema educacional diferente, para que  en un futuro no muy lejano  cada escuela  chilena  sea “la representación simbólica” o “emblema” de la  óptima calidad formativa que allí se entrega y, de ese modo, los  liceos “emblemáticos” pierdan razón de existir.

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