Imaginemos que se han abierto las inscripciones para el “Campeonato Mundial de la Desigualdad”. En Chile nos gusta competir, y sentirnos parte de las grandes ligas, así que no podemos quedarnos fuera del evento.
Salimos a buscar a nuestros mejores jóvenes, de todo el país, ansiosos de participar y representarnos frente al mundo. ¿Cómo los seleccionamos? Utilizaremos una herramienta que está al alcance de la mano, los últimos resultados de la Prueba de Selección Universitaria (PSU).
Elegiremos a los mejores entre los mejores; de los 253 jóvenes que obtuvieron puntaje nacional en alguna de las pruebas (matemática, lenguaje o ciencias/historia), dejaremos en competencia solo a quienes tienen un puntaje mayor a 800 puntos, en las pruebas de matemática y de lenguaje.
El resultado es un elenco de 21 jóvenes*, bastante alentador para el campeonato que jugaremos.
Los 21 provienen de colegios particulares pagados, la mayoría de ellos católicos y con mensualidades que bordean los $300.000 (133% del sueldo mínimo nacional). Los colegios particulares pagados representan en Chile el 7% de la matrícula escolar, pero en la selección de los mejores son el 100% del plantel, dejando fuera del elenco a los representantes del 93% restante. Con estos fichajes me atrevo a decir que pasaremos la primera ronda por lejos.
De los 21 nominados, 17 son hombres y 4 son mujeres. Los hombres chilenos somos el 49% de la población del país, pero en esta selección representamos al 81%. Las mujeres, 51% de la población, solo están representadas en un 19% del plantel. Ya estamos ubicados en cuartos de final.
En la Región Metropolitana vive el 40% de los chilenos, pero en esta selección nacional la RM se lleva el 76% de la torta, con 16 de los 21 privilegiados, que además provienen solo de 5 comunas de entre 52 que existen en ella (Santiago, Providencia, Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea).
El resto de las regiones, representativas del 60% del país, se tendrán que conformar con 5 nominados (24%). Esto, sin considerar la alta probabilidad de que los jugadores del Maule, Biobío y Los Lagos terminen radicándose en Santiago para ir a las mejores universidades. Pasar a semifinales será un mero trámite.
Para llegar a la final, solo basta agregar que ningún miembro del plantel representa a nuestras etnias originarias, que no hay ningún representante de regiones extremas, y que desde Arica y Parinacota hasta Valparaíso, tendrán que conformarse con ver los partidos por televisión. Para ganar la copa, bueno, algo tendrán que jugar nuestros elegidos.
El campeonato de la desigualdad, en buena hora, es ficción, pero los datos son reales.Estamos fallando como país, y hace rato. No es cierto que los chilenos más talentosos se ubican solo entre los hombres de colegios privados de cinco comunas de Santiago. Claro que muchos de ellos lo son, pero también hay talento en las restantes 341 comunas del país, en las regiones, en el campo, en nuestras mujeres, en los migrantes y en quienes tienen capacidades diferentes. ¡Hay talento en todo Chile, y lo estamos desaprovechando!
No se trata de resentimientos, quien escribe también estudió en un colegio privado y obtuvo puntaje nacional. Se trata de entender que el desarrollo solo será posible, cuando en todos los rincones del país sean desarrolladas las capacidades de nuestras niñas y niños por igual. Cuando la educación sea un derecho, y no una competencia desatada por obtener mejores puntajes en el Simce o en la PSU, para engrosar las matrículas de tal o cual colegio.
Ese es el sentido profundo de los cambios a la educación que hoy se están tramitando en el Senado. Cuesta entender qué fundamento puede llegar a tener la selección escolar en un país tan desigual, más allá de premiar a determinados niños por el capital cultural que le heredaron sus padres; resulta imposible descifrar por qué el Estado chileno lleva años siendo cómplice y financista de la segregación escolar a través del copago, o cómo permite que una parte no menor de sus recursos vayan a parar al bolsillo de los sostenedores, en vez de ser reinvertidos en educación.
Para ser campeones mundiales en algo más digno que la desigualdad, se necesitan estos cambios, junto a un fortalecimiento real de la educación pública.
Nuevas reglas del juego en donde se garantice que cada peso público en educación será invertido en colegios que promuevan la ciudadanía crítica, la excelencia y el respeto a la diferencia. Solo así, en el futuro, la selección de los mejores de Chile podrá ser representativa de nuestra diversidad, y estará preparada para competir en las ligas del desarrollo.
*Los datos son elaboración propia a través de la información pública de los puntajes nacionales PSU 2014, Demre.