Los chilenos llevamos ocho meses presenciando una discusión, hasta ahora estéril, sobre temas puramente económicos relacionados con la educación chilena: fin al lucro, a la selección y al copago, tres asuntos que, si bien tienen su importancia, no garantizan una mejora en la calidad de la educación, que es el objetivo principal de hacer esta reforma, es decir, que los estudiantes aprendan más y mejor.
Por lógica, una reforma a la educación debe buscar mejorar los aprendizajes de los estudiantes, sean ellos de establecimientos públicos, subvencionados o particulares. Y para eso, una reforma que pretenda ser efectiva, debe producir sus efectos en lo que ocurre al interior de la sala de clases, que es donde se vinculan los principales actores del proceso de enseñanza-aprendizaje: el profesor y los estudiantes.
Si una reforma no afecta a este proceso, no es una reforma educacional. Podrá ser una reforma económica, administrativa… al sistema educacional, pero no será una reforma educacional. Es lo que está ocurriendo en Chile.
En el mundo y también en Chile, estamos viviendo unos tiempos que han sido llamados la Sociedad del Conocimiento o de la Información, debido a que el conocimiento y la información están al alcance de toda persona que desee acceder a el o a ella, gracias a la poderosa herramienta que la tecnología nos ha proporcionado: Internet, invención solamente comparable, a lo largo de la Historia de la Humanidad, con la de la imprenta, que modificó culturalmente al mundo y marcó un cambio de época.
Hoy (ayer) Internet representa una revolución igualmente profunda. Tal como a fines de la Edad Media la imprenta de Gutemberg democratizó el conocimiento y la información, al poner los libros al alcance de quien quisiera recibirlos, con lo cual el libro dejó de ser un objeto desconocido que permanecía guardado en monasterios, conventos o castillos, hoy Internet cumple igual propósito democratizador del conocimiento y de la información. Desconocer este fenómeno y no considerarlo en un verdadero proyecto de reforma educacional, es no comprender el signo de los tiempos, o sea, cometer un grave error.
Desde el retorno a la democracia, el ministerio de Educación demostró su interés por llevar los adelantos tecnológicos a las escuelas y liceos municipalizados. Para ello creó el Programa “Enlaces” y por su intermedio dotó a estos establecimientos de numeroso equipamiento tecnológico: computadores, proyectores, pizarras electrónicas y conectividad.
Varios miles de millones de pesos que permiten sostener que hoy los establecimientos municipalizados tienen un equipamiento tecnológico muy superior al de los colegios subvencionados y a muchos de los particulares pagados. Parece increíble, pero es cierto. Me consta que estos equipamientos fueron recibidos en los establecimientos municipales y también me consta que en muchos de ellos permanecen guardados bajo siete llaves para impedir su deterioro o su “pérdida”. No han sido debidamente utilizados para lo que fueron adquiridos: mejorar la educación, poniéndola a tono con los tiempos y al servicio de los aprendizajes. Dinero y esfuerzos perdidos.
Todos los países que hoy exhiben grandes adelantos en educación han incorporado las nuevas tecnologías (TIC´s) al aprendizaje y por ello han logrado mejorar la calidad de su educación. ¿Por qué en Chile nos quedamos a medio camino? Como sociedad hemos invertido en equipamiento tecnológico que no se utiliza al máximo de su potencialidad.
La consulta de un médico, la oficina de un estudio de arquitectos o el taller mecánico de nuestros días, no tienen nada que ver con lo que eran hace unas cuantas décadas, porque han incorporado herramientas tecnológicas. Hoy no se concibe que un médico, un arquitecto, un mecánico, por ejemplo, no emplee un computador.
Sin embargo, en las salas de clases chilenas (sean municipalizadas, subvencionadas o particulares) la presencia de la tecnología casi no se advierte. Ha sido expulsada de la sala de clases. Grave error. Sin duda, hay profesores que le tienen miedo a la tecnología, porque la desconocen. La solución es capacitarlos. El equipamiento está. Falta la determinación de hacerlo.De esta forma se estaría incorporando al profesorado en el proceso de reforma, en el que no han sido incorporados, cometiendo otro grave error.
Es lógico esperar que los estudiantes mejorarían sus aprendizajes si se les diera la oportunidad de aprender empleando herramientas tecnológicas que para ellos son naturales y cercanas, en lugar de continuar obligándolos a escuchar pacientemente la lección que recita, bien o mal, un profesor cansado, abrumado y desmotivado. ¿Por qué no intentarlo? Eso sería hacer una verdadera reforma educacional. En serio. Acorde a los tiempos.