“Aprendamos de las dos culturas para ser una persona sabia.”
Chile es un país diverso, multicultural y claramente distinto en cada una de sus regiones. Cada escuela, cada municipio, cada estudiante y cada familia mapean una diversidad rica y compleja.
Pero a veces los grandes números se olvidan de las particularidades, de los detalles que hacen la diferencia a la hora de establecer políticas públicas desde Santiago. Y dicen que culturas distintas rara vez convivirán si ambas no están dispuestas a dialogar y a aprender mutuamente, a conocerse, aceptarse. Lo penoso es que Chile sigue siendo un ejemplo de cómo no abordar la diversidad.
En el contexto del trabajo que está haciendo el Centro de Liderazgo Educativo de Educación 2020 en 7 liceos técnico profesionales en la región de La Araucanía, nos topamos con escuelas que cuentan con un 80% o 90% de estudiantes de origen mapuche.
Es conocido que es en estas zonas donde más se resiente el uso de pruebas estandarizadas como el SIMCE. Cómo no, si no toma en cuenta la realidad de cada comuna, de cada estudiante, su contexto cultural o los contextos de cada escuela.
Un ejemplo,cuentan los profesores que cuando se pregunta a los niños en este tipo de pruebas cuántas ovejas quedan en un corral de 4 ovejas si una se escapa, ellos no responden que 3 (como respondería cualquier capitalino que ovejas sólo ha visto en la televisión), ellos manifiestan que ninguna, porque saben –y lo han visto– que cuando una oveja sale del corral, las otras la siguen y salen todas.
Esa es la realidad que no logra captar un test estandarizado, es la realidad que no toca la política pública centralista, es la realidad que escapa a nuestra mirada por esquivar el diálogo, la participación y el aplicar soluciones mágicas a una totalidad que no es homogénea, sino totalmente diversa.
¿Qué tiene esto que ver con todo lo que se conversa hoy en día sobre educación?Mucho. En el proceso de desmunicipalización, por ejemplo, si no toma en cuenta la diversidad que posee cada comuna en el país, podría terminar sepultando a la Educación Pública.
Un proceso que no tome en cuenta la competencia insufrible que viven los liceos municipales, que cada año tienen que salir a buscar la matrícula que los hará subsistir, que tienen que arrastrarse porque, a veces, como lo vivimos en la región de La Araucanía, los colegios particulares subvencionados regalan sacos de harina o incluso dinero a las familias para rellenar sus cupos; un proceso que no tome en cuenta la realidad de liceos que reciben un 50% de los estudiantes que vienen del campo, será un proceso que podría terminar por no fortalecer, sino debilitar aún más la actual educación municipal.
Pero la desmunicipalización está lejos de ser el único desafío. En contextos vulnerables, en contextos en los que se vive la realidad de la multiculturalidad o en otros donde la educación técnico profesional es la única alternativa, cualquier política pública estandarizada pasa por alto no sólo pequeños grandes números, sino realidades.
Hoy por hoy, la mejora de las escuelas se juega en el ambiente de aprendizaje, en la incontestable realidad de que con frío no se aprende bien, en que si los apoderados y los profesores no están involucrados en el proceso de aprendizaje de los estudiantes la escuela difícilmente podrá generar un espacio formativo o en que si no tenemos docentes formados que puedan preparar sus clases y que reciban un sueldo digno, jamás podrán enfrentarse a la diversidad de sus estudiantes y hacer que ellos aprendan.
Menos aún si lo que se les exige es rendir para una prueba como el SIMCE que nada de información les otorga sobre cómo enfrentarse a la diversidad de sus estudiantes.
De hecho, si usted relee el título de esta columna, que le hace un guiño especial a la necesaria interculturalidad que necesita nuestra educación, debería ya entender que esto no solamente de trata del encuentro entre culturas solamente.
Se trata de que cada realidad, cada escuela, cada estudiante posee una realidad distinta. Y ser sabio en las políticas públicas significa tener la disposición a dialogar con las distintas realidades a las que se enfrentan hoy nuestros procesos de enseñanza formal.
¿Las políticas públicas no pueden hacerse pensando en cada niño o niña de cada rincón del país?Pues claro que se puede.No con centralismo,pero sí con la necesaria apertura a aprender del otro.
Sí con el necesario foco que hay que poner en la formación de docentes capaces de enfrentar la diversidad y responder ante ella en un ambiente digno de trabajo, que permita hacer la titánica tarea de enseñar a una diversidad tan grande como aquella que recorre cada rincón de Chile. ¡Ya nos viéramos nosotros ante semejante desafío!
¿Qué podemos hacer? En primer lugar, fijarse en cada reforma en los pequeños grandes números, en la necesidad de abordar local y participativamente los grandes cambios.
En segundo lugar, no poner la mirada solamente en lo local, sino también en la necesaria participación de la comunidad educativa (directivos, profesores, estudiantes, asistentes de la educación y apoderados) en la elaboración de los proyectos de la escuela y en la generación de un espacio digno de trabajo.
En tercer lugar, poner al profesor, su formación para la diversidad, y el ambiente de aprendizaje y de trabajo en el centro de la tarea educativa.
Todo esto no quiere decir que no haya que luchar por lograr un sistema que no se base en los lineamientos del libre mercado.
Significa preocuparse por aquello que el mercado no atiende: por la diversidad, por un espacio de trabajo digno, por la participación, por encontrar en el detalle la gran diferencia.
Sólo en un contexto así puedo imaginarme que el título de esta columna tenga sentido, es decir, que en el contexto de la multiculturalidad y la diversidad sepamos que la sabiduría está en poder aprender del otro y entender al otro.