Es cierto que a veces las comparaciones pueden resultar odiosas pero no por ello, dejan de graficar realidades. Un caso, es la proporción inversa entre el aumento de la esperanza de vida de las personas versus la esperanza de vida de las empresas.
En Chile, en las últimas décadas, la esperanza de vida se elevó a 83 años, es decir, aproximadamente, 25 más respecto de los años 50. Diversos son los factores que lo explican, entre ellos, una buena alimentación que incluye una dieta rica en vitaminas, minerales y antioxidantes.
Y esos factores que aumentan la esperanza de vida en las personas, en el mundo empresarial se llaman innovación. Sin embargo, contrariamente a lo que pasa con las expectativas de vida de las personas, la esperanza de vida de las empresas empieza a reducirse y la tasa de mortalidad va en aumento.
En el escenario de la Globalización, cada vez resulta más difícil mantenerse competitivo y en posición de liderazgo en cualquier industria. Uno de los motivos puede ser la tecnología. Esta produce cambios drásticos en los mercados, que cambian las prácticas de los consumidores y las empresas que nos están atentas mueren. Un ejemplo, de aquello ha sido grandes empresas como Kodak, Blockbuster, etc.
En ese contexto, este antioxidante llamado innovación se torna imprescindible en la gestión empresarial y está en el ADN de las empresas exitosas. Es la principal fuente de ventajas competitivas, es lo que las mantiene fuertes y vigorosas en mercados exigentes, tremendamente competitivos y cambiantes.
No obstante, mucho se habla sobre innovación y poco se hace. Sólo un dato: en Chile, solo el 25% de los productos llega al mercado; el 75% restante muere en el intento.
Entonces, cabe preguntarse, ¿qué está pasando con nuestras empresas que no se atreven a innovar?, ¿existe temor de innovar? Puede que algo de eso halla. La innovación se relaciona con lo nuevo y lo nuevo, en ocasiones, causa incertidumbre.
Asumir desafíos y enfrentar riesgos, desafiando el status quo es lo que empuja el proceso de innovación. No ocurre de la noche a la mañana, es un proceso, una disciplina en la cual, el fallo es el copiloto: fallar es el alimento de la innovación ya que genera aprendizaje.
No existen recetas para el éxito, pero las empresas exitosas son las que asumen desafíos, enfrentan riesgos, trabajan en equipo, reconocen sus límites, piden ayuda, convierten sus temores en motivaciones y buscan obsesivamente oportunidades, siempre con la mirada y los sentidos focalizados en los clientes.
En este sentido muchas empresas no llegan a buen puerto y mueren porque se enamoran de sus productos y servicios. Cuando esto sucede se dan cuenta que no venden lo suficiente, ofrecen productos y servicios que nadie quiere comprar, instalando la ansiedad y el desconcierto en la gestión empresarial, comenzando así el análisis que produce parálisis.
Está claro entonces, que el llamado es a estar atento, a mirar el mercado, a dejar de vender y comenzar a escuchar a los clientes y observar sus comportamientos, de manera de centrarse en los problemas de éstos. Solo así podrán elaborar una oferta (productos y servicios) que se adapte a sus necesidades, a sus conductas, que les agregue valor y les solucione problemas.
Evitar distracciones y focalizar los esfuerzos en las áreas de los negocios más rentables, resulta prioritario. Imponerse objetivos y establecer mecanismos de medición de los mismos, jerarquizar acciones que tengan valor para los clientes, generar espacios para nuevas conversaciones en el equipo, explorar y experimentar más, mejorar productos y procesos continuamente, son la pauta a seguir.
Lo anterior son algunas ideas. No obstante las ideas necesitan dirección para que se genere innovación con impacto económico y competencia para poner en marcha la solución.
Pero, como sabemos que no existen recetas para el éxito. ¿Tú tienes la tuya?