Poniendo atención a los medios de comunicación en lo relacionado al Protocolo de Acuerdo de la Reforma Tributaria, me terminé por convencer que estamos frente a un error de comunicación y lenguaje.
Cuando una persona le cuenta a otra que va iniciar su propio emprendimiento y le dice “voy a montar una Pyme” todos entendemos a lo que esta persona se refiere.Ni a usted ni a mí se nos viene a la mente la definición del SII que indica que son Pymes aquellas empresas que en términos de ventas anuales se encuentran en el rango de entre los $57 millones a los $2.406.072.000 millones.Entonces ante la pregunta ¿puede ser Pyme quien logra una “utilidad mensual” de $16.000 millones, algo así como $200 millones anuales? La respuesta es sí.
La Reforma Tributaria impulsada por el Ejecutivo no sólo busca recaudar los US$ 8.200 millones, equivalentes al 3% del PIB, sino también una mayor equidad social. Según el SII una microempresa es aquella que posee una “venta anual” inferior a 2.400UF ($57 millones aprox.). Según el Ministerio de Economía este segmento representa al 75,2% de la totalidad de empresas en Chile y registra tan sólo el 2,0% de la participación de las ventas a nivel nacional, lo que hace ver en estas cifras el importante rezago que presenta dicho sector. Pero ¿por qué estas microempresas no logran despegar?
Desde nuestra perspectiva, el Protocolo de Acuerdo de la Reforma Tributaria no empareja la cancha entre “Grandes” y “Chicos”, ya que muchas empresas que están más cerca de ser grandes que de ser pequeñas podrán optar a los beneficios firmados.
La progresiva muerte de emprendimientos y Mipes en nuestro país se debe a que estas entidades compiten a la par con las grandes empresas. No existe ninguna ventaja frente al impuesto de primera categoría ni tampoco existen mecanismos especiales para que los emprendedores no paguen impuestos en sus primeros años de vida, tal como sí existe en países como Colombia, donde quienes parten no pagan impuestos durante los dos primeros años y luego van sumando una carga tributaria de forma progresiva, marcando una verdadera política pro emprendimiento y pro pyme.
Sólo a modo de paréntesis, durante la discusión de la reforma no se escucharon voces que postularan un alza de impuestos de primera categoría a las grandes empresas, al menos para igualar a nuestros países vecinos en donde estos impuestos igualan o superan el 30%, escenario que en ningún caso ha frenado la inversión y el crecimiento económico.Es paradójico que nuestros grandes empresarios inviertan en países como el Perú, Colombia, Brasil y Argentina en donde deben pagar mayores impuestos que en Chile y en donde simplemente el que gana más, también paga más.
Según Ricardo Ffrench-Davis, doctor en Economía y magister de la Universidad de Chicago, ingeniero comercial de la Pontificia Universidad Católica de Chile y uno de los forjadores de la inicial Reforma Tributaria, serán cerca de 16.000 empresas que están en la punta de arriba del ingreso las que podrán optar a los nuevos beneficios y que sin duda no se pueden encasillar en un sector bajo o medio de nuestra sociedad.
Por otra parte, dada la complejidad de hacer calzar los cuatro regímenes especiales para las Pymes, más la puesta en marcha de dos sistemas de tributación, las atribuciones del SII en aspectos de fiscalización sin duda deberán ser mayores para controlar la elusión, escenario en el cual sabemos que las grandes empresas nuevamente llevan la delantera con departamentos dedicados a cuadrar cifras, conocimiento y otros artilugios, algo completamente distintos a la realidad que enfrentamos los pequeños.
Si la Reforma Tributaria buscaba igualdad social, al parecer los Micro, Pequeños Empresarios y Emprendedores nuevamente veremos el tren pasar. Se deberá seguir marcando el paso, sobreviviendo y haciendo honor a la ya mítica frase “en la boca de todos, pero en las manos de nadie”.