Hace unas semanas nos enteremos que la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), organización gremial que reúne a las grandes empresas, está planteando adelantar el aumento del impuesto de 1ª categoría para el año tributario 2015 de 20 a 25%, lo que significaría una mayor recaudación de 750 millones de dólares. Lo mismo que se pretende obtener para ese año con la reforma tributaria, si ésta es aprobada en el mes de agosto del presente año. A cambio de esto, la CPC propone extender los plazos de legislación acordados por los partidos de la Nueva Mayoría para que- a su juicio- la reforma pueda ser analizada más detenidamente.
Hemos seguido las presentaciones que las diferentes ramas de la CPC , sean la Sofofa, la Cámara Chilena de la Construcción y la Cámara Nacional de Comercio, las que han defendido la mantención del FUT, subsidios que la actual legislación les otorga.Pareciera ser, que lo que se quiere lograr al final del día, es una reformita gatopardista.
Seguir sosteniendo- a estas alturas- que la eliminación del FUT afecta a la Mipymes, que ganan anualmente menos de 100 millones de pesos, es una majadería y uno se encuentra con personas modestas que están asustadas producto de toda una propaganda alarmista en las redes sociales y en cuanto medio esté a su alcance.
También hemos escuchado decir, desde el sector inmobiliario, que las viviendas- por la pérdida de los subsidios a la construcción- subirán de valor, en circunstancias que han cobrado los mayores precios que el mercado les ha permitido.
O que se tributarán las “ganancias” obtenidas (diferencia entre el precio en que fueron compradas y el de la venta), sin aclarar a qué se refieren con ventas de empresas inmobiliarias, ni tampoco que cuando la reforma afectaría a los particulares, sería en los casos de viviendas con un valor superior a 180 millones de pesos, propiedades que obviamente no pertenecen a la clase media y que si hubiera alguna, tributarán sobre la diferencia entre el precio de venta y estos 180 millones que estarían exentos.
Todos- sin excepción- estamos de acuerdo que en Chile se ha producido un crecimiento marcado por la inequidad, situación que en el mediano plazo puede amenazar la estabilidad política y social, sin lo cual no es posible crecer para alcanzar niveles de país desarrollado.
También estamos de acuerdo en que ello no será posible sin cambios sustantivos en la salud y la educación, como ejes básicos, y que no habrá mejor calidad de vida sino se producen cambios en la seguridad social.
Las diferencias siempre ocurren cuando se empieza a ver de dónde provendrán los recursos para financiar estos cambios, algo que la reforma tributaria ha dejado claro: gravando a los sectores de más altos ingresos. Y es allí, en donde surge la verdadera oposición a los cambios que se necesitan.
Siempre los más ricos han sido una minoría (en términos de cantidad de habitantes es insignificante), pero con su poder y habilidad política adquirida, a través de los tiempos, han buscado influir en toda la sociedad para conservar sus posiciones dominantes.
Nada en este aspecto debe asombrarnos, ya que son métodos más antiguos que la Biblia y usarán toda clase de argumentos, en nombre de las Libertades y de la Constitución – por eso es indispensable reformularla -, argumentando que los más pobres sufrirán las consecuencias de los cambios; que la clase media se arruinará y que el crecimiento se verá reducido a tasas extremas y ¡cuánta cosa se les ocurra!
Lo preocupante de esta situación, es que dirigentes de organizaciones de las Mipymes se hayan comprado todo esto y aparezcan apoyando- de una manera u otra- los ataques a la reforma tributaria, con lo cual no solo confunden, sino que dejan la impresión que nuestro sector se ha colocado al lado de los que no quieren cambios en Chile. ¡Y eso no es así!
Tenemos que entender que somos víctimas de la desigualdad, que se intenta corregir. Si nuestras ventas no se elevan y nuestra participación en el PIB sigue siendo baja, no se debe a que hemos sido incapaces, sino a que estamos insertos en un sistema económico que apunta a la concentración de la riqueza. ¡Esto es lo que hay que empezar a corregir!
Nuestras organizaciones no deben equivocarse en el rumbo que debemos seguir, ello implica no temer a las transformaciones y dejar de escuchar los cantos de sirena, que pretenden atraernos al camino equivocado.