Mi hermano Ángel Fantuzzi que quise mucho, una vez me dijo que él estaba en el peor de los mundos, el empresarial un mundo que se identifica cómo egoísta, desigual y el político otro terreno totalmente desprestigiado. Como “guinda de la torta” sólo le faltaba tener un “motel” para culminar su carrera en las profundidades.
A lo que me refiero con esto, es el alto nivel de despreocupación de los empresarios chilenos creyendo que el único objetivo de una compañía es vender y tener una rentabilidad en números azules y ojalá la más contundente.
Hace ya varios años se ha ido desarrollando un nuevo modelo y concepto de RSE, Responsabilidad Social Empresarial, donde las compañías han utilizado esta herramienta como publicidad y no con el verdadero objetivo de tener buenas conductas corporativas.
Para mí el termino de RSE está muy manoseado innecesariamente y me llama mucho la atención que cada vez que pregunto sobre entidades que tiene trabajadores discapacitados, sólo el 1% de los empresarios me manifiesta tener a colaboradores en sus filas con algún problema físico o motor.
Muchos se “vanaglorian” que sus empresas realizan aportes considerables a instituciones de beneficencia, como por ejemplo la Teletón, es un “desfile” de compañías que hacen aportes millonarios, pero muchas de ellas no mantienen una política de integración, es sólo una pantalla para mejorar la imagen corporativa.
Según un estudio de Fonadis el 12, 9% de la población chilena presenta un tipo de discapacidad, la cual no se considera en el mercado laboral.
En algunos países cómo por ejemplo Holanda, las políticas de responsabilidad social se enfocan principalmente en tres aspectos las famosas “3p” profit (utilidad), people (personas) y planet (planeta), cumpliendo con estos tres requisitos se les entrega el sello de una empresa preocupada por el medio ambiente y asimismo el cliente o usuario podrá elegir productos de compañías que tiene una visión de sustentabilidad, aunque tengan un costo más elevado.
Hemos sabido vender nuestros productos o servicios pero todavía no aprendemos a vender nuestra imagen, donde la ética y los valores están implícitos en cualquier actividad que uno realice y no tiene que ser necesario que estén escritas para poder recordar las buenas prácticas que todos deberían aplicar.
Mientras que la sociedad se empodere, los ciudadanos serán más exigentes y castigarán a las empresas que no cumplan con la visión de responsabilidad con el entorno, ya que se considerará situaciones que antes eran normales, cómo abusos hacia los consumidores.