En medio de un ambiente que le es connatural (la ENADE) y en su característico estilo grandilocuente y auto referente, el Presidente Piñera ha dado un discurso en el que nuevamente ha pretendido convencernos de que su gobierno es el mejor de la historia y que lo realizado por los gobiernos anteriores, o sea por la Concertación, corresponde, según sus palabras, a “12 años de vacas flacas,en que la pobreza había reventado,Chile había perdido su liderazgo”, etc.etc.
No pretendo comentar las implicancias técnico-económicas del discurso del Presidente, porque no soy economista y sobre todo porque pienso que uno de los problemas de este país es reflexionar acerca de su futuro desde la economía y no con la economía.
Es así como se le ha otorgado al subsistema económico una suerte de sacralización y rol plenipotenciario sobre el resto, particularmente sobre lo político, olvidando los imprescindibles componentes socio-culturales y ético-valóricos que son inherentes a cualquier proceso de cambio y desarrollo.
Me han sorprendido sí algunas afirmaciones y comentarios de la exposición presidencial ante el empresariado, no solo por su estilo peculiar ya comentado, sino también por su sustrato ideológico claramente neoliberal, por la falta de contextualización de las mismas y por su incompatibilidad con cifras y datos que deberían ser del conocimiento de tan alta autoridad.
A modo de ilustración, solo me remitiré a comentar las siguientes.
1. Ha sido el continente Latinoamericano, en su inmensa mayoría, el que ha experimentado en la primera década del nuevo siglo mejoras en las cifras consideradas como indicativas del avance socio-económico.
Es así como la reciente publicación de Naciones Unidas titulada “Panorama Social de América Latina 2012″, señala, entre otros, que el continente ha crecido en promedio más del 4%; que las tasas medias de desempleo son inferiores al 8% y que entre el 2009 y el 2011 ha habido una reducción en la región de ocho millones de pobres.
Ahora bien, si consideramos una cifra de la que suele ostentar frecuentemente el actual Presidente y sus partidarios, esto es, el llamado Producto Interno Bruto (PIB), tenemos que durante el 2011 creció en un 4,3% en promedio en la región, equivalente a una expansión del 3,2% del producto por habitante. Al respecto, países tales como Panamá, Argentina, Ecuador, Perú y Uruguay, muestran tasas de crecimiento por habitante mayores que Chile.
Por lo tanto, estamos en un período en que, por causas que no cabe analizar aquí, América Latina en general ha evidenciado cifras positivas.
Hablar y/o difundir reiteradamente que Chile tiene un liderazgo en el continente y en el mundo, me parece una frase mezcla de etnocentrismo y publicidad engañosa.
2. En relación a la afirmación presidencial de que “la pobreza había reventado a fines de ese período”, refiriéndose a los gobiernos de la Concertación, solamente cabe recordar que cuando este conglomerado político llega al poder después de la recuperación de la democracia, Chile tenía un 38,6% de pobreza y el año 2009, con la misma metodología de medición, había bajado al 15,1% (!! 23,5 puntos!!).
Desgraciadamente, no podemos intentar una comparación con la actual administración y considerar las encuestas de hogares (instrumento de medición tradicionalmente usado para medir la pobreza), ya que estas cifras que ha entregado el actual gobierno han sido puestas en cuestión por los propios organismos internacionales, lo que convierte cualquier análisis en algo no confiable.
3. Resulta ya majadera la tesis gubernamental, reiterada por el Presidente, que postula de manera expresa o tácitamente, que el crecimiento del país es el indicador por excelencia o la condición suficiente en el camino al desarrollo del país. La evidencia histórica demuestra que las cifras positivas de crecimiento (a partir básicamente de cifras macroeconómicas), no son sinónimo de desarrollo ni mucho menos garantiza la equitativa disponibilidad de los mayores bienes y servicios.
Estamos en presencia de lo que se podría denominar el mito del crecimiento, el que apoyado e inspirado en una racionalidad básicamente instrumental, omite o desconoce lo esencial del desarrollo, de un desarrollo humano, cual es, la ampliación de opciones para la gente y el equitativo aprovechamiento de las oportunidades que genera la sociedad. Es un hecho indiscutible que en el Chile de hoy estamos aún muy lejos de esto último.
4. Pero, sin duda que la frase más temeraria del presidente Piñera es aquella en la que expresa que “recuperamos la capacidad de reducir la pobreza y las desigualdades”.Al respecto, lo primero que hay que clarificar es que la pobreza es algo diferente a la desigualdad, esto es, puede suceder, como ocurre en Chile, que se reduzca la pobreza y sin embargo se mantenga o aumente la desigualdad.
En efecto, contrariamente a lo sostenido por el Mandatario, nuestro país actualmente no sólo se encuentra entre los más desiguales del mundo, como ha sido reiteradamente demostrado, sino que también presenta una concentración económica que linda con la tolerancia ética y social.
Tal cual lo indica la ya mencionada publicación de Naciones Unidas, “Panorama Social 2012″, Chile se encuentra entre aquellos países en que el 10% más rico de la población accede al 40% del total de ingresos del país, mientras que el 40% más pobre accede entre el 11% y 15% del ingreso total del país.
Asimismo y tal cual lo expresan Ramón López y Eugenio Figueroa en “Lucksic, Angelini, Paulmann, Matte y Piñera, cada uno de ellos gana lo mismo que un millón de chilenos”. (Publicación de enero del 2012 y también publicada por CIPER), los cinco hombres más ricos de Chile, acumulan ingresos equivalentes a 5 ó 6 millones de chilenos.
Pero hay más, un análisis de varios estudios al respecto, permite concluir que el país muestra una realidad bastante insólita y agresiva en sus implicancias, consistente en que las desigualdades, concentración de la riqueza y el asimétrico acceso a los bienes y servicios actuales, a pesar del “pretencioso crecimiento”, es mayor que la que se daba hace 50 años, esto es en los 60s.(1)
Creo que hay razones de sobra para ser más humildes, autocríticos y rigurosos.
(1) Ver entre otros, Ricardo French Davis “Entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad”, Santiago 2003; Osvaldo Larrañaga “Distribución del ingreso en Chile 1958-2001″, Santiago 2001 y Andrés Solimano “Desigualdad Social en Chile”. Revista de la Cámara de Diputados, marzo 2010.