El reciente conflicto con los trabajadores de recolección de basura, trae a la palestra la permanente negociación del salario mínimo. Ésta define una remuneración en base a una política asistencialista, cuyo objetivo es eliminar la pobreza y asegurar la satisfacción de necesidades de todos los trabajadores y sus familias.
El problema es que la negociación se realiza en torno a una variable única: el sueldo y éste es una posición y no un interés.
Sin embargo, todo negociador experto siempre debe realizar acuerdos en base a intereses y no a posiciones.La pregunta es ¿cuál es la motivación subyacente cuando se intenta modificar el sueldo mínimo?, ¿por qué las partes quieren tal o cuál figura de remuneración? La respuesta es simple y conocida: “eliminar la pobreza”.
Cada año hay alrededor de 800 mil personas que perciben la paga más baja fijada por ley. En general se trata de trabajadores con escasa o nula calificación, altos índices de rotación, pocas herramientas para negociar sus intereses y bajo nivel de confianza con sus empleadores y con pocas herramientas para negociar sus intereses.
Además de los desafíos técnicos por no ser lo suficientemente calificados, también tienen que superar barreras culturales asociadas a una mala o inexistente educación.Poseen una mirada de corto plazo, dificultades para la comunicación y comprensión, poca disciplina y baja formalidad en sus relaciones laborales.
El problema es que nada de esto se soluciona con un sueldo mínimo determinado, por muy alto que éste sea. Por lo tanto, el foco permanente sólo en la figura de una remuneración mínima, desconectada de otros “estímulos”, no asegura la consecución del objetivo que esta política asistencialista persigue.
Por otro lado, está bastante probado que la explicación fundamental para el aumento de ingresos individuales de un empleado, es su nivel de capacitación formal.
Considerando estos dos elementos, un buen negociador debería diseñar su estrategia pensando en abordar el interés subyacente de las partes en la mesa. Esto es eliminar la pobreza.
Por lo tanto, se podría perfectamente establecer un sueldo mínimo base bajo, como el que existe hoy, y en vez de centrar la discusión en cómo subirlo año a año, se debiera focalizar la discusión en qué hacemos como sociedad, para que estas 800 mil personas se sometan a un proceso de formación y calificación técnica que les permita salir del círculo de la pobreza por sí mismos.
Un modelo posible a negociar, debiera establecer ciertos parámetros con el objetivo de ordenar y mejorar la situación actual que los afectados viven.
Éste podría organizarse de la siguiente manera; que todo trabajador sin las competencias requeridas ganase el mínimo base, pero que a su vez, se defina un currículo de calificación técnica, se fuerce a los empleados a cursar cierto número de créditos de estudios, se cree una escala de sueldo mínimo que vaya aumentando conforme al rango etario, con el objetivo que las personas suban su nivel de ingresos en la medida que acumulan capacitación.
Este eventual programa se podría limitar hasta los 27 años. A partir de esa edad, el salario base ya no se incrementa. Bajo cierta remuneración máxima de referencia, todos los trabajadores podrían estar sujetos a calificación y capacitación y esta última la asumen las empresas que emplean la mano de obra y se descuenta de la misma manera que hoy se pagan las leyes sociales.
El propósito de un sistema de esta naturaleza no es que el recolector de desechos gane más dinero en la medida que tenga más créditos. La actividad siempre será de baja remuneración, y está bien que así sea si no requiere perfeccionamiento y no agrega valor. El objetivo de este modelo es que el trabajador a los 27 años deje de ganarse la vida como alguien que recoge desechos porque ya tendría suficiente calificación para optar a un empleo de mejor calidad y de mayores ingresos.
El problema con el sueldo mínimo como está planteado hoy, es que por sí solo no resuelve el problema subyacente. Si no hay calificación y educación, un trabajador que parte como barredor de calle a la edad de 20, termina haciendo lo mismo a los 65.
Una negociación multi-variable como ésta, tendría muchas más oportunidades de acuerdos, sería bastante menos politizada, daría mayor estabilidad al escenario económico y político, y estaría centrada en el interés real de los actores que participan en ella.
Varias de estas cosas ya existen hoy y se utilizan. Por ejemplo el código SENCE, pero de manera modular, electiva, no sistemática y no conectada forzosamente con el sueldo mínimo.
Para que esto funcione, hay que tomar conciencia de que la naturaleza humana es individualista y que el interés de las empresas es la de maximizar la riqueza de sus dueños, no eliminar la pobreza. Ambas cosas no son ni buenas ni malas.Simplemente son.
Un buen negociador no se lamenta del contexto en que su negociación se desarrolla, sino que diseña la estrategia dado el contexto que enfrenta. Lo mismo deberían hacer los gobiernos a la hora de negociar el sueldo mínimo.