O un curso de ética para quienes han diseñado nuestra institucionalidad.
Ha causado conmoción pública la sanción que recibieron los ejecutivos involucrados en la colusión de las farmacias. Sus decisiones afectaron a miles de personas enfermas, a quienes se les manipuló para que pagaran demás por los remedios que necesitaban, algunos de los cuales eran asuntos de vida o muerte.
La sanción dictaminaba, “deben asistir a un curso de ética”. El ordenamiento jurídico permite que haya un abismo moralmente devastador entre la gravedad de la acción criminal y la sanción recibida por los ejecutivos involucrados.
Esto hiere gravemente el alma de Chile, ya tan deteriorada por tantos hechos como la ley de pesca, la aprobación de ciertas centrales eléctricas, los casos La Polar y Agrosuper-Freirina, y varios otros casos de corrupción.
Los liberales siguen creyendo que el libre mercado, con pequeñas, ojala mínimas correcciones, es el principal baluarte que se debe defender y han dejado morir, sin ninguna compunción a miles de pequeñas farmacias a manos de 3 grandes actores, que controlan el 80% del mercado en unidades y el 93% del mercado en ventas.
Estas tres cadenas no han competido lealmente, ni frente a los consumidores (ha habido ya dos grandes casos de colusión sancionados por los tribunales), ni frente a sus proveedores (caso de los productos genéricos), ni mucho menos frente a sus competidores ( guerras de precios), hasta que los dejan fuera del mercado. Una vez que el pequeño competidor sale del mercado, los precios han vuelto a los niveles anteriores.
Las tres cadenas de farmacias que existen en nuestro país están integradas verticalmente a través de distintas empresas que importan, fabrican, hacen distribución mayorista y al retail de fármacos, además de hacer intermediación financiera a través de sus propias tarjetas de crédito.
Incluso están integradas con centros médicos, y los bonos y beneficios que manejan los visitadores médicos, lleva la colusión hasta las mismas consultas de los facultativos.¿Dónde está el mercado?
Hace dos décadas había en Chile más de dos mil farmacias independientes, hoy sobreviven poco más de 400, la mayoría de las cuales han acumulado pérdidas en los últimos años y están a punto de quebrar.
¿Ha ganado Chile con la desaparición de más de 2000 farmacias?, creo que no.
¿No es consustancial a la libre competencia el promover que haya varios competidores en cada mercado?
¿No tiene la institucionalidad vigente nada mejor que unos “Cursitos de Ética” para proteger a los consumidores y los competidores más débiles de los abusos de posiciones dominantes de unos pocos actores que concentran y absorben toda la cadena desde la investigación, producción, distribución mayorista y retail e incluso con la provisión de los servicios asociados a la salud?
¿No podrían los parlamentarios haberse esforzado un poco más con las leyes que protegen al consumidor y a los pequeños competidores? La triste conclusión de esta historia es que ha habido solo un ganador con la libre competencia en la industria farmacéutica y de la salud: los dueños de las grandes cadenas de farmacias.
Si esto es escandalosamente cierto y nuestra institucionalidad es insuficiente para asegurar el comportamiento de los agentes en la industria de la salud, el bien público más preciado después de la educación, ¿a qué estamos expuestos entonces en los otros mercados (no mercados)?
Parece que debemos parar un rato y mandar a toda nuestra institucionalidad de la libre competencia, y sus actores y a los autores de las legislaciones respectivas a tomar un curso de ética.