El Chile republicano de comienzos del siglo 20, y particularmente de la mitad de dicho siglo en adelante significó la adopción progresiva del concepto del Estado de Bienestar por parte de los políticos progresistas que siempre miraron a Europa como el continente a seguir.
El año 1973 marca el inicio en nuestro país de un huracán demonizador de todo lo que sonara a estado, a la vez que empieza a instalarse la idea fuerza de que la gestión privada era indiscutiblemente más eficiente que la pública, que la mayor competencia se traduciría en mejor asignación de los recursos, y que el crecimiento económico traería el siempre esperado y nunca logrado bienestar para las mayorías.
Esta idea fuerza, al término de la guerra fría y la muerte de los socialismos de la Europa del Este, fue fortalecida con la famosa aseveración del término de la historia, ya no había nada más que hacer, el capitalismo había triunfado y había que someterse a el para convertirlo en un modelo “lo más humano posible” (recordemos que se acuñó incluso el término “economía social de mercado”), la infalibilidad del mercado, lo inadecuado de las ideas socializantes.
La teoría del chorreo se instalan en el mundo de los conceptos y también a sangre y fuego con la cruenta dictadura que azotó a nuestro país durante 17 años.
Se privatizó la mayor parte de la economía, se generaron condiciones generosísimas para el ingreso de capitales extranjeros (DL 600),que en muy poco tiempo se adueñaron de gran parte de la minería, de la generación y distribución eléctrica, de las telecomunicaciones, de la gran industria de alimentos, y de muchos otros sectores.
En paralelo el gran capital nacional tomó control de la banca, los seguros, las financieras, las empresas de logística, los transportes aéreos, navales y terrestres, se traspasó al sector privado cientos de miles de millones de dólares que componían el ahorro previsional de millones de chilenos, (AFP) se privatizo la salud (Isapres), se trasladó (pero sin los recursos necesarios) a los municipios la salud básica y la educación preescolar, básica y media. Se privatizo en la práctica gran parte de la educación superior técnico profesiónal y universitaria
En el segundo gobierno de la concertación se inicia la privatización del agua y los servicios sanitarios, estas privatizaciones al igual como ocurrió en dictadura con la energía, y las telecomunicaciones fueron acompañadas de premios, autorización de alzas de tarifas para “financiar las inversiones necesarias para asegurar una mejor calidad de servicios”, y por supuesto garantizar utilidad a los bondadosos privados que se hacían cargo de tan delicada tarea “social”.
El Gobierno de Piñera consolida la privatización del recurso más valioso y el único absolutamente imprescindible para la vida, el agua.
Hoy el agua chilena no es un bien público y se ha transformado en una mercancía más.
Debieron pasar cerca de 40 años para que se empezaran a caer las catedrales del consumismo y el libremercadismo, las crisis asiáticas, de México, de EEUU, de Europa han mostrado la debilidad del sistema económico global; Japón y Alemania, otrora campeones del capitalismo entran también en crisis.
En nuestro país, la excesiva concentración económica empieza a mostrar sus frutos, una de las peores distribuciones de ingresos del mundo, lo que nos convierte en uno de los países con más injusticia social.
La instalación de prácticas abusivas permanentes en la empresas grandes con respecto a las pequeñas, el desprecio por la ciudadanía y sus derechos, el atropello permanente a los denominados “reyes” del mercado (consumidores o compradores), el robo como práctica institucionalizada (casos como los de La Polar, Jumbo l, las Cadenas de farmacias, las productoras de pollos y otros).
Pero el sistema, innegablemente empieza a hacer agua, algunas muestras: la Central Termoeléctrica Barrancones, cuya autorización de funcionamiento otorgada tuvo que parar el Presidente, la paralización del proyecto Hidroaysén , la suspensión de la autorización para operar a Agrosuper en Freirina, y la gota que colma este vaso, los sucesivos cortes de agua de la eficiente empresa Aguas Andinas, que, naturalmente se embolsicó los miles de millones de dólares que por años pagamos los consumidores para financiar “inversiones” que al parecer nunca se hicieron.
El mercado no es infalible, más bien es bastante imperfecto y sirve solo a los grandes, el actual aparato del estado (picarizado por la dictadura y mantenido en forma mínima por la concertación) no es capaz de regularlo como se debiera.
La gran empresa no adopta por su cuenta buenas practicas, no existe el chorreo, la economía cada día se concentra más, y la distribución del ingreso es cada día más desigual.
La codicia de unos pocos mega empresarios (que en privado reconocen que en Chile se gana mucho más que en Europa, EEUU y Asia), es un huracán que está devastando nuestro país, debemos ponerle atajo y esa deberá ser sin lugar a dudas una de las principales tareas del nuevo gobierno del país. Así lo demanda la ciudadanía, así lo demandan las organizaciones sociales.
Debemos entender que los problemas generados por la lucrativa e ineficiente empresa monopólica Aguas Andinas, solo son un pálido reflejo del huracán de la codicia que azota a nuestro país.
Solo una ciudadanía crítica y movilizada y empoderándose cada día más podrá salvarnos del destructivo huracán que se resiste a retirarse.
Un nuevo país es posible, debemos seguir derribando los paradigmas instalados por los poderosos, el Estado Chileno debe recuperar su capacidad de intervenir y no ser sólo “subsidiario”.
Los grandes empresarios deben entender que es imprescindible que cambien sus prácticas abusivas con los consumidores y los pequeños empresarios, y si no lo hacen voluntariamente deberán hacerlo por el imperio de la ley y de la autoridad del estado.
Así como la política tributaria debe permitir una redistribución importante del ingreso en la base y se debe garantizar a todo el que lo necesite salud y educación de calidad y gratuita.