Los japoneses son gente ocurrente. Por ejemplo, han reemplazado el papel de los baños por higiénicos chorros de agua. Claro, no siempre tienen buenas ideas. A veces se les ocurre invadir y masacrar a sus vecinos. Ahora, llevan quince años intentando salir de la crisis a punta de contraer el gasto. Eso los ha estancado y ¡endeudado a tope! Ahora han dado un viraje espectacular, apretando el acelerador a fondo. Si les resulta, el mundo entero los va a seguir, la crisis se va a superar y las monedas y deudas se van a licuar – junto con los fondos de pensiones del Willy.
Un artículo de Peter Tasker en el Financial Times (FT January 11, 2013), describe la situación de modo tan claro, que vale la pena reproducirlo en parte.
Recuerda que los japoneses rara vez hacen las cosas a medias. El “boom” de los años 1980 fue probablemente el mayor de la historia, tanto que la bolsa de Tokio llegó a representar la mitad de la capitalización bursátil mundial – la bolsa chilena está todavía más inflada, en relación al producto interno bruto (PIB).
La contracción fue igualmente intensa. 23 años después del “crash” de 1989, la bolsa de Tokio sigue rozando mínimos históricos y el PIB nominal es similar al de 1992. A pesar de eso la política macro económica sigue siendo contractiva, el año pasado el gobierno propuso duplicar los impuestos al consumo.Lamentablemente, el premio a tal rectitud ha sido una explosión en la relación de la deuda con el PIB.
La política monetaria ha sido igualmente cautelosa. El Banco Central ha sido igualmente cauteloso. Hace poco culpó la persistente deflación a la infertilidad de las mujeres y no a su propia política monetaria – está como el Willy, que alega que la gente y especialmente las mujeres no tienen pensiones porque “duran más” y no porque el sistema de AFP se queda con la plata de las cotizaciones.
Tasker recuerda que hasta Milton Friedman, que no era ningún tonto, declaró que la crisis de Japón se debía a su equivocada política monetaria y que no había que confundir tasas bajas con dinero fácil ni tasas elevadas con dinero restringido; en ocasiones, dijo, esto funciona al revés.
Tarde o temprano un político iba a captar el mensaje, como lo ha hecho el nuevo primer Ministro, el derechista Abe, que ha iniciado un amplio programa de obras públicas.
Más importante, Abe ha amenazado terminar con la independencia del banco central si no aplica una política monetaria agresiva. Exige una meta explícita de inflación y un Yen más débil, garantizado mediante un acuerdo entre el gobierno y el banco central.
Ello rompe con dos tabúes, dice Tasker: por una parte, que no se pueden manipular los tipos de cambio y por otra, el de la supuesta “independencia política” de los bancos centrales. Eso no es así, dice Tasker, puesto que la política monetaria de hecho regula la relación entre deudores y acreedores y su supuesta “independencia” oculta un sesgo abierto a favor de estos últimos.
De esta manera, el articulista del diario británico devela la causa profunda de la incomprensible y dañina “austeridad” fiscal y monetaria en tiempos de crisis: ella favorece a los acreedores, puesto que retrasa la inevitable licuación de las deudas, que en tiempos de “boom” han crecido muy por encima del PIB, a veces a lo largo de dos o tres décadas, como ocurre en la actualidad.
Evidentemente, en el largo plazo nada puede crecer más que el PIB, que mide todo el valor generado año tras año. Por este motivo, tarde o temprano, las crisis terminan por desinflar aquello que ha crecido desproporcionadamente, sea directamente mediante quiebras o, en caso que éstas se eviten como ha ocurrido con el salvataje estatal a los bancos, mediante licuación de las monedas en que dichos “activos” se hayan expresados, es decir, mediante devaluaciones e inflación.
Si la economía de Abe funciona, sería otra ocurrencia japonesa digna de ser imitada – aunque lamentablemente vaya a reducir los fondos de pensiones del Willy a sus reales dimensiones.