Honestamente, en el debate público, que cada cual tenga posiciones definidas, por muy opuestas que sean, es algo que se acepta, e incluso se aplaude, porque habla de la transparencia y honestidad del adversario. El problema es cuando las verdaderas posiciones se ocultan tras discursos y planteamientos que terminan en el viejo truco del gatopardo, aparentar que se quiere cambiar todo cuando en realidad se quiere dejar todo igual.
Creo que la solución en materia de licitaciones pesqueras planteada por el gobierno y respaldada por algunos parlamentarios es justamente eso, gatopardista, aparenta ser una solución que romperá los monopolios, cuando en realidad todo lo que hacen es consolidar la situación actual.
¿Porque son importantes las licitaciones? Repasemos lo básico. Los peces están en el mar, se pueden pescar. Si se pesca demasiado, no se logran reproducir a tiempo, amenazando el recurso. Se puede pescar, pero hasta ciertos límites, y esos límites son las cuotas pesqueras.
La cuota global es el total de toneladas anuales que se pueden pescar de una especie en particular. Las cuotas individuales son los máximos que permito a cada uno pescar.
La primera definición es cuanto de la cuota global dejo a los artesanales y cuanto a los industriales. Luego defino, de la cuota industrial, cuanto le asigno a cada industrial. La cuestión es cómo, bajo qué procedimiento, asigno entre los distintos industriales estos permisos.
Lo que se ha hecho hasta ahora es dar continuidad a aquellos que ya contaban con estas cuotas. “Reconocer derechos históricos” se señala. Se supone que lo que antes era bueno, lo sigue siendo. Y se supone que esas cuotas son una suerte de derecho adquirido, inviolable, para el industrial. Honestamente, esto se asemeja mucho a las encomiendas coloniales, principal base en que se sustentaba la aristocracia criolla y que tiene repercusiones hasta el día de hoy en la inequidad de la estructura social chilena.
Hasta el minuto, tal como se encuentra el proyecto de ley de pesca, lo que se va a hacer en Chile en buena parte es reconocer eso.
Se establecen unas licencias Tipo A, asignadas directamente a los que ya tenían, y vienen teniendo desde siempre. Por 20 años, pero renovables de forma casi automática, o sea que en realidad son a 40, 60, 80 años, etc. En otras palabras, son cuotas perpetuas. El industrial sólo puede perder la licencia si realmente comete barbaridades de varios tipos.De otra forma la tiene asegurada de por vida.
Pero luego, viene el gatopardo. Señala que se van a licitar unas pequeñas fracciones de la cuota industrial, si la pesquería llega nivel igual o superior al 90 % de su rendimiento máximo sostenible (RMS, máximo de toneladas anuales que se pueden pescar sin afectar sostenibilidad del recurso). Con esto, se dice, cuidan ambientalmente el recurso, porque sólo se van a licitar pesquerías que se encuentren sanas, sostenibles.
En realidad, con esto se asegura que nunca haya licitaciones. Primero, nada tiene que ver el RMS con la forma en que asigno las cuotas individuales. El RMS ayuda a establecer la cuota global. El mecanismo en virtud del cual dicha cuota se subdivide entre los distintos industriales es una cuestión completamente diferente.
Al mezclar ambos temas (RMS y licitaciones) se da la apariencia de ser “ambientalmente amigable”, cuando en realidad se están poniendo condiciones que nunca se van a cumplir y, por ende, nunca habrá licitaciones. El gatopardo.
Segundo, es ambientalmente contraproducente, un incentivo perverso. Quienes tienen cuotas en la pesquería involucrada, se van a encargar de que, sobrexplotando, nunca se llegue a ese 90% del RMS. Se puede dañar el recurso con este incentivo.
Si se designa solo a los que ya tienen, me aseguro de que nada cambie. Si se licita, ingresan nuevos actores, se introduce competencia donde hoy es solo rentismo, pongo los incentivos para que se hagan las cosas bien.
Rompo los monopolios aumentando la eficiencia del mercado. Todo esto repercute en la mesa de millones de chilenos de clase media y de menores recursos, que tienen poco o nada acceso a pescado. Solo 7 kg al año, en un contexto de obesidad infantil y enfermedades cardiovasculares. Donde tengo más acceso a pollo (criado y alimentado con harina de pescado) que a recursos marinos.
Pero para no licitar se ponen cientos de excusas. Unas más gatopardas que otras. Que no ha resultado en ningún lado, se señala, y se citan los ejemplos de Rusia y Estonia, sacados (pero nunca citados) de un artículo de The Economist que hablaba de la pesca en Chile. ¡Por favor, Rusia y Estonia no son ejemplo de nada a la hora de hablar de instituciones públicas y licitaciones de cualquier tipo!, y Chile puede mostrar muchas fortalezas al respecto.
Se dice que va a generar desempleo, y se escucha la voz de trabajadores del sector industrial que van a quedar desempleados. Claro, se le quita una parte a unos pocos industriales para dárselas a otros, entonces los trabajadores de esas industrias se ven amenazados. Pero en realidad lo más probable es que aumente el número neto de empleos en el sector, porque más industrias absorben más mano de obra y si se destina a pescado para consumo humano, mucho más empleo se crea.
Se dice que las licitaciones son para que industriales chinos puedan llegar a pescar a Chile, lo que es una amenaza. En realidad, si ellos quisieran, comprarían en la bolsa cualquiera de las empresas que cuentan con cuotas aseguradas, y listo.
Y por cierto, no hay ningún solo experto, ningún economista o especialista en políticas públicas que respalde la asignación histórica de los recursos y hay decenas que apoyan las licitaciones. Pero en el Congreso, parece que no existieran.
La existencia o no de licitaciones en todo o parte significativa de la cuota industrial, sin condiciones incumplibles, va a hacer la diferencia entre una ley gatoparda o un verdadero cambio (mínimo y obvio por cierto, pero por Dios que difícil!) en la forma en que administramos los peces de todos los chilenos.
Hoy, a pesar de 6.500 kilómetros de costa, en nuestro país el pescado es caro, y poco accesible. Para cambiar esta realidad el único camino es detener los monopolios, introducir competencia en el sector, apostar por industrias nuevas, con tecnologías que faciliten que el pescado llegue a la mesa de los chilenos. Sin licitación, o leyes gatopardas, todo va a cambiar para que todo siga igual.