“Aumentar el salario mínimo afectará el empleo”, “esto llevará a la quiebra a las Pymes”, “el problema es la baja productividad”, “no estamos para populismos”, “seamos serios”, “usted no sabe nada de economía”…
¿Cuántas veces hemos escuchado estas frases? Si el salario mínimo sólo hace que pierdan empleo los más pobres que tienen baja productividad, ¿por qué derechamente no lo eliminamos como desearían muchos economistas y políticos que ya a esta altura no lo dicen públicamente simplemente por pudor?
“Si es muy fácil, no se trata de ser injustos, hay personas cuyo valor de lo que producen es menor a $195.000, si pones un salario mínimo por sobre ese monto, ¡a esa persona la despedirán!”
Lo cierto que así como hay evidencia que el salario mínimo afecta el empleo de los más pobres también hay evidencia de lo contrario. Todo depende. ¿Por qué?
Es que la economía no es tan simple como quieren hacernos parecer. Cuando los mercados funcionan de forma “perfecta”, efectivamente el salario responde al valor de la productividad del trabajador.
Si un trabajador le pagan menos que eso, encontrará rápidamente un mejor oferente hasta que el salario de equilibrio sea el valor de lo que produce. Si al empleador le exigen pagarle al trabajador más de lo que valora el trabajo de éste último, lo despedirá o no contratará más gente. Así, salarios mínimos, regulación laboral, incluso sindicatos, ¿para qué? Puro perjuicio a los más pobres.
Pero eso sucede sólo en la mente de algunos. En el mundo real, muchos trabajadores, hombres y sobre todo mujeres, por miedo a quedar desempleados por un largo tiempo, prefieren emplearse “en lo que haya” aun cuando la retribución no sea la justa. Otros, no tienen más alternativa que uno o dos empleadores de calidad en su zona geográfica.
¿Podrían viajar a otra ciudad? Pero, ¿y el costo de traslado? Quedarán trabajando así en las condiciones que el empleador fije.
El salario mínimo ofrece así una protección, modesta pero necesaria, contra un verdadero crimen: la explotación laboral. Una protección frente al hecho de que por ser pobre, por no tener otra alternativa, por miedo al desempleo, porque es lo mejor que se puede tener, el empleador se aproveche y retribuya “con lo que hay”.
A estas personas, el salario mínimo se le ofrece como un mínimo de dignidad y que siempre que se ubique cerca de lo que el empleador se beneficiará de su trabajo, lejos de poner en riesgo su empleo, lo fortalecerá, e incluso aquella persona estará dispuesta a trabajar más por ello.
Ahora bien, el salario mínimo, siempre afectará negativamente a algunos (los que efectivamente tienen una productividad más baja que el mínimo) y beneficiarán a otros (los explotados laboralmente).
¿Afectará el empleo promedio? Depende del monto, de si se está en tiempo de bonanza económica o no, del grado de explotación. La evidencia no es conclusiva y depende de todo esto. Hoy estamos en un momento donde tenemos un salario mínimo bajo relativo a la historia reciente. Y sigue siendo un “salario de hambre”, lejos del ético.
¿Cuál es el salario mínimo adecuado? Allí cabe entonces el juicio técnico, ético y político.Ver las circunstancias en las que está el país, las personas, qué se quiere resguardar y recurrir a la creatividad y a instrumentos complementarios.
¿Cómo actuar políticamente con los trabajadores de más baja productividad? Un salario mínimo diferenciado por edad , o por experiencia laboral, puede ayudar.Eventualmente pensar en salario mínimo por industria. He aquí el rol imprescindible de los sindicatos.
¿Afecta esto más a las Pymes? Claro que sí, pero ¿por qué no buscar instrumentos complementarios como un subsidio a la contratación especial para ellas y para trabajadores de baja productividad? ¿O un descuento en sus impuestos por trabajador contratado?
No es la panacea el salario mínimo, evidentemente hay un problema de productividad detrás de los salarios bajos y no se puede abusar de él.
Por otro lado, no es la única protección al trabajador ni mucho menos. Hay todo un sistema laboral que tiene que operar de forma justa, y donde muchas políticas se complementan.
Hay que tener una mirada integral para mirar lo laboral. Pero el salario mínimo es un instrumento que, bien utilizado, ayuda a la protección contra la explotación laboral y reconoce en parte la dignidad básica del trabajo humano.