La aprobación condicionada del nuevo paquete de ayuda a Grecia, para que pueda pagar sus compromisos derivados de su enorme deuda, plantea interrogantes de tipo general y otras específicas a los países de la Unión Europea.
En un plano general, podemos decir que el debate sobre los sistemas económicos ha cobrado un renovado impulso en los últimos años, en que la economía internacional ha sufrido una turbulencia tras otra. Es frecuente encontrar sesudos comentarios y opiniones sobre los Modelos y los Sistemas, cuando lo que debería estar en cuestión son las Políticas Económicas que han existido en los distintos países.
Luego de la verdadera debacle financiera y económica del 2008-2009, que se inició en EEUU, el mal llamado “Modelo Europeo” (dada las diferencias entre países, no existe un modelo), pasó a ser el paradigma a copiar por los enamorados de la imagen de un esquema de sociedad del bienestar, en el sentido de garantizar los también mal denominados “Derechos Sociales” (¿a quién se exigen esos derechos?).
Muchos hablaban del ocaso del capitalismo, del crepúsculo terminal de un sistema económico y social.
En estos días, frente a la recesión que enfrenta buena parte de los países de ese continente, quienes admiran un sistema basado en los mercados libres y en el esfuerzo personal como base única del desarrollo económico y social han arremetido con fuerza, contra las regulaciones y los impuestos, que casi siempre tildan de “excesivos”, pidiendo recortes al gasto público, privatizaciones y liberalización de los mercados, especialmente las regulaciones laborales.
Ellos hablan de una etapa que marca el fin de los sistemas económicos en los que se sostendría la sociedad del bienestar.
Por supuesto, la descripción anterior es demasiado gruesa, sin sutilezas y superficial.
El punto que deseo resaltar es que, aun cuando se hagan precisiones y se profundice, buena parte del debate, sobre todo el que existe en Chile, se fundamenta en caricaturas mal dibujadas, en simples trazos gruesos de lo que ocurre, etiquetando con conceptos imprecisos, con desconocimiento de los procesos de las últimas décadas e ignorando la acumulación de conocimientos en ciencias sociales.
Un poco de profundización nos muestra un panorama bastante diferente a la caricatura, más complejo, con grandes fallas en políticas económicas y no derivadas de un modelo casi inexistente.
Como se ha señalado muchas veces, se ajusta la realidad a la ideología, llegando incluso a desconocerse lo factual, las cifras o, lo que es casi peor, eligiendo los hechos y cifras que sirven para ratificar el discurso preparado con antelación.
Ejemplo de ello es la afirmación que hace pocos días hizo un columnista, de que el mayor problema en los países de la Unión Europea estaba dado en que sus economías se basaban en el socialismo, estatismo y carencia de incentivos por los altos impuestos.
O los dichos de una dirigente estudiantil, al decir que el capitalismo globalizado es un modelo superado por la historia, que en Chile ha empobrecido a los trabajadores.
Los datos duros muestran que los países de la eurozona son distintos entre sí y que en Chile todos los estratos socioeconómicos han crecido en su ingreso familiar en las últimas dos décadas. Pero, parece que a algunos no les importan los datos si contradicen lo que creen.
La realidad, aun cuando es difícil develarla, puede aclararse teniendo una mirada con menos prejuicios, intentando analizar los matices, los claroscuros y las diferencias entre naciones, junto con las tendencias y cambios en el tiempo.
¿Cuáles son los puntos de contacto, en las bases del funcionamiento económico, de Grecia y Holanda; o de Portugal y Suecia?
En todos ellos tenemos que los mercados son el mecanismo de coordinación y asignación de recursos más importante, el uso del euro como moneda, que por cierto es muy relevante, una concepción general sobre que los servicios de salud, educación y las pensiones deberían ser provistos por el Estado, con acceso universal y regulaciones más o menos fuertes sobre mercados considerados importantes.
En lo que se diferencia con el funcionamiento de las economías de otros continentes es en la provisión estatal de los servicios mencionados, aunque existe una disposición a la existencia de instituciones privadas con financiamiento estatal.
En la crisis recesiva actual, las grandes diferencias dentro de Europa se han dado en cuanto al déficit público, el que ha sido consistentemente mayor en los países del sur.
Se han producido procesos de aumento del gasto público para alcanzar niveles de “protección social” que ya tenían las naciones con niveles de ingresos más altos, incluso sobrepasando a esos países, como el conocido caso de las pensiones en Grecia.
Esto se ha dado junto con esfuerzos menores para aumentar los ingresos que percibe el Estado, por cobro de impuestos, tarifas de empresas públicas, etc.
La diferencia entre ingresos y gastos se cubrió con endeudamiento externo, y en algunos casos, como Obras Públicas, con aportes del fondo común que tiene la Unión Europea.
Existen razones sobradas para la desconfianza en la capacidad politica del Estado griego, para hacer las reformas que necesita para no tener deficit crónicos y poder crecer. Pero, no parece sensato exigir más y más recortes de ingresos y beneficios sociales, ya que por mucho que ellos hayan sido financiados por otros, la población no acepta los ajustes adicionales a la recesión que lleva casi 4 años , y eso llevará a cambio de gobierno. Ya se ha visto en todos los países.
Sin embargo, el otro drama griego, también presente en menor grado en Portugal, es que la alternativa es salirse del euro, lo que produciría aun más restricciones a sus habitantes.
Es muy complicado el tema, considerando que también se ven afectadas empresas e instituciones financieras de Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña, EEUU, y otros. No es sólo solidaridad europea lo que incentiva rescatar del default a Grecia, y los otros países con problemas de deuda.
Por otra parte, es indudable el progreso en muchos aspectos que ha tenido en estas décadas España, Portugal y Grecia, que eran los más “pobres” al iniciarse el proceso de integración en Europa.
Si existe necesidad de financiar un déficit todos los años, el crecimiento de la deuda lleva en forma creciente, a que sea más difícil obtener créditos, debiendo tomarse a tasas de interés cada vez más altas, hasta que se cierra la llave del financiamiento externo.
Como se ha explicado infinidad de veces, reprogramar las deudas a tasas más elevadas agrava el problema, teniendo en consideración que esos países no pueden devaluar para mejorar su competitividad internacional y generar más exportaciones, porque usan el euro.
Luego, la receta es bajar el déficit, apretando el cinturón del gasto público. Es lo que, en esencia, está pasando en Grecia, Italia, España y Portugal.
Es posible que los gobiernos alemán y francés tengan razón, en su calificación de irresponsables y derrochadores a las naciones y gobiernos que están en severos ajustes.
Sin embargo, los remedios pueden empeorar la enfermedad, por las enormes dosis que se han recetado y el plazo irreal en que se postula llegará la recuperación del enfermo.
Un banquero citado por The Times, dijo que “…la austeridad es como toda medicina potente; una sobredosis puede matar al paciente”. También señala que la tragedia griega es que se excedió en la austeridad y se quedó corta en las reformas estructurales.
La misma publicación ha señalado que el caso más dramático es Portugal, porque ha cumplido todas las demandas de la UE / Alemania y del FMI, recortando salarios, pensiones, y gasto público, junto con elevar impuestos. Pero, la menor demanda agregada ha profundizado la recesión, junto con hacer crecer la deuda expresada como % del PIB, lo que continuará mientras la economía se achique, por la recesión. Y apunta que “esta es la definición precisa de un círculo vicioso”.
Los países con mejor desempeño han sido aquellos que, como Suecia a fines de los años 90, han tenido reformas pro mercados, tendientes a fortalecer las regulaciones sobre el sistema financiero, flexibilizar otros mercados y llevar el gasto a niveles financiables.
El “Swedish Model” llegó a un punto en que los niveles de gasto público ya no eran sostenibles en una economía globalizada, por eso fue recortado manteniendo la mayor parte del esquema de servicios sociales.
Como vemos, más que focalizar el análisis en generalizaciones, estériles desde un punto de vista práctico, es mejor estudiar qué lecciones podemos extraer de esta crisis, reconociendo que el contexto que existe en nuestro país, que lógicamente debería definir los objetivos de las políticas sociales y económicas, son diferentes a los de Grecia, Portugal o Suecia.