“No hay peor astilla que la del mismo palo”, dice un refrán popular, refiriéndose a que muchas veces el peor enemigo de una persona o de un grupo de ellas es quien, por conocerles, sabe, también, de sus debilidades. Eso es lo que está ocurriendo con las administradoras de pensiones, AFP.
La reforma previsional, impulsada por la Presidenta Michelle Bachelet, se propuso, entre diversos objetivos, disminuir los costos de administración, particularmente para los nuevos afiliados, a través de una licitación bianual, en que el mejor oferente se queda con la cartera de nuevos cotizantes.
Surgió, en ese proceso, una AFP nueva, que se ha adjudicado la licitación las dos veces en que ha ocurrido. Lo inquietante – y doloroso para los viejos cotizantes y creo que también para la industria – es que la oferta realizada por esta nueva administradora en esta última licitación fue de un 0.77% de la renta imponible mensual.
Ello significa una enorme brecha con el esquema de costos actuales, donde la cotización promedio bordea el 1.4% de la remuneración imponible, en tanto la AFP más cara, Planvital, se ubica en 2.36%.
Las AFP han sido desnudadas por su propia competencia. Estas cifras demuestran el enorme lucro obtenido en 30 años y deben llevar a una profunda revisión del sistema previsional y, particularmente, del esquema de comisiones.
Éste ha sido cuestionado en diversos estudios, como el del Fondo Monetario Internacional, en Agosto pasado, que advirtió sobre la inconveniencia de mantener cobros por los depósitos, tras tres décadas de funcionamiento.
La diferencia puede llegar a ser demasiado grande con un profundo impacto en las futuras pensiones.
Un ahorro de $ 100.000 anuales, como el que se produce para una cotización por un sueldo de $ 500.000, entre lo ofrecido por AFP Modelo, respecto de la AFP más cara, significaría diferencias cuantiosas en el monto de la jubilación que se obtendría.
Tomando las mismas cifras que se utilizan para promocionar el ahorro voluntario, obtener un ahorro adicional de $ 100.000 anuales, desde los 25 años, debiera incrementar la pensión en unos $ 130.000 mensuales, siendo las diferencias mucho más cuantiosas en el caso del cotizante que se encuentra en el tope de la remuneración imponible.
Respecto de un afiliado que tenga la renta promedio, de $ 323.000, la diferencia entre la AFP de menor costo y el promedio del sistema rondará los $ 25.000 anuales, lo que de todas formas tiene un impacto importante en la pensión futura, considerando el bajo nivel de las jubilaciones. Alcanzaría aproximadamente un 10% de la futura pensión.
Las actuales comisiones, que se vienen cobrando por casi 30 años, son parte importante del fracaso del actual sistema previsional, pues han significado una ganancia excesiva para las administradoras, disminuyendo brutalmente las posibilidades de los afiliados de obtener pensiones dignas. Ello demuestra, además, la escasa competencia que existe en este mercado.
Los cobros por concepto de comisiones de administración, en los 30 años del sistema, alcanzan unos 6 billones de pesos.
Si suponemos, según lo que refleja la licitación de cartera de nuevos afiliados, que la mitad de ello pudo ahorrarse, o sea, unos 3 billones de pesos, tenemos que el lucro excesivo obtenido por las AFP en estas tres décadas alcanza unos 6 mil millones de dólares, cifra que, unida al aporte estatal al pilar solidario, permitiría sustentar un mecanismo de pensiones más solidario.
Requerimos, por tanto, de cambios profundos en el sistema de pensiones, como introducir la posibilidad de mecanismos más solidarios de ahorro y, aún más urgente, es impostergable reducir el nivel de comisiones que se están cobrando, como lo he solicitado al ministerio del Trabajo y Previsión Social.
Los niveles de comisiones ofrecidos, demuestran que hay márgenes relevantes de rebaja de costos y si éstos no se han producido naturalmente, deberán ser disminuidos por la vía legal.