El país necesita una reforma tributaria. Esto que alguna vez fue considerado un planteamiento ideológico, hoy se enfrenta a la realidad que expresaron miles de chilenos y chilenas en diversas movilizaciones sociales, quienes exigieron que el Estado aumente la cantidad y calidad de prestaciones y bienes públicos para sus ciudadanos.
Entendiendo que no hay países que combinen niveles de prestaciones altos, estabilidad en las cuentas públicas y cargas tributarias bajas como la chilena. Se hace necesario gastos permanentes que debe asumir nuestra economía. El tipo de reforma tributaria que hagamos, permitirá definir el rumbo que tomaremos en pos de un país con mayor igualdad, oportunidades y seguridades.
Considerando las expectativas y carácter de nuestros ciudadanos, una reforma tributaria que logre redistribuir mejor, permitirá al Estado, ciudadanos, empresarios e inversores, convivir con un país en paz social y alejado de populismos.
Como oposición, en nuestra primera declaración, determinamos que la mejor forma en la que podemos apoyar al Ejecutivo es entregando, una propuesta que en primera instancia contemple 4 pilares:
Aumento de recaudación en 3 ó 4 puntos del PIB progresivamente de aquí al 2020.
Incrementar la carga tributaria a quienes perciben mayores ingresos.
Simplificar nuestro sistema tributario para que el contribuyente tenga claro el cumplimiento de sus contribuciones y el Estado pueda fiscalizar mejor.
Por último, estimular un desarrollo sustentable que contemple los impuestos verdes, los cuales penalizan aquellos que contaminan y estimulan la utilización de energías limpias y procesos sustentables.
Hemos trabajado muy ordenadamente en la comisión de reforma tributaria de la oposición. Nuestra metodología consiste en poner sobre la mesa las propuestas y discutimos nuestras diferencias de manera abierta.
Desarrollamos una serie de audiencias con distintos actores sociales para recabar su opinión sobre esta materia. Fue ahí que comprendimos que este tema está mucho más desarrollado y estudiado en las organizaciones sociales y políticas, y que ya muchos tenían sus propuestas y estaban dispuestas a presentarlas para ser consideradas.
Uno de los ejes de la reforma apunta a recaudar más recursos y de manera más equitativa.
Llegó el momento de eliminar los mecanismos que permiten a los más ricos y que más ganan postergar indefinidamente el pago de sus impuestos por concepto de utilidades (FUT). Los impuestos deben pagarse sobre utilidades devengadas y no sobre las retiradas.
También es necesario otorgarle una mayor musculatura a las instituciones fiscalizadoras para evitar la evasión. Debemos derogar las exenciones tributarias que a la luz de la realidad actual no sean justificables. Se hace necesario contar con un royalty a quienes explotan nuestros recursos naturales y con mayor fuerza aquellos que no son renovables.
Nuestro desafío es el de romper con los cercos ideológicos y apelar al sentido común, que en este caso, no pide romper con todo ni cambiar lo que muy bien hemos construido hasta ahora.
Lo que el sentido común del nuevo Chile exige es mejor distribución y calidad de vida, especialmente en tiempos donde se han develado las enormes utilidades que muchas corporaciones y empresas están obteniendo.
En suma, queremos discutir una reforma tributaria con tiempo y sin apresuramientos. Los cambios que hagamos al sistema tributario nos deben acompañar por los próximos 15 ó 20 años. Por tanto aquí nadie busca generar un par de medidas para salir del paso ni ganar popularidad rápida; creemos que hoy estamos en el punto adecuado para poder hacer los cambios pertinentes.
No buscamos disminuir la inversión ni obstaculizar la creación de fuentes de empleo.
Lo que queremos simplemente es que aquellos que más ingresos perciben paguen más al Estado respecto de aquellos que ganan menos, para emparejar la cancha, redistribuir las oportunidades y generar mayores grados de igualdad que permitan que los chilenos puedan ser más felices.