El INE publicó recientemente que, en el último año, el 90% de los empleos habían sido creados por empresas con menos de 50 trabajadores y más del 60% de los nuevos empleos fueron creados por empresas con menos de 10 trabajadores.
Por el contrario, las grandes empresas en el mismo periodo diminuyeron su fuerza laboral.
Al respecto cabe hacerse tres preguntas:
¿Es una sorpresa?
¿Es bueno para Chile?
¿Qué hacer con esa información?
1. NO es una sorpresa. Si se analiza con cierta detención la composición del sistema productivo nacional no puede haber sorpresa: quienes se sorprenden tienen una idea muy vaga de como está estructurada la fuerza laboral en Chile.
Estas cifras demuestran que aquellos políticos y economistas que han apostado a que la PyME es una distorsión pasajera de nuestra realidad económica y que hay que dejarlas totalmente entregadas a “la ley de la sobrevivencia del más fuerte del mercado” están PROFUNDAMENTE equivocados.
2. NO es bueno para Chile. Si el aumento del empleo en la PyME estuviese aparejado con un aumento de su participación en el PIB, o al menos a mayor participación en las exportaciones, podríamos tener una leve esperanza, pero no es así.
Sistemáticamente en los últimos años las PyME han disminuido su participación en el PIB, con lo cual un porcentaje cada vez más grande de los trabajadores se reparte una parte cada vez más pequeña de la torta de los ingresos nacionales.
¿A dónde nos conduce eso? Con seguridad a empeorar los ya malos indicadores de distribución del ingreso de nuestro país.
No es suficiente que en un estudio anterior el INE haya demostrado que la proporción de la renta que las PyME dedican a remuneraciones sea más del doble que en las grandes empresas.
Las PyME, sus trabajadores y empresarios se han empobrecido relativamente en Chile en los últimos años, y no es siempre porque sean ineficientes; muchas veces su menor competitividad se debe al abuso de posiciones dominantes de algunas grandes empresas (incluido el Estado) que le compran productos o que venden materias primas y servicios en condiciones y precios inexplicablemente arbitrarios, e inconvenientes para el desarrollo nacional.
¿Qué gana Chile cuando una gran empresa se financia con el crédito de sus pequeños proveedores, los que deben pagar tres y cuatro veces de interés?
¿Qué gana Chile cuando un pequeño productor debe pagar dos y tres veces por las materias primas por “economías de escala” exigidas por los grandes compradores e imposibles de explicar desde los costos?
Ambas situaciones tienen el mismo corolario, las PyME chilenas se hacen ineficientes por fallas en el mercado y son reemplazadas por proveedores de Asia.
Los consumidores por un tiempo tendrán acceso a productos más baratos, pero en el mediano plazo ¿quién les da trabajo a esas personas para que puedan consumir?
A diferencia de las economías desarrolladas, Chile ha sido incapaz de establecer un mercado de servicios de desarrollo comercial y empresarial “pensado” en las características y realidad de los distintos tipos de PyME.
El “aparente mercado existente” está estimulado casi exclusivamente por oferentes cuya principal motivación es “cobrar” incentivos e instrumentos de fomento mal diseñados por el Estado.
La industria de la capacitación financiada con recursos del Estado, el mercado financiero, buena parte de los instrumentos de fomento, entre otros, muestran incapacidad o al menos indolencia por fortalecer la productividad y competitividad de las PyME.
Por su parte los oferentes se conforman con “colocar” productos y servicios y ganar su participación o “cumplir sus metas” en la pasada.
3. NO sé qué hacer, pero intuyo que el principal problema que ha tenido el desarrollo de la PyME en Chile ha sido la falta de liderazgo.
La mayor parte de los responsables desde la Corfo, el ministerio de Economía, SERCOTEC y el resto de las instituciones de fomento se han conformado, ya sea con administrar su feudo de poder para no perderlo, o con “establecer su impronta” a través de un nuevo producto colocado al lado de los 200 que ya existen.
Tampoco ha habido liderazgo desde los débiles gremios que reúnen a las PyME, los que tienden a gastar más tiempo en la resolución de sus peleas intestinas que en ponerse de acuerdo para direccionar el gremio hacia resultados posibles.
¿Para qué necesitamos liderazgo?
a) Para tejer un diagnóstico, aunque sea parcialmente, compartido por los actores.
b) Para integrar las divisiones, departamentos e instituciones de 9 ministerios que dictan políticas y diseñan instrumentos “autónomamente” para la PyME y juntar las 30 instituciones especializadas distintas en tres o cuatro (con bastante ahorro para el erario nacional).
c) Para simplificar la relación de la PyME con el Estado y la institucionalidad de fomento; la gran mayoría de las PyME tienen menos de 5 trabajadores, por ende no tienen ninguna posibilidad de saber cuál de los 200 instrumentos que ofrecen 30 instituciones aisladas le sirve más. Si no alcanza el liderazgo para juntarlas, al menos que sirva para coordinarlas férreamente.
d) Para proveer soluciones integrales. Los problemas de las empresas son complejos, tienen una parte de financiamiento, otra de innovación, otra de capacitación, otra de mercados, etc.
Sin embargo los proveedores de soluciones financiados por el Estado son especialistas.
Ninguna de ellas es capaz o está en condiciones de atender una necesidad integral.
e) Reconocer que no se pueden seguir haciendo políticas comunes para las 740.000 PyME formales, porque son muy heterogéneas.
Desde el punto de vista de la políticas públicas hay varios tipos de PyME y Chile no debiera arriesgar a que pase con la PyME como en educación, que por no reconocer a tiempo la diferencia entre tipos de educación y entre tipos de beneficiarios de la educación, el país está entrampado en una discusión donde cada interlocutor tiene su propia función objetivo, pero nadie pareciera tener a todo Chile en su ideario.