Se inicia la Copa América 2011 y como siempre, parece que nos jugamos la suerte del Chile futbolístico en la cancha, olvidándonos que las contingencias inciertas de ganancia y pérdidas propias de un juego, hacen de tal apuesta algo muy arriesgado y de paso ponemos en los hombros de futbolistas y técnicos desafíos que no necesariamente ellos deben salvar.
Ocurre, por ejemplo, en cada mundial. En Chile 1962, en Inglaterra 1966, en Alemania 1974, en España 1982, en Francia 1998 y, recientemente, en Sudáfrica 2010. Nos sentimos dueños del universo futbolístico, pregonamos los mayores éxitos y encumbramos a nuestros futbolistas entre los mejores del mundo.
Posteriormente, como el péndulo que es compañero de ruta de nuestro país desde tiempos inmemoriales, destrozamos todo, refundamos incluso lo que no hemos fundado y queremos reconstruir lo que aún no levantamos.
Creo que en esta Copa América tenemos equipo y entrenador suficientes para representarnos con dignidad y a la altura de los que somos. Ni los peores ni los mejores, pero buenos.
Dejemos que los medios de comunicación hagan su trabajo de posicionamiento de la Copa América, el mejor contenido del momento, pues invierten para tener éxito con ello.
Dejemos que los auspiciadores revolucionen la franja de avisos trabajando por el retorno comercial que los motivó a serlo.
Dejemos que el comercio de turismo presente el torneo como una de las maravillas del mundo.
Dejemos que los nuestros jueguen y que, si ganan o pierden, sea solo en la cancha.
Sin embargo, al mundo del fútbol no es sólo la Copa América lo que le debe movilizar.
También nos debe movilizar hacer de nuestro fútbol una gran actividad. ¡Seguro que es útil para ello ganar la Copa América! Pero no es lo único ni lo primordial.
Debemos tener una Federación fuerte y respetada. Que se soporte en la Selección Nacional, pero que también debe abordar las selecciones menores y los otros juegos derivados del fútbol con similar preocupación.
Federación que considere dentro de sus obligaciones principalísimas trabajar por el buen posicionamiento público de la actividad, los clubes, deportistas, dirigentes y funcionarios relacionados. La ANFP y la ANFA, por igual, deben ser asociaciones transparentes y eficientes capaces de organizador ligas atractivas y competitivas.
Los Clubes deben ser sólidos, financiera y deportivamente, con estadios y espectáculos de calidad y seguros para todos. Con divisiones inferiores donde realmente se formen futbolistas, con todo lo que ello significa en términos de infraestructura, recursos humanos y financiamiento.
Con un INAF más involucrado en la capacitación de los actores vigentes, entregándoles los conocimientos necesarios para enfrentar los nuevos desafíos de la industria: tecnología del deporte, medicina deportiva, derecho deportivo, nuevas tendencias en gestión directiva y otros temas relevantes para mejorar, sin olvidar que también tiene un papel activo en superar los problemas que va revelando la contingencia, como el arbitraje, la formación de técnicos y la violencia en los estadios.
Si abordamos este desafío de hacer de nuestro fútbol una actividad con buena reputación, de calidad y sostenible no sólo tendremos un fútbol mejor y más desarrollado, sino que también nos instalaremos para siempre en LA COPA DE AMERICA.