Santo Domingo, es quizás uno de los balnearios más exclusivos del litoral central. La comuna-parque encierra dos realidades muy distintas que la hacen parecer antagónicas; por un lado está la belleza natural de su paisaje, realzada por sus hermosas mansiones de veraneo.Y por el otro, está el lado oscuro: Bucalemu y las Cabañas de la Muerte que se tratan de ocultar por casi 42 años.
Estas fueron las cabañas de veraneo que se construyeron en la playa norte, para uso y usufructo de los trabajadores de la CUT, como lugar de descanso de familias chilenas que aún no conocían el “mar que tranquilo te baña.”
Miguel Lawner, arquitecto, Director de Cormu, mentor de este proyecto levantó 18 conjuntos habitacionales en el campo, montaña y mar para que las parentelas tuvieran dónde ir de vacaciones a bajo costo. Fue un proyecto popular, con un profundo sentido de justicia e inclusión social.
Seguramente jamás se le pasó por la mente, que estos lugares recién construidos y habilitados, pasarían a requisarse por los organismos represivos de la dictadura en el 73, que a la postre le significaría ser relegado junto a otros a la inhóspita Isla Dawson.
La Dina,al mando del Teniente-Coronel, Manuel Contreras,Director de la Escuela de Ingenieros Militares de Tejas Verdes, hoy condenado por múltiples causas, las convirtió en un centro de adiestramiento de oficiales y tropas de las cuatros ramas de las Fuerzas Armadas que sirvieron como verdaderas tropas de asalto de la Gestapo nazi.
Hoy estas cabañas fueron arrasadas, el centro de tortura, violaciones y asesinatos a presos políticos, ya no existe. La Municipalidad del lugar, pretendió borrar la memoria histórica con el simple hecho de destruirlas.Craso error, porque aunque ya no estén, aun perdura el recuerdo doloroso de aquellos sobrevivientes que padecieron, como conejillos de indias, las peores atrocidades imaginables.
Javier Rebolledo, el escritor de la “Danza de los Cuervos” y “El Despertar de los Cuervos”, en sus libros testimonios sobre la tortura en Chile, después de una exhaustiva investigación y entrevistas a dos jóvenes víctimas Ana Becerra y Olga Letelier, nos confirma una vez más lo que todos sabíamos, que en ese lugar se iniciaron los agentes de la muerte.
Ahí llegaron especialistas en distintas formas de apremios ilegítimos, el coronel Cristián Labbé, ex alcalde de Providencia, “profesor de Educación Física”, hoy formalizado por supuesta asociación ilícita, cuya participación al interior del Regimiento de Tejas Verdes, ha sido reconocida por testigos, presos en esos recintos.
La Fundación de la Memoria presentó una solicitud al Consejo Nacional de Monumentos, con la finalidad de proteger el lugar para reconstruir ahí un memorial, la que fue aprobada, con la sola excepción del representante del Ejército.
Recuperar el lugar es un deber ineludible de todos, no sólo los que sufrieron el encarcelamiento o tortura, particularmente del Estado chileno, velar para que devuelvan todos los centros de veraneos que fueron usurpados y reinventarlos en verdaderos parques de vida, aquellas vidas que quisieron eliminar salvajemente.
Mariano Puga, el sacerdote acusado al Vaticano, vino a realizar una ceremonia de sanación, de purificación, de compromiso con el respeto a la persona humana, de denuncia a la mentira, de no olvidar jamás, porque un país sin memoria, es un país sin historia.
La lucidez de sus palabras caló hondo. El mensaje claro y preciso, fue directo desde las mismas piedras que aún quedan, como huellas invisibles del dolor acumulado en el lugar, fue capaz de pedir perdón por la horrorosa acción del hombre convertido en lobo de sus hermanos.
Lo que no se compara con ese minuto de silencio, cómplice absurdo, grotesco e insultante, que el Parlamento chileno le brindó al Dictador, justo en el día de los Derechos Humanos.
Como una tragedia cruel, de que los silencios son parte de las grandes mentiras, de los absurdos de la humanidad.