El triunfo, por llamarlo así, de la razón instrumental por sobre la razón crítica según la famosa obra de Max Horkheimer, se ve materializada en el cálculo subjetivo de lo que nos rodea (naturaleza y hombre incluidos), concretizado, en una síntesis extrema, en la racionalidad del cálculo y los medios para determinados fines.
Una expresión pueden ser, por ejemplo, los campos de concentración que de manera mucho más clara a partir del siglo XIX, serán utilizados por los Estados para agrupar en ellos a parte de la población. Es peligrosa, ajena y aniquilable.
Como se sabe, la regulación y disposición por parte del Estado como poder soberano sobre determinado grupo, operó de manera mucho más clara en estos lugares, en donde, siguiendo a Giorgio Agamben, se pone bajo custodia y de la mano del estado de sitio (toma para esto la famosa tesis sobre la historia del alemán Walter Benjamin), a una porción la población para operar sobre ellos sin contrapeso.
La llegada a ese punto de no retorno de este proceso represivo, es decir el exterminio o la posibilidad de que el Estado actúe sobre parte de la población a destajo, pasa precisamente porque ese proceso no fue detenido a tiempo, porque esa construcción social de la violencia fue asimilada, naturalizada por gran parte de la población, en una acción de dominación y dirección estatal que ya ha sido descrita de manera mucho más lúcida por A. Gramnsci. Hace mucho.
Mas, ese proceso de construcción social de la violencia, como todo proceso tiene etapas que pueden ser reconocibles y, por ende, desmanteladas a tiempo.
En algún punto del mismo se puede y debe accionar una barrera de contención que desarticule la cadena represiva.Una alerta temprana que frene un genocidio reorganizador en potencia, como ya lo ha mencionado el sociólogo argentino D. Feierstein. Simplemente una alerta temprana contra la recurrente violencia de Estado.
Ayer, ese proceso represivo naturalizó la violencia sobre aquellos que aparecían como peligrosos, y solo en nuestra América morena, cientos de miles fueron asesinados, torturados y desaparecidos.
Hoy, en Chile, vemos como la represión al pueblo Mapuche, toma cada día que pasa niveles más alarmantes de violencia y pareciera ser que aun como sociedad no encendemos las alarmas.
¿Un mecanismo de alerta temprana? La educación. La educación en Derechos Humanos. Educar en Derechos Humanos es el mejor método contra la violencia de Estado. Una educación en DDHH que articule elementos pasados con aquellos que están en la actualidad para generar una memoria crítica y que valore el respeto al otro/a como valor central.
Es aquí donde precisamente esos lugares utilizados para violar los DDHH de manera cruenta, aparecen recuperados por la ciudadanía para convertirse en sitios de memoria desde donde se puede educar en DDHH, mediante un pedagogía de la memoria que justamente se centra en un análisis pasado-presente que permite entender de manera didáctica, las continuidades de las prácticas discriminatorias y represivas del Estado.
Este modelo metodológico, es una de las herramientas centrales en un mecanismo de alerta temprana que ponga freno a escalas más graves de violencia.
Villa Grimaldi, desde hace más de 16 años, es uno de estos sitios de memoria desde donde se desarrolla un modelo educativo centrado en la pedagogía de la memoria, como eje central de una educación en DDHH que permita, en un trabajo sistémico, generar en las/os estudiantes esa masa crítica necesaria para detectar, denunciar y detener las violencias de un Estado que, en su ambigua seguridad nacional y de la mano de medios ilegítimos, continuamente echa a correr sus procesos violentos en contra de parte de la población.