En los últimos años, Chile ha mostrado un paulatino aumento en el desarrollo de la actividad deportiva. Hemos organizado exitosamente los Juegos Suramericanos y Parasuramericanos de Santiago 2014, la Copa América 2015, y en octubre próximo, comenzaremos a vivir el Mundial Masculino de Fútbol Sub-17.
Paralelamente, nuestros deportistas de alto rendimiento tuvieron una positiva participación en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, competencia en la que Chile se ubicó en la undécima posición obteniendo cinco medallas de oro; dos por sobre el desempeño en Guadalajara 2011, donde se lograron sólo tres preseas doradas.
A partir de lo anterior, lógico sería pensar que Chile es un país deportivo. Sin embargo, como lo comprobamos en los seminarios organizados por la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados en 2014, no lo somos. No obstante avanzamos en una dirección que debemos reforzar.
Las experiencias exitosas en materia deportiva como las de Colombia o España, no ha sido fruto de recetas mágicas ni han gozado de una suerte pasajera. Aquellas naciones tomaron una decisión que, en materia de políticas públicas, es fundamental para alcanzar el éxito: consensuar un Plan Estratégico del Deporte.
Un Plan permite determinar objetivos, diseñar programas, asignar recursos y evaluar en función de los resultados. En definitiva, tener un norte que permite dar coherencia y coordinación a las acciones que se desarrollan por los diversos actores.
Chile debe elaborar, con la máxima participación y equidad territorial, un Plan Estratégico del Deporte que trascienda los periodos presidenciales y que se transforme en una política de Estado.
El Ministerio del Deporte, de reciente creación y de grandes desafíos, está impulsando una serie de cabildos ciudadanos para elaborar este anhelado Plan Nacional Estratégico. En nuestra opinión, éste debe contar con tres características fundamentales.
Un plan de infraestructura deportiva de primer nivel con criterios de inclusión y equidad territorial. Hemos avanzado en infraestructura, contamos con estadios de primer nivel e instalaciones en diversas regiones del país. Nuestro llamado es a establecer como política la construcción de infraestructura menor en los distintos barrios y sectores de nuestro país para que, a través de las organizaciones deportivas comunitarias, pueda fomentarse el deporte entre los vecinos y vecinas.
La masividad se logra en la medida que existan espacios públicos disponibles y programas dirigidos para practicarlo. Se requiere aquí un esfuerzo coordinado entre la Administración Central y los Gobiernos Regionales y Comunales, tal como se da en Colombia.
Hay que fomentar la práctica masiva del deporte y la actividad física para prevenir no sólo problemas de salud, sino también como un antídoto contra la delincuencia, drogadicción y alcoholismo. Está demostrado que invertir en deporte es invertir eficientemente en salud o seguridad ciudadana. En efecto, según estudios de la OMS un dólar invertido en deporte ahorra tres en salud.
Debemos apoyar integralmente con recursos económicos, los grandes talentos del alto rendimiento. El círculo virtuoso se completa en la medida que las niñas, niños y adolescentes tengan modelos que seguir.
En la medida, en que haya más Bárbara Riveros, Emanuelle Silva, Gabriela Bruna, más primos Grimalt, o Kristel Köbrich, redundará necesariamente en que aumentará el interés por la actividad deportiva.
En unos meses se iniciará la discusión de la Ley de Presupuestos. Esperamos que comiencen a verse reflejados los ejes que se pretenden implementar en el futuro Plan Estratégico del Deporte. Que los recursos destinados a los estadios en 2015, se inviertan en infraestructura menor en los barrios y comunas en 2016; que se potencie el presupuesto del alto rendimiento del deporte convencional y paralímpico y que se masifique los programas de promoción deportiva como las Escuelas Deportivas Integrales, entre otras acciones.
Chile, con un plan nacional de desarrollo deportivo de largo plazo, pensando en los próximos dos ciclos olímpicos, podrá recién comenzar a encumbrarse a obtener éxitos más allá del fútbol.
Si bien la Copa América nos abrió el apetito, no hay que futbolizar el deporte.Tenemos muchos deportistas que siguen en la fila esperando las mínimas condiciones para entregarle triunfos y alegrías a Chile.