De vez en cuando tenemos la oportunidad de tomarle la mano a la esquiva gloria y subirnos en el carro de la victoria y salir a recorrer, como corresponde, las calles del país celebrando algo más que un triunfo simbólico o moral. El problema es que siempre queda en eso, en “tenemos la oportunidad” porque nunca la hemos tomado y vemos como los otros celebran.
Ahora nos veremos la cara con Argentina, la finalista del Mundial, la que cuenta con Messi, Agüero, Di María, Pastore y Mascherano, que viene del ‘ultrajar’ los sueños paraguayos de llegar a la final. No será fácil y eso da lo mismo, porque las dificultades están en el ADN nacional.
Apenas comenzó la Copa América comencé un ritual silencioso, lo he repetido cada maldito día previo y posterior a los partidos de Chile con la intención de aportar lo mío para levantar la Copa. No sé si llamarlas cábalas, pero en mi cabeza está la idea de que los comportamientos reiterativos deben servir de algo y, créanme, si supiera rezar y tuviera certeza de que sirve para algo, también los haría.
Y es que la tarea no es fácil, nosotros tenemos el peso de la historia en nuestra contra. Nunca hemos ganado la Copa, Argentina nos tiene de casero y lo único que queremos es gritar esa palabra de una buena vez. Sin embargo, los albicelestes son los favoritos, llegaron a la final del Mundial, tienen al mejor del mundo, pero no han ganado nada desde 1993. No han sido capaces de juntar todos sus genios para levantar un trofeo y eso lo saben, les pesa, la presión del campeonato es de ellos no nuestra. Si no me cree revise las imágenes de la definición a penales contra Colombia. ¡Estaban asustados! Messi habló de “cagazo”.
El sábado estarán dos equipos en la cancha, pero detrás de ellos habrá una historia muy disímil. Los albicelestes han bailado con la linda, tienen historia, copas y genios. Nosotros tenemos ganas, hambre, sueños, queremos subirnos al carro de la victoria de una buena vez.
La presión está ahí, pero no es la misma. No se equivoque, Argentina tiene que salir campeón, sino cruzando los Andes querrán crucificar a Messi y su banda. Lo nuestro es dejar en el olvido nuestra maldición.
Han pasado 100 años y no hemos ganado nada. ¡Cómo es posible que los dioses del fútbol se hayan olvidado tanto de nosotros! Los últimos meses han sido jodidos para nuestro país, es cosa de salir a la calle y ver la cara de traste de nosotros deambulando. Si estos cabros, nuestros jugadores, hacen la gracia no se incrementará el sueldo mínimo, no tendremos nueva Constitución, menos haremos entender a la elite de la importancia de una educación de calidad para todos, la clase política no se conectará con la ciudadanía, no pasará nada trascendental para nuestra vida en sociedad, pero sí podremos salir a la calle, gritar por primera vez en la historia esa maldita palabra que todos han tenido alguna oportunidad de vociferar y le aseguro que algo cambiará, no lo podrá explicar, pero algo habrá cambiado en nuestra historia.
La final del sábado y la vengo “jugando” desde que se terminó el partido contra Perú, me lo he imaginado de todas las formas posibles. Desde ahora dormiré menos, pensaré más y fumaré mucho más.
El viernes en la noche me costará conciliar el sueño, el encuentro con la historia estará ahí y no será para pelear el paso a una segunda ronda o el acceso a cuartos de final, estamos hablando de la final de América, frente a Messi y su banda, pero no me importa el fútbol nos debe una y ya es hora de comenzar a cobrar la deuda.