Esta no es una versión más del reiterado discurso de los valores sociales asociados a la práctica deportiva.Es indesmentible que el deporte es una escuela de habilidades sociales que complementan la instrucción en temas técnicos pero que – a diferencia de éstos – no caducan y acompañan al alumno durante toda su vida y en diferentes puestos de trabajo e industrias por lo que también se les conocen como ” habilidades transportables”.
El ánimo de esta columna es reivindicar a un grupo de interés de la educación que no ha estado en el radar de las reformas publicitadas.Escribo para apoyar el derecho a la educación de los miles de deportistas a los que el sistema ignora y les impide conciliar su derecho a la educación y su legítimo derecho al deporte que ya sabemos trae importantes beneficios sociales.
Hoy un joven deportista, en especial si es de alto rendimiento, no tiene facilidades de estudio ni puede acogerse a planes de educación especial en un establecimiento tradicional. Las opciones de alumno libre, vespertino y/o el régimen de dos años en uno es restrictivo y la condición de deportista no habilita per se a ejercerlas. En todos los casos, se está a la discreción y buena voluntad de un colegio o profesor comprensivo.
Este joven ni siquiera tiene derecho a postergar una prueba si ésta coincide con una competencia deportiva.Es frecuente escuchar quejas contra establecimientos o profesores sin ninguna empatía con el deportista que menosprecian la cultura física rebajando con dicho desaire su propio acervo y prestigio académico.
En la práctica, por los beneficios que espera obtener en el futuro dedicándose al deporte profesional, el joven deportista, avalado por su familia que en la mayoría de los casos no tiene recursos para pagar colegios especiales para deportistas, abandona el estudio formal. Así es, por ejemplo, en el caso del fútbol donde los muchachos con condiciones y futuro se retiran del colegio y se preparan para trabajar en la profesión de futbolista gracias a la formación gratuita que les da su club de fútbol.
En Chile miles de deportistas, con recursos propios y subsidiando al Estado en su obligación de educar, se forman con calidad en habilidades transportables y cientos de ellos en la carrera de deportista profesional si hacen de la práctica deportiva su forma de vivir.
Es curioso y contradictorio que el propio Estado tolere que los agentes a los que entrega millonarios recursos para educar prohíban o dificulten este derecho a los estudiantes que son deportistas de alto rendimiento. Universidades, institutos y colegios financiados por el estado hacen imposible con sus reglamentos y normas internas que los ciudadanos hagan deporte y, de paso, impiden que se cumplan objetivos estatales a los que también se destinan recursos públicos.
Es una contradicción que debe eliminarse no sólo por una cuestión de coherencia política sino por una ordinaria buena gestión.
Sugiero más voz y principalmente más oídos para los deportistas en el debate educacional.Pido apoyo efectivo, con normas imperativas a los establecimientos educacionales de cualquier condición, para establecer planes de estudios que hagan posible los derechos sociales al deporte y a la educación.
Aprovecho para destacar a los clubes y dirigentes del fútbol profesional.
El fútbol joven es“de facto” un colegio técnico-profesional que educa con las habilidades necesarias para ejercer la legítima profesión de futbolista. Profesiónque, en un país con escasas ofertas de trabajo juvenil, permite a miles de jóvenes trabajar y ganar sueldos dignos que superan con creces la remuneración media de otros empleos en el mercado laboral chileno.
El fútbol desde siempre ha salido a captar su fuerza laboral mostrando una visión que no todas las industrias nacionales han tenido pero que ya la empiezan a necesitar. Forma y emplea a cientos de jóvenes sin recibir ninguna ayuda estatal en un contexto donde fluyen millones en subvenciones escolares y subsidios de empleo juvenil hacia establecimientos y organismos que no muestran resultados tan probados como los del fútbol.
Es de justicia reconocer la contribución del fútbol tanto a la educación en habilidades sociales como a la formación para el empleo de la juventud. También lo sería -tal como se hace en otras áreas con empresas y corporaciones- evaluar que se destinen fondos públicos para ayudar a financiar esa notable contribución educativa y laboral del futbol chileno.