La mayoría de las ligas están llegando a su término y con ello vuelven al tapete temas vinculados a los incentivos para ganar, equipos alternativos y otras conductas que se hacen aparecer reñidas con el “fair-play”.
Ligas como la inglesa y la española demuestran que no hay rival pequeño ni alineaciones más o menos favorables después de los tropezones impensados del Liverpool, Chelsea, Manchester City, Atlético Madrid, Barcelona y Real Madrid. Ello parece demostrar que más que un incentivo extraordinario o ser titular del equipo, es la competitividad de los jugadores lo que más incide a la hora de jugar.
Es un tema que aún tiene mucho camino por recorrer. La transparencia e integridad viene en camino hacia el fútbol y para quedarse. El apego al tenor literal de la norma, en el ámbito de la justicia deportiva es cada día más cuestionado.La liga española ha instalado un departamento de integridad y el tema se empieza a conversar abiertamente en los planteles.
El fair-play financiero ya en aplicación, no sólo mirará el gasto asociado a la confección de plantillas sino que terminará con la legitimidad de todo tipo de incentivos y no sólo con aquellos que incitan la derrota propia. En el intertanto, y mientras no se institucionalice la autorregulación y control ético de la actuación, la sospecha seguirá siendo suficiente para condenar y con ello afectar una actividad que, como todas las humanas, tiene mucho paño que cortar.
Las altas exigencias de las ligas modernas y la proximidad del Mundial Brasil 2014, también levantan el tema de las lesiones de los deportistas y frente a ellas buscamos explicaciones y responsables si alguna afecta nuestros colores.El fútbol profesional es un juego que los aficionados leemos con ojos de entretención pero la trastienda demuestra que para sus actores es una actividad que demanda sacrificios al límite del rendimiento del cuerpo humano y no sólo de un buen estado físico.
Si los incentivos, alineaciones alternativas, falta de competitividad y lesiones influyen en los resultados inesperados o en las bajas físicas sorprendentes, hay un factor más influyente aún: la fortaleza mental que debe imperar en este ambiente.
Los entrenadores a estas alturas de la competencia, por ejemplo, más que tácticas de juego se orientan a encontrar herramientas para evitar que sus jugadores se relajen, incentivarlos a mantener en alto el espíritu, estén adentro de los partidos y no sean sobrepasados por la necesidad del rival.
En nuestros días, los deportistas de alto rendimiento y en especial los futbolistas de élite, son desbordados por el personaje en que se transforman y los hinchas los sacamos de la categoría humana para considerarlos un elemento más del juego “on line” que para todos se ha transformado el fútbol contemporáneo fruto de la simbiosis de pasión, fanatismo, emoción, entretención que nos deparan las grandes competencias y la televisión.
En las consolas de juegos no hay lesiones, hay instantaneidad y disfrute pleno del “actor-espectador” que es el propietario de la misma. Por eso, a nada de ello queremos renunciar cuando como hinchas nos sentamos frente la televisión a ver a nuestro equipo o selección favorita para jugar “nuestro partido y con nuestros gamers”. También no renunciamos a tener los mandos de este juego, aunque sea real, esté ocurriendo a miles de kilómetros de distancia y lo estén practicando personas tan autónomas como nosotros mismos.
Nuestros jugadores son nuestros héroes pero en el fondo nuestros héroes somos nosotros. Imposible renunciar a lo que hemos previsto y hemos damos por cierto aunque esté en el tiempo por venir. Casi una burla “pedir a Dios que nos ayude” o “la suerte nos acompañe”.
La sociedad de la competencia e individualismo no concibe la solidaridad y lo imprevisto. (El terremoto y el incendio, por ejemplo, son unos invitados de piedra que osan romper la previsibilidad y por ende hay que culpabilizar y apresar a tantos como se pueda porque no es posible que la naturaleza sea capaz de superarnos o alterarnos la ruta lógica).
Nuestro héroe no puede fallar en nada y si cae, tal como si fuera un corte de energía o una falla del dispositivo de la consola, nos debe bastar “un toque” para que esté de vuelta.En caso contrario, “algo huele mal en Dinamarca”.No se me puede “aguar” la fiesta del mundial, el asado ni el paso a la segunda ronda simplemente porque ya lo tengo programado, listo y contratado. El héroe empieza a tomar color de villano. Su salud es de hierro, que por ello es héroe, y está obligado a responder a la categoría de tal so riesgo de defraudarnos.
Tener la capacidad mental de superar estas presiones permite al final de la temporada ganar partidos aparentemente fáciles o mantener rendimientos como si recién empezara ésta. Sin duda, tener dicha fortaleza mental es, al final del día, lo que les da la categoría de héroes deportivos a los grandes jugadores.
Son ellos, con su esfuerzo personal siempre anónimo y pocas veces valorado, los que han forjado su propia carrera y han creado las condiciones para llegar a ser imanes que arrastran nuestros sueños, nuestras pasiones y también a cientos de personas, empresas e industrias completas que, literalmente, viven de ellos o para ellos.
Considerar que por su importancia, magnanimidad y rendimiento colosal los grandes deportistas no pueden caer, habla más mal de nosotros que de su propia debilidad. Son seres humanos y tienen derecho a ser vencidos por la naturaleza como lo es la madre tierra por el terremoto o el incendio.
No se puede jugar tan bien como ellos juegan, tolerar a tantos como toleran y empatizar con todos como empatizan sin resentirse en algún momento. Tropezar aunque sea ad portas de un mundial, solo refleja lo grande que son sin dejar de ser humanos y, siempre, muy buenas personas.