Los últimos días, no han sido días cualquiera para el deporte nacional. Han sido días, que nos exhortan como sociedad a tomar definiciones claras respecto al devenir de nuestro deporte.
El trabajo iniciado por la ex Presidenta Michelle Bachelet y concluido por este gobierno, en orden a crear una institucionalidad pública de máxima jerarquía para el deporte, debe ser apreciado como una tarea de Estado y que por lo tanto, compromete el esfuerzo de todos, sin ninguna clase de distinción.
En tal sentido, cómo seguimos adelante, hará la diferencia entre la posibilidad cierta de dar un salto cualitativo histórico para el deporte nacional, o permanecer indefinidamente en el empantanamiento, transformando en los hechos a esta nueva cartera en una estructura de papel.
Por tal razón, no puede caber duda que el ministerio del Deporte es una gran contribución a los desafíos institucionales que presenta el deporte, sin embargo, insuficiente para provocar por sí solo las transformaciones que nos permitan pensar en la excelencia y en saldar nuestra deuda con los deportistas y con los buenos dirigentes.
Para afrontar de manera integral las tareas pendientes, se debe dotar de vida a dicha estructura institucional, mediante el establecimiento de las condiciones objetivas que permitan a los deportistas dedicarse sin miedo a la práctica, donde lo único que importe sea su talento y a los dirigentes, realizar su trabajo bajo un marco institucional moderno, eficiente y transparente.
Llevar a cabo lo anterior, dependerá de la capacidad que tengamos de ponderar adecuadamente el impulso deportivo que vive el país con la aprobación del ministerio del Deporte, la organización de los Juegos Odesur 2014, las recientes medallas obtenidas por nuestros deportistas, entre otros por el Bicampeón Mundial paraolímpico Cristián Valenzuela Guzmán, la postulación de Chile a los Juegos Panamericanos del año 2019 y la urgencia que el gobierno le dio a la discusión del proyecto que modifica y moderniza el funcionamiento de las Federaciones Deportivas.
En la misma dirección, la pronta aprobación de este último proyecto, que presenté hace más de tres años al Senado, que entre otros objetivos, propone transparentar el funcionamiento financiero de las federaciones deportivas, permitir a los deportistas ser sujetos de crédito, que los dirigentes se ciñan exclusivamente a criterios técnicos para seleccionar a los deportistas a las competencias internacionales, como también, que perfeccionen sus habilidades en materia de gestión y administración deportiva, en otorgar derecho voz y voto a los deportistas en las decisiones de sus federaciones y en crear una instancia disciplinaria amplia, profesionalizada e imparcial, constituye un imperativo estratégico de primer orden para realizar una reforma integral al deporte y no desperdiciar este impulso.
En este histórico momento para el deporte nacional, recuerdo cuando miraba con incredulidad el sueño que mi padre se atrevió a perseguir con otros notables dirigentes, uno que parecía imposible para un país pequeño y aislado como el nuestro: organizar un Mundial de Fútbol en Chile.
De esa gesta heroica para el deporte nacional, propiciada por dirigentes decididos y cristalizada por deportistas excepcionales, ya han pasado más de 50 años.
Por esto, enfrentados a otro momento histórico para el deporte de nuestro país, se requiere retomar el espíritu de esos gigantes e ir a buscar el resultado que soñamos para el deporte nacional, el cual, afortunadamente, depende de nosotros.