¿Estás segura? ¿No te parece muy arriesgado? ¡Pero si nunca has corrido Rally!
Fueron los primeros comentarios que escuché cuando conté que correría el Dakar, pero yo sabía que eso era lo más fácil que me tocaría, así que no me deje embargar por comentarios pesimistas y me enfoqué en mi entrenamiento y en llenarme de energía a través del cariño y el apoyo de las personas que sí me apoyaban.
Fue un año de mucho entrenamiento, muy difícil, por momentos muy aburrido, pero había una meta, ser la primera mujer latinoamericana en correr un Dakar. Y fuimos avanzando, armando todo un cuento en el que yo era primeriza, por lo que cometía errores en cosas básicas que a medida que avanzaba fui corrigiendo.
En septiembre me enfrenté a una situación crítica, me quebré la mano a una semana de viajar a México a correr el Latinoamericano de motocross. Había que tomar una decisión, viajaba y arriesgaba TODO o me quedaba y le daba con todo para recuperarme para el Dakar. No fue fácil pero me demoré un minuto, 8 horas después ya tenía una placa en la mano y 6 tornillos. A las dos semanas ya estaba en sesiones con el kinesiólogo.
Le di con todo, en 6 semanas volví a subirme a la moto, no me di cuenta y estaba en la moneda en el lanzamiento del Dakar dándole la mano al Presidente de la República, me sentía en las nubes, no lo podía creer, ya no quedaba nada para viajar, pero me entraba la inseguridad, sentía que nadie me tenía fe, fue difícil, faltaba financiamiento aún, todos me hablaban de eso y yo sólo quería despejar mi cabeza un segundo, la presión era mucha, todos me decían que lo que estaba por hacer era muy difícil, en fin, fue un día muy intenso.
Un abrazo de feliz año nuevo en la casa de una familia amiga y 8 horas después ya estaba en Lima, nerviosa como nunca, acreditaciones administrativas, acreditaciones técnicas, muchas fotos, muchas entrevistas y yo todavía no lo podía creer, estaba a punto de largar el Dakar y todavía no lo asimilaba.
5 de enero, la alarma suena a las 5:30, mi hermana me dice desde la cama de al lado, “Kuki, empezó la aventura”. Nos levantamos, ducha, desayuno, equiparse y en taxi al parque cerrado.
Poco antes de las ocho me tocó entrar a buscar mi moto, la revisé entera, instalé el roadbook y largué. De ahí a la rampa de largada había menos de 10 kilómetros, miraba todo a mi alrededor, no lo podía creer. Llegué a la rampa, varias entrevistas, me presentaron al público como la chilena que sacaba la cara por Latinoamérica.Saqué mi bandera y la mostré y la llevé conmigo durante todo el trayecto, todos los días, la de Chile y la de Isla de Pascua.
Avanzaba por las avenidas de Lima, estaba lleno de gente, me topé con mi camioneta de asistencia y se me infló el corazón, estaba muy feliz, la gente gritaba mucho, mostraban banderas y en los semáforos casi se subían ellos también a la moto, me sentía tan orgullosa, hubo un momento en que mi emoción fue tal, que se me cayeron las lágrimas, no podía creer que estaba corriendo un Dakar, algo que pensé que nunca haría en mi vida. Me tomó unos 15 kilómetros estar más tranquila.
De ahí en adelante fueron días muy largos y noches muy cortas, largábamos a las 4:30 am aproximadamente y los primeros días llegaba de noche, por más que me apuraba y trataba de acelerar no me daba la luz del día para llegar al Biubac.
Llegaba, lo primero que hacía era decirle al mecánico si algo fallaba en la moto luego a ducharme, comer , pintar el roadbook y dormir unas 4 horas. Mientras fueron pasando los días mi manejo fue mejorando y empecé a llegar de día, por lo tanto descansaba un poco más.
Había días más difíciles que otros, pero ninguno era fácil, muchos kilómetros, full calor, por momentos demasiado frío, problemas mecánicos, caídas, abandonos de amigos, un piloto muerto en nuestras narices, demasiadas emociones, también peligros.
En Argentina me encontré de frente con un alud, estaba encajonada en un río “seco”, gracias a la advertencia de Paco, un español, alcancé a salir, si no, no la estaría contando.
Mientras más avanzaba la competencia, mas aprendía, mejor andaba y mejor me sentía. Sucedían cosas muy lindas, como la solidaridad entre los pilotos, hasta que… se acabó, una falla eléctrica en mi moto, no la podía arreglar. A los 10 minutos llegó una camioneta de la organización, entre un peculiar francés, un más fluido inglés y un español incomprensible para ellos entablamos una conversación, me trataron de ayudar, pero no tenía caso, no tenía los materiales necesarios para arreglarla. Me subí al jeep y nos fuimos. Lloré y sentí mucha tristeza de ver que mi moto quedaba ahí a la orilla del camino, junto con mi sueño de llegar a la Moneda.
Pasaron los días y comprendí que había hecho algo muy grande, saco cuentas muy positivas de mi participación en la carrera más difícil del mundo, aprendí mucho.
Sin duda ha marcado una diferencia en mi vida, deportiva y personalmente hablando, bueno y desde ya me estoy preparando para el Dakar 2014, mi nueva meta, el Puerto de Valparaíso.