El deporte chileno avanza y consigue logros en los campos deportivos que no son frecuentes. Los Panamericanos y la Copa Sudamericana son testigos de esta realidad.
Parece claro que nuestros deportistas son capaces de competir y ganar en la contienda internacional.
Aunque muchos creen lo contrario, estimo que el despegue de nuestro deporte hay que buscarlo afuera de la cancha. Allí hay muchas tareas y muy pocos dispuestos a trabajar en ellas.
Todos quienes están alrededor del deporte privilegian ocuparse de temas propios de la competencia deportiva y son contados los que asumen tareas alejados de la práctica y el rendimiento propiamente tal.
Muchos influyendo en unidades técnicas, pautas de entrenamiento, etc. y muy pocos en la logística, implementación y capacitación para crear las condiciones necesarias para que los deportistas desplieguen todas sus potencialidades.
Un gran entrenador de fútbol joven, seleccionado chileno y mundialista, el “superclase” Mario Moreno insistía en el amplio campo de trabajo que teníamos los dirigentes afuera de la cancha y alejados de la pelota para olvidarnos de influir en la selección de jugadores, formación del equipo, tácticas de juego o sistemas de entrenamiento.
El ejercicio directivo en el ámbito técnico debiera enfocarse en la designación del responsable deportivo y dejarlo trabajar en las mejores condiciones. Pero la tarea directiva no se agota con la elección de entrenadores y la conformación de planteles. Recién ahí empieza el trabajo directivo.
Hay que potenciar el trabajo afuera de la cancha en todas las disciplinas deportivas del país.
Por ejemplo, en el fútbol joven, tema que conozco más que otros deportes, hay muchas tareas para conseguir facilidades de estudio; apoyo en transporte desde y hacia los lugares de entrenamiento; alimentación y medicina para deportistas; asistencia social; formación integral en valores; desarrollo de habilidades sociales; infraestructura deportiva; gestión de campeonatos; generación de ingresos necesarios para financiar los gastos operacionales.
Cuándo revisamos las estructuras de gestión, el contexto logístico, la formación y apoyo extradeportivo al practicante y sus entrenadores, nos encontramos con muchas carencias.
Estas no son de alto costo ni demandan grandes inversiones. Exigen gestión, aprovechamiento de sinergias. En suma, vocación de destinar allí el tiempo del voluntariado directivo aunque sea menos glamoroso y con nula visibilidad pública.
Así como hay deportistas capaces, también hay infraestructura suficiente en Chile. Lo que ocurre es que las instalaciones las dejamos estar, abandonamos a los clubes de barrios y a los deportistas aficionados que practican en ellas , ignorando que son ellos los ciudadanos que más y mejor derecho tienen en la materia.
El deporte chileno no necesita obras faraónicas ni políticas revolucionarias.
Necesita sistematización, foco y objetivo alcanzables. Apoyo afuera de la cancha a los protagonistas.
Debiéramos darle el carácter de verdadera política pública al deporte, no en vano es un derecho ciudadano.
Asumir de una vez por todas que los réditos sociales de la actividad deportiva son más que suficientes para destinar en ella más tiempo, más recursos y más gestores.