Que el humor salva vidas no es novedad. Lo verdaderamente novedoso es que, desde el minuto en que se conoció el fallecimiento de uno de sus actores y fundadores, Daniel Rabinovich, el mundo se revolucionó al compás de las redes sociales enfocándose en algo mucho más grande que la muerte misma: el legado.
Es que la risa y el humor son contagiosos y por contagiosos, se volvieron virales los videos donde se lo seguirá disfrutando con sus ingeniosas ocurrencias.
Desde el punto de vista del crecimiento personal, tenemos al menos cinco lecciones que podemos aprender de él y de Les Luthiers.
La primera es que con humor todo es más sencillo. Rabinovich venía padeciendo serios problemas cardiológicos; incluso hace ya bastante tiempo que el grupo que integró desde el origen anunció su salida por problemas de salud. Sin embargo, en entrevistas esporádicas, algunas apariciones televisivas, y en recortes de escenas en largometrajes, lo hemos disfrutado haciendo del humor un arte.
Luego, no es necesario usar palabrotas para hacer reír. El silencio, la “dislexia” verbal, la reinterpretación de ideas sencillas, son suficientes para darnos cuenta del enorme potencial de la comunicación humana. Incluso para marcar diferencias de opinión, es sabido que cuando una persona denosta a otra, habla más de la primera persona que de su ocasional ofendido.
Tercero, la obra nos trasciende. Somos mucho más que una experiencia humana, por lo que cualquier cosa que dejemos hecha “de buen barro” y con manos de alfareros creativos, honestos y sensibles, perdurará por los tiempos de los tiempos. Eso no se borra. Tenemos muchísimos ejemplos, como el de la Madre Teresa, Martin Luther King, Gandhi, y tantos otros cercanos a los latinoamericanos. Sin ir tan lejos, acá nomás, Violeta Parra y su inmortal “Gracias a la vida”.
Cuarto, en la experiencia está el aprendizaje. Los comienzos son tímidos, pequeños, con pasos a veces que nos asustan y hasta pueden paralizarnos por fracciones de segundos.
Aunque si nos animamos a zambullirnos por completo en las aguas de las vivencias, participando al ciento por ciento de lo que queremos lograr, estaremos marcando huella. La experiencia es más valiosa que los símbolos como el dinero, el estatus, y hasta el ego mismo.
Sin embargo, grande es la paradoja, que la experiencia termina por incluirlos como resultante final del camino: prosperidad, reconocimiento, y unas tremendas ganas de seguir haciendo más.
Finalmente,somos inolvidables. Si no para todo el mundo, al menos para un puñado de buenos corazones. Aquellos amigos leales, la familia con la que tenemos lazos fuertes y sinceros, los compañeros de ruta que estuvieron en distintos momentos. Por eso, en este paso por la vida, el legado y el sembrado es lo más importante. Lo demás son detalles.
Asi vivió y sintió Daniel Rabinovich. Alma de actor, corazón de humor, como tantos otros.Hoy toca recordarlo y grabar su memoria ante su partida. No nos olvidemos de los artistas, son los que pintan paisajes hasta en el lugar más desolado y capaces de regar el pastizal más seco, para que, de a poco, aparezca un nuevo brote de esperanza.