Cuando el verano cultural ofrecía muchos festivales y el anuncio de una política de fomento del libro y la lectura, ostensiblemente, la brújula estival viró hacia otros derroteros: lo del libro quedó “para marzo” y de los festivales sólo podrá la historia rescatar que Chile, con Ministra presente, pergueñó un par de Osos de Plata en el festival de cine de Berlín.
De los grandes temas culturales de febrero, como la olvidable oportunidad perdida de una digna presencia de la poesía nacional en la obertura del Festival de Viña o -sobre todo- el destino de las fundaciones artística, artesanal, científica y museal que dependen de la golpeada Dirección Sociocultural de la Presidencia, el Consejo Nacional de la Cultura ha guardado un discreto silencio. Es de esperar que este comportamiento no persista cuando la comunidad cultural se prepara a debatir ampliamente sobre la tan mentada reingeniería de los fondos concursables.
Encomiable lo de los Osos alemanes, ratificando lo que se sabía: que Claudia Barattini y algunos de sus asesores se mueven como peces en el agua en el mundo de los festivales internacionales; que Patricio Guzmán es una gloria de los documentales a nivel mundial, y que los “larraínes” son capaces de hacer películas que -como debieran todos- tocan, con calidad y excelentes actores, grandes temas de alcance tanto local como universal.
Ello, mientras siguen difundiéndose en prensa, lamentables cifras de escasez de público para la producción nacional en las salas de cine locales. Pareciera que medidas como la divulgación en televisión abierta, de pago y en redes sociales, asociada a demandas justas de derechos de autor que no desalienten a los canales, se hacen urgentes. Nuevamente el liderazgo del Consejo Nacional de la Cultura, que aporte renovadas medidas de fomento a la exhibición, es indispensable.
Se espera también un aporte desde ese Consejo respecto del futuro que tendrán fundaciones de tan alto impacto cultural como la FOJI -de orquestas juveniles e infantiles- que sin duda es la principal formadora de audiencias musicales del país; Artesanías de Chile, que ha tenido un permanente trabajo en un área que el Consejo Nacional de la Cultura no ha sido precisamente activo, y otras dos que bordean a la vez las áreas científica y cultural: la que se ocupa del Museo Interactivo -importante forjador de audiencias científicas- y aquella que acaba de fundir el trabajo de reciclaje electrónico con esculturas de buen nivel artístico.
Cuando se escuchan desde inicios del verano, propuestas, con respaldo académico y político, de crear un Ministerio de Ciencias, el Consejo Nacional de la Cultura debe tener una opinión al respecto y ¿por qué no? advertirlo como una oportunidad para dar aire al proyecto de Ministerio de Cultura que parece respirar con dificultad.
Más allá de los grandes desafíos que demandan opinión de un gobierno que en lo cultural arriesga el vértigo de la intrascendencia, hay tareas sectoriales y definiciones sobre estructuras existentes que no pueden esperar: la política del libro es una de ellas y su retraso sólo ha permitido confusas críticas que no debieran desviar lo principal.
Dentro de ello está el necesario apoyo a la internacionalización del libro chileno, que podría jugar un destacado rol en el escenario vecinal que se torna progresivamente complejo. No hay que olvidar que, en 2005, reuniones binacionales de gestores culturales chilenos y bolivianos – en dos versiones, una en cada capital- y chilenos y peruanos, felizmente coordinadas con nuestra Cancillería y las respectivas Embajadas, marcaron un poderoso acercamiento de las sociedades civiles de nuestros tres países, tan necesario diez años después.
Las definiciones que se requieren desde la institución respecto de lo existente, apuntan a lo que se querrá de los fondos concursables, tema de gran relevancia pues “desfondarizar” puede llegar a convertirse en “desfondar” una institución que tiene entre sus principales funciones administrar unos recursos que, por ley, dispone el Estado pero asignan pares, mediante procesos transparentes que se alejan –consensuadamente – de las cuestionadas asignaciones directas del poder político.
Al menos en esta tarea son necesarios muchos de aquellos que participaron en el Consejo Nacional de la Cultura en los últimos años, por lo que no ayuda la rotativa de funcionarios que denuncia la prensa y acusa, desafortunadamente, la realidad.
En definitiva, si bien el verano trajo positivos osos, el año que comienza exigirá muchos y audaces planteamientos desde una autoridad cultural que debe trabajar con el zoológico completo.