El jurado decidió entregar el Premio Nacional de Literatura al escritor Antonio Skármeta. Se trata de un chileno nacido en Antofagasta que, en su trabajo literario, ha dado cuenta con belleza y perspicacia de cómo somos los chilenos y chilenas y de cómo es nuestro país, en un universo de tiempo cuyas fronteras no pueden ser exactas, pero que entregan una visión de la última centuria; lo que valga añadir no es poco, dado que recién cruzamos el bicentenario desde la proclamación de la Independencia Nacional.
Skármeta es uno de aquellos que ha sido capaz, con su labor de escritor, de universalizar la nación chilena. Hay quienes pueden preferir la palabra “globalizar”, me gusta más la ya utilizada de universalizar, pues abarca más allá de lo economicista y mediático para trascender también a lo espiritual, a lo emocional, a las costumbres, a la evolución histórica que nos entrega identidad y fisonomía como país.
Ello se refleja en su conocida obra “Ardiente paciencia” que le distinguiera o consagrara, proyectando además su creación literaria al cine y la música.
Fuese a través del cartero de Neruda o de rememorar el sentido épico de la campaña del NO en 1988, Skármeta con su esfuerzo permitirá que en el futuro, cuando existan y reflexionen nuevas generaciones, que haya una puerta abierta que les acerque a lo que fueron alegrías y quebrantos, desafíos y desengaños de quienes hemos vivido en esta época.
Pero además, Skármeta nos acerca a esa parte del ser nacional que está débilmente explorada, la de aquellos inmigrantes que traspasando océanos y fronteras, han llegado a tierra chilena para fundirse con los que aquí bregaban por la existencia.
Aquellos que tuvieron que recomenzar desde cero, en una patria que no conocían y que supo acogerlos, de un Chile que fue solidario y que debe ser rescatado en esa dimensión.
Sus cuentos contienen además, la presencia de quienes no aparecen en la ventana de la exhibición pública, pero que observan, meditan y protagonizan el esfuerzo cotidiano de nuestra sociedad. El joven vivaracho, la muchacha enamorada, el trabajador esperanzado; así como delatan la sombra de la intolerancia y la regresión autoritaria.
Asimismo, su propia figura representa al intelectual que sufrió el intento de ser excluido y que, no obstante, supero y creció en la adversidad, bregando por la patria aún cuando no podía vivir en ella.
Hay quienes hubiesen preferido otros nombres, ellos también tendrán su momento.Sin embargo, el volumen y la perseverancia como escritor de Antonio Skarmeta lo sitúan como un nombramiento inobjetable.