Y Madrid se vistió de arte.
ARCO – Feria Internacional del Arte Contemporáneo – ha celebrado su trigésima tercera edición.Creada para ser un escaparate de vanguardia y poner el sello de España en el mercado mundial, ARCO ha consolidado una posición notable entre las más importantes ferias de su género además de haberse convertido en lugar privilegiado para creadores emergentes, punto de encuentro y plataforma de lanzamiento de artistas, entre ellos los latinoamericanos.
La crisis ha sido una vez más el invitado incómodo de esta feria. No obstante, la presencia de 250 coleccionistas y 150 comisarios de diversas procedencias ha generado optimismo en las 217 galerías presentes. Finlandia ha sido esta vez el país invitado.
No solo importan las ventas. También interesa la opinión que se lleven los expertos sobre las obras de artistas aún desconocidos y con méritos más que suficientes para cotizarse alto.Es aquí donde surgen acuerdos para promover a un pintor, escultor, foto-artista o para que museos o fundaciones adquieran obras que en el futuro pasarán a engrosar la lista de objetos de culto.
Como todo negocio que se precie, en ARCO, al igual que otras ferias de arte, los grandes nombres acaparan la atención y aún más cuando trasciende el precio de la obra expuesta. Si alcanza al millón de dólares o de euros, o se supera esa cifra, el “gancho” para generar expectación entre los visitantes está asegurado.
En mi opinión, más que admirar a los artistas que ya tienen un nombre en los circuitos comerciales internacionales, lo que concede más valor a ferias como la de ARCO de Madrid son los artistas por descubrir.
Los que aportan novedad y riesgo. Los que no se suman a las modas y a los que tampoco se les asigna un “ismo” o corriente artística determinada.
De ahí que aplaudo la elección de la galería Isabel Aninat, esta vez la única chilena presente en ARCO, por traer a Madrid la sorprendente, sugerente y meticulosa obra de Mónica Bengoa.
La artista visual chilena tiene una extensa e interesante trayectoria tanto dentro como fuera de Chile- Bienal de Venecia 2007, entre otras- y su presencia en ARCO demuestra que estamos ante una creadora en permanente reinvención , que no elude investigar , experimentar con materiales diversos e incluso recurrir a otros soportes y/o géneros artísticos. Es el caso de la obra expuesta en ARCO donde fotografía y literatura se funden en sensual armonía.
Se trata de una instalación de cuatro paños de fieltro de lana calado a mano, cada uno de 184 por 290 centímetros, más letras también de fieltro dispuestas en el suelo. La artista rinde homenaje con esta obra al escritor francés Georges Perec, del que incluye fragmentos en español del capítulo Still life/Style leaf, del libro “Lo extraordinario”.
Bengoa visualiza a su manera las páginas de ese libro. Arma las imágenes con alto contraste y gracias el arrugado de las páginas fotografiadas, consigue que el observador de la obra se detenga a intuir lo que ve y se deje atrapar por las sinuosas formas. Se trata de una instalación hecha especialmente para ARCO , con máxima economía de medios y en la que su autora tardó en acabar siete meses.
Isabel Aninat, con más de 30 años como galerista, considera que el trabajo de Mónica Bengoa posee lo que se espera de un gran creador : misterio, capacidad de sorprender y búsqueda permanente de formas propias de expresión.
Sabe que es un riesgo apostar por lo “no conocido”, por alguien que huye de los estereotipos o de los encasillamientos, no obstante, su apoyo incondicional a la artista visual es digno de elogiar.
Tal vez sea esta apuesta por lo innovador que la galería que dirige haya sido invitada a participar en la feria de Basilea y que durante todo 2014 los artistas chilenos que representa mostrarán sus obras en diferentes países y ferias de primer nivel.
El arte actual de Chile merece estar presente en ferias como ARCO. Se echa en falta a Tomás Andreu, galerista habitual de ARCO hace unos años, y de otros en activo que tiene en sus carpetas a nombres destacados.
Para otra vez será.