Escasa repercusión ha tenido la destrucción parcial del teatro Municipal de Santiago y las alarmantes cifras sobre la suerte que está corriendo nuestro patrimonio.
Muchas veces se critica que los medios de comunicación no realizan la cobertura debida a los temas de real interés de la comunidad. Pero,¿cuáles son esos intereses?
El incendio del teatro Municipal ha tenido una amplia cobertura, con imágenes en vivo, notas posteriores y columnas que a la luz de cualquier evaluación debería, al menos, haber generado un remezón de proporciones ante esta emergencia en particular, y las cifras que demuestran que no es un hecho aislado.Un edificio patrimonial se quema cada semana.
Las declaraciones políticamente correctas se propagan tan rápido como el fuego y la reflexión seria dura menos que el humo sobre Santiago.
Las explicaciones que intentan llevar a la comunidad hacia la resignación, la falsa creencia que nada se pudo hacer antes y que durante el incendio tampoco se pudo hacer mejor, así como la idea de que el daño generado era inevitable, parecen inundar los medios durante los días posteriores, como si fuera necesario reinventar la rueda para proteger un recinto como el teatro Municipal ante una emergencia tan antigua como los incendios.
“La impresión fue tremenda: había verdaderas cascadas de agua fluyendo con material quemado al interior del teatro. Es imposible calcular los daños de la pérdida, porque lo que no destruyó el fuego, sí lo hizo el agua. Estamos hablando de una verdadera inundación” declaraba Loreto Mardones, presidenta del Sindicato de Coros (El Mostrador).
Al ver las imágenes de los artistas, sus rostros y el dolor que expresaban, pareciera que son de los pocos que realmente comprenden el valor de la pérdida.
Mientras algunos se concentran en justificar lo que no se hizo antes del incendio, decir que hay seguros comprometidos, o simplemente tratar de cuantificar económicamente las pérdidas, en vez de concentrarse en qué se hará y qué se puede hacer mejor, el incendio no deja de revelarnos que simplemente poco se valora el real sentido de la pérdida, y la verdadera desprotección que existe de nuestro patrimonio cultural.
Pero aquí el problema no es de dinero, como tampoco de acceso al conocimiento.La limitación está en nosotros, en la capacidad que tenemos para hacer cambios, en asumir que para caminar en serio al desarrollo debemos ir más allá del indicador, del ranking y los promedios.
Pareciera que las resistencias, los egos, las tradiciones, y la inmediatez de nuestra mirada, hacen cada vez más complejo este camino.
No se trata de entrar en una descripción detallada sobre las medidas de protección, la tecnología y técnicas disponibles para proteger la vida y la infraestructura antes y durante un incendio, pues basta con señalar que existe y está a nuestro alcance.
No deja de incomodarme la aparente necesidad de plantear estudios y análisis de alta complejidad para determinar las medidas esenciales de protección de estructuras patrimoniales como el teatro Municipal de Santiago, haciendo parecer que esta materia está al borde de lo inaccesible.
Por ello es fundamental clarificar queexisten normas internacionales que en otros países son regulaciones estrictas,definidas para instalaciones existentes, en construcción e incluso en demolición, con estándares concretos que no requieren de consultoría, estudio ni análisis alguno, que no sea aquél que pueden realizar los responsables del diseño de una construcción, proveedores e instaladores. Más aún, exigencias que en países desarrollados son pre requisito para funcionar.
Los incendios seguirán ocurriendo, pues en esta materia podemos disminuir el riesgo pero no eliminarlo. Peroaquí no hablamos de prevención, sino de un concepto aún más amplio, que es protección.estro patrimonio se quema, y con ello la memoria que nos corresponde cuidar para futuras generaciones.
Si no se toman medidas, si quienes ocupan una posición en la toma de decisión y como ciudadanos no expresamos activamente nuestra preocupación por lo que se hace, se está dejando de hacer o se puede hacer mejor, terminaremos heredando a las futuras generaciones un reflejo de la cultura del plástico, la simulación y lo que parece ser pero no es, pues el original ya se habrá transformado en cenizas.