14 abr 2013

Mes del libro, sin cultura

El clásico sofisma de que los números no mienten se escucha una vez más: sus felices y desengañados cultores dirán que cosas buenas están pasando con el libro en nuestro país y el mundo. Digo sofisma porque los números claro que no mienten, así como tampoco lo hacen las letras o el código morse: miente quien hace uso de ellas.

Pero claro que sí. El dato duro está al alcance de cualquier hijo de vecino. Anoto lo que todo el mundo sabe. Un nuevo libro aparece cada medio minuto, ciento veinte, cada hora, dos mil ochocientos, al mes.

Si en los primeros cien años desde que el gran hombre de negocios llamado Gutenberg (re)inventara la imprenta (asunto ya hecho por los chinos mucho antes) se publicaron treinta y cinco mil libros, en los últimos cincuenta años, como cuenta Gabriel Zaid, la cifra llega cómodamente a treinta y seis millones de ellos. La biblioteca total de esta estrambótica cifra debería abarcar veintiséis kilómetros.

¿Y nuestra copia feliz del Edén? “¡A descorchar otra champaña por un nuevo éxito!”, se oye en solitarias oficinas gubernamentales. El porcentaje de lectores en Chile según una encuesta reciente de la UNESCO, sobrepasa a países como México, Perú o Colombia; a diferencia del 67% de estos últimos, sólo el 37% de los nuestros no lee ni el diario con el que envuelve los pescados y nuestra pesquisa de textos digitales en internet es la que más crece en el continente. ¿Ve?, me dice uno que otro detractor on line, “estamos” haciendo bien la pega.

Sin embargo, algo falla aquí. Caerá sobre mí una vez más el mote de pequeño burgués que no entiende que su lugar es la parte baja de la pirámide y que se deje de leseras; ya sabe, el típico resentido que vota por el patrón (porque cree éste que le va a dar plata, pobrecito) que te enrostra “y tú que tanto alegas, qué estás haciendo por cambiar algo”. Vale. Sé que es poco. Pero es más que molestar, de puro parqueado, frente al laptop, una noche de sábado. Aparte de escuchar sus sandeces trato de educar, advertir o al menos molestar con lo que estimo un par de verdades. Ejercicio en extinción en duda, porque puede que Chile y el mundo se llenen de libros, pero se están vaciando más y más de cultura.

Indigna que estas estadísticas no digan nada del precio vil y usurero de los libros, los más caros del continente, ¿también la cultura es un bien de consumo, señores mercaderes? ¿o es parte de alguna oscura estrategia de control social el limitar el acceso a la cultura?

Indigna que estas estadísticas nada digan de medievales cazas de brujas como la reciente pataleta de una Torquemada ariqueña contra un escritor local y su intento por difundir entre los estudiantes al degenerado Allen Ginsberg(¿?). ¿Qué viene ahora? ¿Prohibir a Rimbaud, a Verlaine, a Lewis Carroll, a Miles Davis, a Benjamin Britten y a cualquier artista que se haya declarado gay en un momento dado? ¿Qué tiene que ver la opción sexual con el talento?

Indigna que los chilenos (que a menudo mienten en estas encuestas) se declaren lectores ávidos de conocimiento pero que ocho de cada diez no entienden lo que leen y su vocabulario tenga un pobre promedio de setecientas palabras. Los tristes razonamientos del hombre de la calle, del futbolista o del honorable registrados por las cámaras de televisión son la prueba al canto.

Indigna estas encuestas no recojan el impacto mediático que detractores y defensores del ministro de Educación, académico connotado, protagonizaron al hacer un penoso copy-paste en la redacción de sus argumentos. Como docente uno debe evaluar con un dos a quien lo comete. Imagine la risa de sus alumnos hacia usted después de este incidente, colega. “Si la elite lo hace, entonces ¿por qué yo no?”

Indigna la cobarde complicidad de nuestros hintelectuales (sic), hoy absortos en la redacción de sus indulgencias culinarias y sexuales, (casi siempre apócrifas), antes de la historia que transcurre ante sus ojos.

Alguna vez el escritor dedicó páginas excepcionales a la filípica, a la catilinaria que corregía vicios sociales, y pretendía formar la mente y espíritu de un pueblo: un Cicerón, un Swift, un Flaubert, un Larra, un Borges poco y nada le valen al posmoderno escribano chilensis, un mero epígono, al final del día, de voces gloriosas muertas hace ya varias décadas.

Por eso descreo, observo, y tomo distancia, como aquel lúcido animalito de la Granja Animal de Orwell. Agite sus cifras todo lo que quiera, doctor, injúrieme por sus redes antisociales hasta el hartazgo si le parece, pero si se esfuerza a entender realmente lo que lee, se dará cuenta que los que realmente leen están marchando en las calles y proponiendo con lucidez, realmente, un mundo mejor.

Ellos sí tienen un mes del libro y la cultura de verdad, por ellos y para ellos sí vale la pena seguir escribiendo.

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  • Ese_mismo

    Bueno, un saludo, hay quienes no hemos perdido el disfrute por la lectura y el enrequecimiento de nuestras facultades rescatables de ser humanos, mas que maquinas productivas de la socidad sistematizada en la que transcurren nuestros dias.

    Pero es noticia la apertura del funicular.

    • http://twitter.com/anderfrith andrés lopez u

      Amigos lectores una imperdonable fe de errata del presente artículo: Dentro de los “Indigna…”, casi naufraga en las aguas de mi Leteo personal, un hecho que nos dejó a mí y mi familia bastante molestos así que aquí va:
      Indigna que casi todos los así llamados eventos culturales (talleres, ferias varias, conciertos) sean destinados mayormente a comunas del sector oriente de Santiago y cuando ocurre el milagro de que en el sector en que uno vive, La Florida, se haga una Feria del Libro, el edil de turno cancele la totalidad del evento solamente por la presencia, como presentadora de un libro, de Camila Vallejo. Calculo mediocre, de política chica, del alcalde UDI que va en detrimento del desarrollo cultural de sus vecinos. Penoso.
      El autor.

  • Margarita Muñoz

    Muy buena columna. Comparto tus críticas, pues también espero que las cifras lleguen a reflejar calidad de lo que se entiende al leer… en realidad sería hermoso un mundo de gente sensible, culta, inteligente y ética, pero en fin. En tanto, que no te martirice la pequeñez de gente como el alcaldejillo que mencionas en tu posteo, es simple rabia (resalto la palabra) de gente odiosa y no vale la pena, para mí, pensar en comentar más sobre el tema.
    Lo que sí vale la pena, además de procurar promover la cultura, es difrutar de leer, tener buen gusto, amar lo verdadero, la buena música, compartir con gente con cuento, sin tratar de imponer nuestros gustos a los demás.

  • RodrigoQuintana

    Umberto Eco sostiene, en un ensayo, que esta era de la informática lejos de hacer crecer la lectura ha impulsado una época más parecida al peor medioevo (hubo uno brillante), donde una élite lee y la mayoría es analfabeta funcional, sin mencionar que por ende el conocimiento está enclaustrado en círculos muy parecidos a los monasterios. Como los índices de lectura han bajado en Europa (si supiera lo que es Chile) se habita en una cultura iconográfica, de monitos digitales, y no de letras. De ahí que existan diarios que son más fotografía que texto y que cualquier pez gordo rechace toda idea donde vea “mucho texto” y repita feliz: “pero si hoy la gente no quiere leer posom”. Chile en el año 70 estaba tercero en el ránking de lectura de Latinoamérica, en los 90 por el 8º sitio, hoy?Espero haya un avance gracias a Harry Potter, Isabel Allende, Pilar Sordo y las sombras de Frei, perdón… Grey .