La semana pasada nos quedamos sin agua. Un fenómeno pluvial cayó en la pre-cordillera, le agregó tierra al río Maipo y tapó el sistema a la empresa que nos provee. Sólo cuando no tenemos agua, nos damos cuenta que es indispensable. Fácilmente culpamos a la empresa de Aguas porque ese día no otorgó el servicio, conforme, pero ¿Le creemos a la ONU pronosticar que faltará agua en el planeta? o ¿a nosotros no?
Somos un país frágil. Nuestra lista de sismos, tsunamis, temporales, nevazones, y Chaitenes con una vulcanología a full en la estantería instalada en nuestro perímetro. Nos damos cuenta de nuestra fragilidad física sin catastrofismos ni por adelantar días de Juicio final. Así somos, simbiontes con nuestra tierra. Recuerdo habérselo oído a Lynn Margulis.
¿Tenemos una fragilidad económica? Cómo se le puede ocurrir ¿No ha visto los índices económicos? Mientras tengamos compradores de nuestros “commodities” o lo que produce esta tierra no hay de qué preocuparse, veranee.
La elocuente y florida carta de don Pedro de Valdivia empedrada en el Santa Lucía fue otro hábil escamoteo ante el Rey de España, que imagino escribió el original para sustentar hambres y sudores de los conquistadores frente a los nativos de la comarca que se habían establecido en el valle. Cuando Valdivia & Compañía llegaron a este extremo encontraron –la historia no lo ha dicho– a los pacíficos naturales del lugar bien acomodados en un armisticio con los del imperio socialista de los Incas.
Los residentes no se la llevaron muy bien con don Pedro, doña Inés y la caballería. Ahí empezó la leyenda que nos cuentan: una alianza íbero-americana que no habría de durar mucho porque a los hispanos les dio por avanzar hacia el Sur buscando el supuesto oro.
Se armaron las guerras, las trifulcas y comenzó la dominación que sólo llegó hasta el Bío-Bío donde estaba la señalética “NO TRASPASAR”.
Igual que frente a las vallas papales los hispanos avanzaron con consecuencias terminales. Hay un trozo de historia, en borrador, que no se pasó en limpio y así nació Chile.
Poblamos este frágil país, nosotros somos parte de su variado contenido, pero hemos sido incapaces de promover y mantener cordura y civilidad en nuestro desarrollo tan exitoso sin evitar echar abajo y vender bosques nativos, manchar con petróleo playas de arenas suaves, ennegrecer el aire con hollín, todo lo que llamamos contaminación como si fuera un contagio foráneo.
Nos sustentamos en los cimientos de una cultura impuesta por armas bendecidas en la Inquisición hispana que imperaba en otras tierras. Somos simbiontes con nuestra tierra. Nos arrasaron y aprendimos a arrasar nuestra tierra y quizás también a nuestra parentela nacional.
¿Acaso no se menciona la fragilidad de nuestra familia como país?
Por nuestra fragilidad ¡ay, si nos morimos! creo que no se debate sobre la validez de la religión.La mayoría de los fundamentalistas religiosos están de acuerdo en que la ciencia no tiene nada que decir sobre el tema de los valores humanos. De hecho, nuestra incapacidad para hacer frente a cuestiones del significado y de la moralidad a través de la ciencia se ha convertido en la principal justificación de la fe religiosa.
¿Podemos vincular aquello que llamamos moral con el resto del conocimiento humano? En la definición de moralidad –en términos del uso de los recursos humanos y de nuestro bienestar– ¿podrá la ciencia hacer más que decir cómo somos? ¿Podría, en principio, decirnos cómo debemos ser? El relativismo moral es simplemente falso y tiene un costo cada vez mayor para la humanidad.
Haciendo uso de nuestra incipiente experiencia en filosofía y en la neurociencia, en medio de nuestras “guerras culturales”, ¿será posible cambiar el juego por el futuro de la ciencia sobre la base real de la cooperación humana?
Nuestra fragilidad se revela porque somos tembleque por no atrevernos a cuestionar varias afirmaciones impuestas –que de pasadita muchos ya no creen– como fecundidad esotérica, nacimientos virginales, una creación en siete días, milagrerías, transubstanciación y resurrecciones el domingo.
Ante tanta fragilidad, ¿Qué es lo resistente que tenemos? Ínfulas por un suelo mineral bien explotado[con Royalties reguleques] cuyo producto lo vendemos en otras tierras y tenemos cielos que atraen científicos del planeta. Cielos que seguirán ahí como ha sido desde hace miles de millones de años y nadie se los va a llevar. Ellos son también nuestro patrimonio
Con nuestra mirada también frágil, de mírame y no me toques ¿Tenemos conciencia del calentamiento global? Mejor imaginemos que el corte de agua en Santiago fue obra de Huitzilopochtli, dios de la lluvia o de las iras de Tláloc, el del viento, que nos atacaron desde laoriginal cultura azteca muy arrasada y también hecha frágil.