Ofrezco mis disculpas a los lectores de esta columna por narrar una experiencia personal, pero considero justificada mi decisión, porque la experiencia se refiere a un asunto de primera importancia para el país, como es la educación.
Esta historia se inició hace unos cuatro meses, cuando decidí presentarme a la convocatoria pública a un concurso de la alta dirección pública para asumir la dirección de una escuela básica de la comuna de Cerrillos.
Elegí postular al cargo de director de la Escuela Básica Pedro Aguirre Cerda (ex D-33) como una forma de agradecer, a mi manera, la oportunidad de vivir en Chile que el ex mandatario Pedro Aguirre Cerda le brindó a mi padre cuando el Gobierno del Frente Popular dio asilo a los 2.500 españoles que llegaron a Valparaíso el 3 de septiembre de 1939 a bordo del legendario “Winnipeg”, provenientes de campos de concentración en Francia.
Mi padre era uno de esos refugiados y pudo salvar su vida gracias a la oportunidad que le brindó Aguirre Cerda, con la valiosa colaboración de Pablo Neruda. Desde muy pequeño aprendí que hay que ser agradecido en esta vida.
El llamado a concurso me hizo reflexionar: ¿cumplo los requisitos?, ¿tengo, realmente, las competencias?, ¿estoy dispuesto a regresar a la vida laboral activa y dejar mi apacible vida de pensionado anticipado?, ¿puedo contribuir con un granito de arena a mejorar la tan alicaída y vilipendiada educación chilena, devolviendo, de paso, el favor que mi padre recibió cuando Chile le otorgó “asilo contra la opresión”?
Como todas mis respuestas a estas interrogantes fueron afirmativas, presenté mis antecedentes en las oficinas del D.A.E.M. de Cerrillos y esperé el resultado del concurso.
Mis familiares y amigos me decían “no te hagas ilusiones, porque estos concursos están todos cocinados y arreglados”, “ya has trabajado lo suficiente en esta vida”, “dedícate a disfrutar de tus nietos y a pasear con Leonor”.
No quise desanimarme ante estas grandes verdades y seguí adelante, hasta que un día me comunicaron telefónicamente que había sido seleccionado.
Grande fue mi satisfacción y mayor cuando ingresé por primera vez a los lustrosos pasillos de la escuela y vi en un mural la foto del ex presidente Pedro Aguirre Cerda y junto a él su conocida frase: “Gobernar es educar”. Me emocioné silenciosamente.
Desde ese momento hasta hoy, no he dejado de sorprenderme al constatar el excelente nivel de la educación municipal que tiene esta comuna o, al menos, la Escuela Básica Pedro Aguirre Cerda, en muchos aspectos muy superior al que tienen varios de los colegios particulares más “pirulos” del sector oriente de la capital, donde los aranceles superan los $200.000 y los $300.000 mensuales por alumno.
En mi escuela (siento un gran orgullo por ese “mi”), los padres pagan anual y voluntariamente $8.000 (sí, leyó bien: ocho mil pesos voluntarios al año).
A cambio, sus hijos reciben diariamente desayuno y almuerzo de buena calidad y en cantidad suficiente; disponen de un transporte municipal que los deja cómodamente en la puerta de la escuela, y los lleva de regreso a su hogar; reciben libros, computadores y textos escolares gratuitos de buena calidad; asisten a clases donde sus profesores realmente emplean proyectores y pizarras digitales de última generación; tienen acceso a computadores conectados a Internet con banda ancha; se les imparten talleres extraescolares variados y de calidad; participan mensualmente de salidas pedagógicas que les permiten conocer museos y paisajes naturales; sus salas de clases son amplias, bien iluminadas, recién pintadas, con buenos cortinajes y mobiliario escolar en perfecto estado .
Si a esto le sumamos que el profesorado recibe periódicamente capacitación pedagógica pertinente, que tiene una carga horaria que no supera las seis horas de clases diarias, ¿de qué crisis en la educación chilena estamos hablando? , ¿cuál es la gigantesca brecha entre la educación particular y la municipal subvencionada? Porque conozco varios establecimientos educacionales de renombre cuya realidad es muy inferior a la descrita.
Debo agregar que me encontré con un cuerpo de profesores y profesoras bien capacitado profesionalmente, motivado y deseoso de aportar sus mejores capacidades para mejorar los aprendizajes de los estudiantes. Es decir, he conocido un mundo que me ha dejado sorprendido y que desconocía completamente, un mundo que no necesita marchas estudiantiles que exijan “educación gratis y de calidad”, porque la tienen.
En mi primera reunión con el cuerpo docente de mi escuela, sin conocer todavía lo que he ido conociendo, les pedí “hacer bien la pega, a la primera y con una sonrisa de oreja a oreja.” Y esto lo he evidenciado hasta hoy.
Espero que mi aporte desde la dirección que me fue confiada, recurriendo a mis aptitudes de gestión y liderazgo y a mi amor por esta noble profesión que es la Pedagogía, contribuyan a acrecentar los logros de aprendizaje y educación que en el presente ostenta la Escuela Básica Pedro Aguirre Cerda (ex D-33). Y si no es así, estimado lector, ¡cóbreme la palabra!