Las recientes declaraciones de la directora de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, referidas al Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos, inevitablemente abren una conversación de la sociedad chilena sobre los museos como instituciones culturales, su sentido, rol e importancia.
Las críticas de Magdalena Krebs al Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos, a mi juicio, develan una discrepancia muy profunda que aún existe en nuestra sociedad y en las autoridades que laboran en el campo cultural, respecto de la naturaleza y misión de los museos.
Sus dichos, en definitiva, expresan la reivindicación actual de un sector de la sociedad chilena que históricamente ha tenido la hegemonía del discurso patrimonial y del espacio museístico; un discurso conservador y excluyente.
Es una reivindicación tardía, aparece en el siglo XXI, en un período histórico de grandes tensiones, cuestionamientos y reconceptualizaciones del museo como institución cultural y de lo que debe entenderse por patrimonio cultural.
Es una reivindicación tardía, además, porque surge en un contexto de significativas manifestaciones de reclamo social por una mayor participación ciudadana y democratización de las instituciones para la instalación y desarrollo de un proyecto de país más equitativo, inclusivo, y respetuoso de la diversidad y pluralidad cultural.
El Consejo Internacional de Museos (ICOM) releva y destaca la misión social del museo al declarar que “… es una institución de carácter permanente y no lucrativo al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público que exhibe, conserva, investiga, comunica y adquiere, con fines de estudio, educación y disfrute, la evidencia material de la gente y su medio ambiente”. (Art. 2, Declaración ICOM).
Por su parte, la Cumbre de Jefes de Estado y Presidentes de los países de Iberoamérica realizada en Chile el año 2007, ratifica la Declaración de Ibermuseos de Salvador de Bahía, relevando “ el importante papel de los museos en la salvaguarda del derecho a la apropiación creativa de la memoria y del patrimonio como parte de los derechos socioculturales de todos los ciudadanos Iberoamericanos”, y agrega que comprende “ los museos como prácticas sociales relevantes para el desarrollo compartido, como lugares de representación de la diversidad cultural de los pueblos Iberoamericanos, que comparten en el presente memorias del pasado y que quieren construir juntos otra vía de acceso al futuro, con más justicia, armonía, solidaridad, libertad, paz, dignidad y derechos humanos”.
La Declaración de Salvador de Bahía, suscrita por nuestro país, insta a los estados a adoptar políticas públicas que permitan:
a) “Asegurar que los museos sean territorios de salvaguarda y difusión de valores democráticos y de ciudadanía, colocados a servicio de la sociedad, con el objetivo de propiciar el fortalecimiento y la manifestación de las identidades, la percepción crítica y reflexiva de la realidad, la producción de conocimientos, la promoción de la dignidad humana y oportunidades de esparcimiento”.
b) “Comprender el proceso museológico como ejercicio de lectura del mundo que posibilita a los sujetos sociales la capacidad de interpretar y transformar la realidad para la construcción de una ciudadanía democrática y cultural, propiciando la participación activa da la comunidad en el diseño de políticas museísticas”.
c) “Garantizar el derecho a la memoria de grupos y movimientos sociales y apoyar acciones de apropiación social del patrimonio y de valorización de los distintos tipos de museos, como museos comunitarios, ecomuseos, museos de territorio, museos locales, museos memoriales (resistencia y derechos humanos) y otros.”
En nuestro país existen alrededor de 250 museos, algunos de ellos pertenecen a entidades universitarias como es el caso del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), otros a instituciones privadas como es el caso del Museo de Arte Precolombino, y la mayoría a municipios.
Los tres principales museos de Chile son públicos e integran la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, a los cuales se suman 19 museos regionales y 4 museos especializados.
Los museos nacionales surgen y se consolidan en el siglo 19 y comienzos del siglo 20, respondiendo a la profunda vocación de la elite política, económica, cultural y militar gobernante, acerca de la necesidad de fortalecer el sentido de unidad y pertenencia nacional, y avanzar en el proceso de formación de nuevas generaciones dirigentes.
Este esfuerzo se inscribe en un proyecto más global de construcción de un país unitario, culturalmente homogéneo y socialmente controlado. Desde el discurso público se construye una sola memoria, se relevan ciertos actores sociales y determinadas prácticas sociales, y se priorizan determinados ámbitos y materias desde el punto de vista de la investigación científica y social.
Lo anterior explica la naturaleza marcadamente “institucional” de colecciones y museografías, la uniformidad estética de los museos de arte y su escaso diálogo con nuevas tendencias en el campo de las artes visuales, y el sello coleccionista de museos de historia natural.
Mayoritariamente en nuestros museos, el pueblo y lo popular quedó fuera de su consideración, la multiculturalidad fue omitida, y el discurso de la biodiversidad y ecología para un desarrollo sustentable no existían.
A partir de la década de los 60, algunos museos como el de Bellas Artes, enfrentan el desafío de la comunidad académica y artística para ampliar sus horizontes y en ese contexto se verifican acciones de arte muy significativas. Asimismo, en el Museo Nacional de Historia Natural se impulsan procesos muy relevantes de reconceptualización museológica, en donde la investigación y la relación con la comunidad, en especial los jóvenes, otorgan sentido a la valiosa colección que el Museo preserva.
Es justamente la Directora del MNHN, junto a otros profesionales, los que despliegan un esfuerzo con efectos hasta hoy en el campo de los museos; me refiero al encuentro y declaración de la Mesa de Santiago. Ya en 1965 se había conformado el ICOM Chile lo cual por cierto tiene grandes implicancias en este proceso de renovación teórica y de las prácticas museísticas.
Solo a fines de los ’90, en nuestro país los museos adquieren una mayor presencia en el imaginario colectivo y en el discurso público como un espacio cultural relevante, y justamente la DIBAM – en especial la Subdirección de Museos- ha tenido un rol decisivo en este proceso. Museos comprendidos, por cierto, como instituciones que:
a) recogen, valoran y difunden la memoria plural y diversa de nuestro país;
b) investigan, conservan y difunden parte significativa de nuestro patrimonio natural y cultural, el cual es diverso y plural;
c) hablan desde la afirmación de nuestros orígenes precolombinos, que no silencian la complejidad, violencia y discriminaciones que hemos vivido en nuestra corta o larga historia;
d) tienen como centro establecer la dinámica de comunicación que permita un encuentro íntegro de cada persona con los objetos contextualizados, y no el culto a los objetos de la colección;
e) museos de arte que, junto con conservar y difundir colecciones, son un actor fundamental en el necesario proceso de reflexión artística y de divulgación de propuestas actuales.
El que exista un Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos en Chile hoy es expresión de esta nueva e indispensable comprensión de la misión y naturaleza del museo como espacio de visibilización de la memoria luminosa y dolorosa de la sociedad chilena, como espacio de ejercicio del derecho y deber de memoria que tiene cada ser humano y cada comunidad, como espacio cultural que contribuye a conocer y reconocerse en un relato histórico más complejo y plural del país, como una instancia de educación para el respeto a la vida, integridad y dignidad de las personas, y aprendizaje para un compromiso profundo de todas y cada una de las personas con los derechos humanos, como institución que contribuye al proyecto democrático de convivencia.
La directora de la Dibam no puede obviar que es un imperativo intelectual, ético y social comprender y trabajar con un concepto profundo, integral, complejo e inclusivo de patrimonio cultural; esto es, asumir en toda su envergadura que constituyen patrimonio cultural una diversidad de bienes, oficios, prácticas y representaciones simbólicas.
Ojalá este Museo no hubiera sido necesario. Pero las violaciones a los derechos humanos existieron, no como excesos, si no como una política sistemática de la dictadura militar.
Y por ello existe este Museo, iniciativa en la que la Dibam aportó con su valiosa experiencia y calificación profesional. Existe como espacio de ejercicio del derecho y deber de memoria, para educar en el respeto a la vida y dignidad de cada ser humano, como reconocimiento y reparación de parte del daño a las víctimas y sus familias.
Sinceramente invito a Magdalena a intentar con humildad a comprender esta cuestión esencial.