En todas las culturas existen aquellos seres nimbados por un aire de inmortalidad, son ellos los que encarnan lo más preciado de la tribu, lo más excelso y genuino del pensamiento propio. En nuestra América, “lo fino y espiritual” ha cristalizado en el verbo, es en la escritura donde reside la secreta alquimia de tiempo, imaginación e historia…
Entre estos espíritus selectos de Indo Afro Hispano América se inscribe, sin lugar a dudas, Carlos Fuentes.
Como todo gran escritor, este mejicano de excepción ha sido un faro para todo el continente. Sea desde la ficción, el ensayo o los apasionados escritos de circunstancia, Carlos Fuentes despliega la lucidez del pensamiento libre con la elegancia de un estilo propio. Como todo gran escritor, nos ofrece en su obra no solo una experiencia sino los avatares de un destino. Voz universal de una América que se recrea en cada palabra proferida.
Pareciera que cada tiempo histórico impone sus rigores, sus férreos límites a la consciencia humana. Cada época privilegia ciertos saberes y oculta otros. Los gigantes suelen ser seres curiosos y amantes de los olvidos de su tiempo, sólo de este modo son capaces de avizorar el porvenir. Habitantes de un presente, estas “figuras” suelen poseer una vocación de nómades del tiempo.
Como frágiles naos, estos disciplinados “crononáutas”, son tomados por el gran viento hacia continentes desconocidos.Basta leer una de sus primeras obras, “Aura”, para advertir aquello que expresó Víctor Hugo en sus anotaciones de Jersey…los grandes trabajan inevitablemente en dos obras, una como un ser histórico viviente, la otra en cuanto espíritu. Ambas plagadas de espeluzno ante lo invisible.
Como escribió el mismo Fuentes: “Imaginar el pasado. Recordar el futuro. Un escritor conjuga los tiempos y las tensiones de la vida humana con medios verbales”
Una paradoja con los grandes escritores es la imposibilidad de despedirse de ellos. Ningún obituario ha sido capaz de abolir esa presencia que nos asalta apenas abrimos las páginas que nos comunican “telepáticamente” con pensamientos, sueños y ficciones… Una forma impensada de inmortalidad que late agazapada entre hojas amarillentas en las bibliotecas como una “presciencia”de otros horizontes.
Carlos Fuentes es, precisamente, un haber sido para siempre.