Hace pocos días llegó a mis manos “El diario Intimo de Maliki 4 ojos” (Ril Editores, 2011), escrito y dibujado por la artista chilena Marcela Trujillo. Desde que supe del lanzamiento de este diario en octubre del año pasado, quise comprarlo, pero su adquisición siguió pendiente hasta que por fin me lo regalaron hace apenas unos días.
Un año atrás me habían regalado “Las crónicas de Maliki 4 ojos” (Feroces Editores, 2010). Ambos libros los tomé y luego no pude parar de leerlos y disfrutarlos. Con el último hice un esfuerzo para dejar al menos la lectura del epílogo para la noche.
Es que Marcela Trujillo, en una notable primera persona y bajo el formato de la narrativa gráfica, relata a través de su personaje Maliki 4 ojos todo cuanto le acontece. Y lo hace con honestidad brutal, como bien se subraya en el prologo del diario.
Durante décadas hemos visto a las mujeres como personajes de comics que encarnan las fantasías eróticas de los hombres, con las curvas bien marcadas en cada dibujo, o bien los defectos si se trata de embrutecerlas.
Con Maliki encontramos a una mujer que se permite los sueños eróticos hasta incluso dialogar y hacer recuerdos con su clítoris. En sus viñetas vemos cuerpos masculinos dibujados en los ángulos que a muchas (y muchos seguramente) nos gusta verlos en la intimidad y la fantasía.
Lejos de elaborar un complejo discurso feminista, Marcela Trujillo con el diario de Maliki expone y denuncia con su experiencia de vida las problemáticas de las mujeres en un mundo en el cual el patriarcado aún manda.
Así la autora, reconoce en su biografía hitos que la marcaron como a muchas de nosotras: colegio católico, dictadura, incluso censura, como la que ella misma experimentó cuando a finales de los años 80, el numero 19 de la legendaria revista Trauko fue retirado de los kioscos, por su historieta Afrod y Ziaco en noche buena.
Pero es a través de Maliki 4 ojos, en su primer libro de crónicas, que Marcela Trujillo nos relata las vivencias de una joven artista que estudia en Nueva York, que sufre por el tormentoso fantasma del arte conceptual, hasta que se libera de el y sigue construyendo su obra como hasta ahora, es decir, como lo ha hecho la misma Trujillo, con talento indomable como dijo antes uno de sus editores.
En ese primer ejemplar, Maliki cuida a una niña para ganarse la vida y se preocupa de recoger impresiones de los habitantes de su barrio en el downtown neoyorkino para darles voz sobre la guerra y la gestión de Bush. El coreano y muchos otros quedaron dibujados en este libro. Luego Maliki se va a Alemania, vuelve a Chile en pareja y siendo madre, se hace adulta.
En su segundo libro, El diario íntimo, Maliki es una madre separada, con dos hijas. Una profesora a honorarios (profesora taxi driver como dice ella) que debe saber arreglárselas para el sustento diario. Es quien con humor puede narrarnos el dolor que hay en una separación y tras cada pensión alimenticia.
Maliki también hace un justo homenaje a las amigas, a quienes incluso les da la categoría de hadas, por estar ahí, por saber regalar un momento, su compañía, su carcajada y su consuelo.
Entre otros episodios, Maliki narra como nadie el doloroso jueves 4 de agosto del 2011, momento en que el actual gobierno de Chile dejó claro que la represión en su mandato podía ser tan despiadada como en la misma dictadura. Con su relato, el personaje hace retornar esas imágenes dolorosas de una marcha reprimida, de calles grises por los gases, de jóvenes violentados por los abusos del Estado.
Pero páginas antes, Maliki hace necesarias referencias a los nuevos jóvenes que se han tomado las calles, a su fuerza, a su libertad y creatividad. También habla de la energía que fluye más libre y desprejuiciada en los nuevos artistas visuales chilenos.
Maliki nos retrata a todas sacando piojos, levantando a los hijos por las mañanas, momento en que ninguna de nosotras es como una postal ideal de madre. Y como muchas, Maliki lucha contra el sobrepeso, cuestionando el cuerpo como un lugar sabio en el que habita nuestro intelecto, psiquis y emocionalidad. Pero también como un lugar discriminado por el sistema de mercado.
Maliki sueña con el hombre ideal, hasta que despierta y se da cuenta que no existe, pero sí la posibilidad de un compañero que sepa estar.
Porque Maliki es mucho más que una simple caricatura, es un personaje entrañable, valiente, con el que Marcela Trujillo nos deja ver el talento incomparable de su trazo, la cotidianeidad, lo real de una vida con desgarro, celebraciones, muchas celebraciones, genio en el arte y el dibujo, y un humor que reconoce el relato autobiográfico no solo como un estilo, sino como un derecho.