Lo primero es lo primero: se trata de una de las teleseries más exitosas de los últimos años y sus méritos son múltiples, guión, cámara, fotografía, actuación, etc.
Junto a “Los Archivos del Cardenal” y otros escasos ejemplos de breve duración forma parte además del esfuerzo de diversos creadores y artistas por reconstruir la memoria histórica del país a contrapelo de los poderes dominantes.
Y de reconstruir además nuestra cultura nacional tan ofendida por deleznables programas de farándula, “realities”, concursos dudosos y otras perlas del mal gusto. La anticultura y la incultura hacen mayoría en las pantallas nacionales acorde con los propósitos de quienes desde las alturas pretenden idiotizar a la población.
Sin duda “Los 80” está inspirada en la estupenda teleserie española “Cuéntame como fue” de la que toma tanto la idea central, la estructura de los personajes principales, su carácter, la correspondiente contextualización histórica de cada caso y hasta el desarrollo mismo de la trama guardando, claro está, la diferencia de hechos y personajesconforme fue la historia de dos países diferentes.
Pero aquello no le resta mérito alguno a la serie nacional que, con muchos menos recursos que la hispana, fue capaz de acaparar la atención del público y recordarle a chilenas y chilenos verdades dolorosas que la clase dominante ha tratado que pasen al olvido. Y tanto lo ha logrado como que hoy gobiernan el país las mismas fuerzas políticas que fueron parte fundamental de la dictadura militar.
Recuperar nuestro pasado es una tarea cultural que devuelve a la política la ética y la dignidad perdidas. Esta teleserie lo hace brillante y generosamente. Porque en efecto pudo sesgar su visión del conflicto terrible que vivió la sociedad chilena y sin embargo mantuvo objetividad y seriedad al reconocer la existencia de mundos contrapuestos, de dos visiones antagónicas de la realidad a partir del sangriento golpe de septiembre del 73.
Mundos y visiones encontradas que se mantienen hasta hoy, lo que hace todavía más necesaria la producción intelectual que contribuya a la lucha contra el olvido; porque si se prescinde de las lecciones del pasado no habrá futuro posible para Chile. Ese es precisamente el sentido profundo de la exigencia vigente de verdad y justicia.
Desde ese punto de vista falta mucho por hacer todavía. Y no es que olvidemos aportes tan valiosos como “Nostalgias de la luz” por ejemplo. Pero es que son aun insuficientes los libros, los documentales,las películas y las creaciones en otros campos del arte y la cultura acerca de los años de la dictadura.
Lo que la opinión pública conoce es apenas un leve reflejo de todo el horror desatado en Chile por los golpistas, con o sin uniforme y que siguen en su mayoría impunes.
Lo que se ha revelado dista muchísimo de todo el odio, la insanía, el salvajismo con que actuaron los hombres de Pinochet. Como si el dolor impidiera la narración, la canción, la obra de teatro o la poesía.
O será quizás la sospechosa manipulación de callar, de olvidar, de no remover el pasado, de no buscar castigo a los culpables, en aras de una supuesta “reconciliación nacional” que nunca habrá por la simple razón de su imposibilidad.
No son pocos los que por ingenuidad o felonía actúan de ese modo.
Por eso es que es tan bueno que la teleserie de los 80 continúe, que haya nuevas temporadas, más allá y por encima de que a quienes conocimos por nuestro oficio la perversidad de los criminales en los propios expedientes judiciales, nos parezca inverosímiles determinados pasajes. Como aquel agente de la DINA, o la CNI, que es lo mismo, que al final tiene un gesto humano.
Desgraciadamente, la verdad es que jamás tuvieron un gesto humano. El rasgo predominante del fascismo es precisamente la ausencia total de humanidad.