¿O juzgan al mundo?
Soltaron a los “perros de la guerra”.
“¡No disparen!”, fue la frase del dictador de Libia, Omar el Gadafi, en ese momento indefenso, antes de recibir un tiro en la nuca.
Y así murió su hijo Muatasim.
A-justiciados por la masa armada “revolucionaria”.
Convertidos en “cadáveres-trofeos”.
Como cien mil años atrás.
Hoy podridos objetos de consumo.
De niños y viejos, con pañuelos en la cara,
Y olor repugnante en la nariz.
Ya sus cerebros flotan hacia el sol, y sus almas cuelgan de fusiles y brazos rotos.
Enterrados en la nada,
como sólo cien años atrás.
Los terroristas también mueren a-justiciados sin juicio por justicieros.
Parece ser un sino actual la justicia a-justiciada y justiciera.
Es la justicia conducida por los propios muertos que los ajusticiados a-justiciaron.
Sin consuelo alguno, en la desnudez.
En la más solitaria y,
Vergonzosa
Desnudez.
Y así se fugan la humanidad y la justicia, como dos muertos-vivientes, bailando sobre los cerdos, y los muertos calcinados por el sol.
Por un sol, que no quiere atardecer.
Se fugan bebiendo una rabia “que no quiere saber ya nada/de nubes y de árboles”.
Ni del canto de un grillo, al anochecer.
Es en los ojos muertos de los ajusticiados-justicieros,donde “…se marchitan los niños/…y canciones tristes/que no se pueden ya cantar”.
Es en los ojos muertos de los ajusticiados-justicieros,
donde, se asesina la justicia, y se marchita la humanidad.