Cuando íbamos llegando al Rex había una tremenda multitud, y por supuesto, también las potentes LED de los móviles de la tele (hay que decirlo: que tanto más fácil nos han hecho la pega desde su reciente invención).Y como parodiando a los noteros -bichos que aquí se reproducen como hongos-, la Gaby me pregunta: “y vos, qué esperás para este show?”.Yo le contesté de verdad (y en chileno): “la verdad, con este h… sólo espero lo mínimo: que arranque a la hora, que cante, y que llegue hasta el final…”. Y cuán felizmente equivocado estaba en mi prejuicio-ni-tan-prejuicio.
Anoche fue la cuarta vez que veo a Charly García en mi vida, y por lejos, la más emocionante. Y no es que no haya tenido emoción las veces anteriores. En noviembre de 1987 un trágico accidente acabó con la vida de un compañero de nuestro curso en el colegio, algo que no debería pasarle a nadie cuando tiene 16 años… y menos si se llama igual a uno y llegan los telefonazos a casa.El día del responso de Carlos, tocaba Carlos Alberto García Moreno en el Estadio Chile, y de la misa nos fuimos directo a su concierto -teníamos innegables invitaciones con dos amigos más-, y justo García salió a escena tirando ramos de flores al público… parte de la religión.
Seis años más tarde, se apareció de improviso con toda su banda en “La Rockola”, muy tarde esa noche en que estrenábamos el video “De Sudor y Ternura”, y pudimos verlo tocar “In-A-Gadda-Da-Vida” y otras peladas de cable más, ahí mismo y delante de nosotros a distancia de brazo.Minutos antes había estado Gustavo Cerati viendo el show -no se cruzaron, pero, ¿se imaginan?-, y nosotros no podíamos más.Y con todo lo impactante y sudorosa que estuvo esa experiencia, fue una tocata desordenada y caótica: Charly estaba demasiado puesto.
En diciembre de 2000, cuando volvieron los Sui Generis con su gira de reencuentro al velódromo, vimos un show frío y desencontrado.Mestre trataba de entregar dignidad y nostalgia mientras Charly… se había pintado la cara plateada, como la carátula de “Influencia” (por venir).Lo mejor esa noche fueron las burlas que le hizo García a Nito cuando invitó a su amigui Eduardo Gatti a escena. Además, alguien en el público gritó ¡”Los Momentos!”. Yo me cagué de risa, y no recuerdo mucho más.
Pero anoche fue diferente. Anoche vi un concierto de Charly García rodeado de tres mil argentinos, y fue lo más. En el primero de seis conciertos para celebrar su cumpleaños número 60, García se presentó con su nueva banda, The Prostitution, haciendo un recorrido por 60 de sus canciones (20 por noche, en tres shows dos veces: “La Vanguardia es Así”, “Detrás de las Paredes”, y “El Ángel Vigía”). Con diez músicos en escena, entre ellos nuestro compatriota “el John Bonham chileno”, dijo, no decepcionó por ninguna parte. Estuvo lúcido, cómico, y encantador.
“Tango en Segunda”, “Funky”, “Demoliendo Hoteles”, “Eiti Leda”, “Los Dinosaurios” (“ya desaparecieron!”, genial), etc., etc… Con cada canción se me erizaban los pelos, y hasta sentí enorme satisfacción y curiosidad con hartas que no conocía del repertorio más dosmilero al que nunca le di tanta pelota. Y sobretodo el intervalo, cuando la voz de la actriz Graciela Borges leía versos de canciones que así sin música adquieren de pronto el sentido y la estatura que a veces el chicle pop esconde.
Recibir esa enorme dosis de argentinidad-en-buena (cuando son simpáticos y se relajan y dejan de compararse), fue bienvenido y revelador y balsámico, y hasta casi me dieron ganas de cantar “o juremos con gloria morir”.Pero no. En todo caso, si alguien viene este finde o la semana próxima: no lo duden ni por un segundo y paguen lo que sea en la reventa. Es el más grande y say no more.