Lugar: mi pieza de niño. Fecha: algún momento entre 1980 y 1983. Situación: estoy viendo mi TV blanco y negro de 14 pulgadas, “cine en su casa” o “tardes de cine”, da lo mismo.
Dos tipos recorren Estados Unidos en un automóvil arreglado, un chevy del 55, van compitiendo en carreras clandestinas y apostando plata.
El conductor (James Taylor, cantante), el mecánico (Dennis Wilson, baterista de Beach Boys). Una chica (Laurie Bird) se sube al auto y se une al viaje.
En una estación de servicio se cruzan con otro tipo algo mayor (Warren Oates), que va en un Pontiac GTO del 70 y se retan en una carrera hasta el otro lado del país. A grandes rasgos, de eso trata.
A esa edad no entiendo mucho de cine, ni sé nada de su historia y evolución, sólo sé que las películas tienen una historia entretenida y un principio, un desarrollo y un final.
Pues bien, esta película no cuenta con ninguna de las anteriores características y sin embargo no puedo quitar los ojos de la pantalla. Estoy obligado (no se me ocurre otra palabra) a saber que pasará. La veo hasta el final.
¿Final?, ¿qué fue eso?, la última escena, más específicamente, el último plano del filme me acompañará todo este tiempo, nunca había visto algo así, es lo más extraño que he visto en TV (en estricto rigor hay otras, pero son para otra ocasión).
Pasan los años, hartos años, y un día, a mediados de los 90, me topo en el cable con una escena, la reconozco de inmediato, busco en la revista del cable, “Carrera sin fin” leo en la programación, sin duda, ese no era el título original.
Vuelve a pasar el tiempo, ahora algo menos y, finalmente, con la ayuda de internet lo averiguo todo. Se trata de “Two- lane Blacktop” del director Monte Hellman.
El filme resulta ser, a estas alturas, una película de culto, casi mítica. Para algunos, la mejor road movie jamás realizada.
¿Qué la hace tan especial?, pues bien, entre otras cosas, su estructura, o su aparente ausencia de estructura.
Hecho que la emparenta directamente con algo que comenzó, tímidamente con Ozú en los años 30, y el uso de los planos vacíos (o pilow shots según Burch), luego en los 40, con el neorrealismo italiano, y la famosa escena de la empleada en Umberto D (V. de Sica 1952), famosa en tanto se desconecta del continuo de la acción principal y deja fluir el tiempo como duración independiente, como dice Deleuze, se manifiesta en una situación sonora y óptica pura.
Para finalmente llegar a la nueva ola francesa y al nuevo cine alemán, donde se terminan de cristalizar los elementos que definirán al cine moderno, a saber, una nueva forma de representar la realidad, más dispersiva y elíptica, con nexos deliberadamente débiles y acontecimientos flotantes. Pero también la hace especial sus personajes.
¿Cómo entender sino a estos jóvenes, que vagabundean en busca de algo?, que no son “héroes” en el sentido tradicional de la palabra, que no pretenden salvar al mundo, sino tan sólo recorrer la Ruta 66 en una Norteamérica semi rural de paisajes amplios (bueno, todo lo amplios que el Pan&Scan permitía ver, al encajar a la fuerza en una pantalla cuadrada, algo filmado en Techniscope) atravesando pueblos fantasmas y estaciones de gasolina de ésas que Hopper pintaba tan bien.
Alejados de las neurosis y miserias que aquejan a los ciudadanos “normales”, si bien el personaje de Warren Oates deja entrever algo de aquella neurosis, un mentiroso compulsivo que se reinventa una biografía ante cada autoestopista que decide llevar.
El gran imán de este filme es ése, las vidas mínimas de unos personajes que se cruzan en la carretera, sin un pasado, con un futuro definitivamente incierto y sólo el ritmo de un presente “estancado”.
Problemas con los derechos musicales mantuvieron a este filme virtualmente “escondido” desde su estreno, salvo algunas apariciones en Tv (entre otras, la que yo vi en los 80).
Solo a principios del 2000, superados los problemas de derechos, fue estrenado en DVD.
Ahora existe una versión restaurada de Criterion Collection.
Uno de los problemas con las películas hoy en día es que todo está lleno de fórmulas, los personajes, son forzados a actuar de forma completamente ilógica sólo para que la trama pueda desplegar sus tópicos prefabricados.
Two Lane Blacktop sigue a sus personajes y deja que los tópicos fluyan de la dinámica que se crea entre ellos
Comparto las 16 razones, según el realizador independiente Richard Linklater, para no perderse este filme.
1. Porque es la más pura road movie americana jamás filmada
2. Porque es como una película de drive in (autocine) filmada por uno de esos franceses de la nouvelle vague
3. Porque lo único que se puede interponer entre la obsesión de un muchacho y su vehículo es una mujer, y Laurie Bird es perfecta destruyendo la unidad entre el conductor, el mecánico, y el automóvil
4. Porque Dennis Wilson hace una excelente interpretación de un conductor.
5. Por James Taylor, porque parece un refugiado de una película de Robert Bresson.
6. Porque hubo una vez un dios que recorrió la Tierra llamado Warren Oates.
7. Porque hay una controversia sobre quién es el verdadero líder en esta película. Algunos dicen que es el Chevy 55, otros dicen que es el GTO
8. Porque tiene el final más absolutamente cinematográfico de la historia del cine
9. Porque es como un western. Los chicos son como los pistoleros de los viejos tiempos, dispuestos a desenfundar el arma más rápida de la ciudad.
10. Porque Warren Oates tiene un suéter de cachemira diferente para cada ocasión.
11. Porque, a diferencia de otras películas de la época que tratan sobre la alienación de la cultura de las drogas y las manifestaciones antibélicas, esta película es acerca de la enajenación de todo el resto de la gente.
12. Porque Warren Oates ordena una hamburguesa y un Alka Seltzer y dice cosas como “todo va demasiado rápido, pero no lo suficientemente rápido.”
13. Porque es la última película de los años 60 – a pesar de que salió en el 71 – pero también es la primera película de los años 70. Ya saben, esa gran época de “¿cómo diablos consiguieron que un estudio de Hollywood se involucrara en ese tipo de película que hoy jamás financiarían?”.
14. Porque los motores de los carros nunca han sonado mejor en una película.
15. Porque estos dos jóvenes en su viaje hacia la nada en realidad no saben de qué hablar. El conductor realmente no conversa cuando está detrás del volante, y el mecánico realmente no habla cuando está trabajando en el motor. Así que esto es principalmente una experiencia visual, atmosférica. Para ver correctamente esta película hay que ser absorbido por ella.
16. Y, sobre todo, porque Two lane Blacktop va todo el tiempo con su idea. Y eso es una cosa rara en este mundo, una película completamente honesta.
En esta película ni un sólo segundo se siente falso o forzado. Hay que señalar que esta no es una película de acción, a los que buscan suspenso o grandes escenas de carrera que se abstengan.
En lugar de eso mejor pónganse cómodos y dejen que el poder de las imágenes de este filme actúe.
Y no se sorprendan si siguen pensando en ella días después, o tal vez años.